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La crisis financiera internacional /1

Resulta sorprendente el poco interés que se dedica en España a los asuntos internacionales. Parece como si continuáramos pensando que las decisiones que se adoptan en Nueva York, Bruselas o Tokio no van con nosotros. Más tarde, cuando descubrimos que estas decisiones terminan por modificar nuestra vida cotidiana solemos protestar cuando ya es tarde. Los vertidos de residuos radiactivos en la fosa del Atlántico constituyen un ejemplo evidente, puesto que en su día firmamos el convenio que los autoriza.Algo parecido ha sucedido con la reunión de la asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI...

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Resulta sorprendente el poco interés que se dedica en España a los asuntos internacionales. Parece como si continuáramos pensando que las decisiones que se adoptan en Nueva York, Bruselas o Tokio no van con nosotros. Más tarde, cuando descubrimos que estas decisiones terminan por modificar nuestra vida cotidiana solemos protestar cuando ya es tarde. Los vertidos de residuos radiactivos en la fosa del Atlántico constituyen un ejemplo evidente, puesto que en su día firmamos el convenio que los autoriza.Algo parecido ha sucedido con la reunión de la asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI). Uno de los puntos centrales que se han discutido ha sido el del aumento, de las cuotas de los países miembros. Estados Unidos se oponía a dicho aumento, preconizando la creación de un fondo especial de 15.000 millones de dólares al que sólo tendrían acceso los países que atravesaran por graves dificultades. Al ser rechazada esta propuesta en el comité interino del FMI, Estados Unidos modificó su posición proponiendo un aumento moderado de las cuotas. Por su parte, Francia y algunos otros países han propuesto desde el principio doblar las cuotas de los países miembros. La posición española no se ha caracterizado por su precisión al favorecer un aumento "que pusiese el volumen de cuotas por encima de 100.00 millones de dólares". Comoquiera que las cuotas ascendían a unos 75.000 millones de dólares a finales de 1981, nuestra propuesta situaba el aumento entre el 33% y el infinito.

La situación económica y sobre todo financiera mundial es la peor que se conoce desde la crisis de 1929. Decenas de países se encuentran literalmente en suspensión de pagos, y no se vislumbra una vía de salida fácilmente practicable. Es más, la vuelta a un cierto equilibrio financiero va a provocar fuertes tensiones sociales en la mayoría de los países del llamado Tercer Mundo, sin que nadie pueda predecir en qué puede desembocar el proceso de ajuste al que están abocadas las economías de decenas de países.

Una ojeada a los datos básicos de la economía mundial muestra que los países en vías de desarrollo han crecido a tasas sustancialmente más elevadas que los países industrializados en los dos últimos años. De 1975 a 1979 las, tasas de crecimiento fueron del 5,4% y del 4%, respectivamente. Pero en 1979-1981, los países en vías de desarrollo crecieron al 3%, mientras que los industrializados lo hacían al 1,3%, y en 1982 la diferencia será aún mayor: un 2,5% frente a un 0,7%.

Endeudamiento externo

Las tensiones sociales internas de los países menos desarrollados explican en buena medida la dificultad de reducir su tasa de crecimiento: la distribución de la renta en estos países suele ser profundamente injusta, su crecimiento económico significaría lisa y llanamente la miseria para amplias capas de la población, a menos que cambiase la distribución de la renta, lo cuál no parece probable.

El mantenimiento de tasas de crecimiento superior es a las del promedio' durante un amplio período de tiempo conlleva para la mayoría de los países un aumento de su endeudamiento exterior. Al menos para aquellos países cuyas exportaciones no son objeto de una demanda rígida, insensible a las variaciones de precios. Estas naciones existen, pero son la excepción. Para la mayoría de los países un crecimiento rápido significa, si los demás no crecen, un mayor endeudamiento externo. Tanto más cuanto que para los países en vías de desarrollo no productores de petróleo los precios han evolucionado adversa mente a lo largo de los cuatro últimos años.

Según un reciente informe de la OCDE, la relación real de intercambio de este grupo de países se deterioró entre 1977 y 1981 en un 25%. Si se considera que en este período el volumen de sus exportaciones creció prácticamente al mismo ritmo que el de sus importaciones, tendremos una idea cabal de lo que está sucediendo las cuentas de estos países con el exterior se están deteriorando con gran rapidez.

En 1977, el déficit conjunto por cuenta corriente de los países en vías de desarrollo no productores de petróleo ascendía a 13.000 millones de dólares, mientras que en 1982 rondarán los 80.000 millones, tras haber alcanzado 60.000 millones en 1980 y 74.000 millones en 1981. No debe, pues, extrallamos que la deuda acumulada de estos países supere ampliamente los 500.000 millones de dólares, cifra extremadamente elevada.

La situación financiera internacional

A los múltiples problemas que tenían planteados los países en vías de desarrollo ha venido a añadirse en el último año la política económica de Ronald Reagan, afortunadamente modificada hace unas semanas. Son de sobra conocidas las consecuencias de la política monetaria norteamericana por lo que se refiere a los tipos de interés del dólar. El alza de los primeros y la apreciación del segundo han encarecido fuertemente en términos reales la deuda exterior de los países deficitarios.

Hacen falta más recursos internos para hacer frente al servicio de la deuda primero, porque el coste de la misma ha subido (la mayoría de los préstamos se encuentran indicados por el libor, que a su vez refleja de una u otra forma los tipos de interés norteamericanos), y segundo, porque la apreciación del dólar ha superado por regla general los diferenciales de inflación, si es que tiene algún sentido hablar de diferenciales de inflación para países donde los precios crecen en un mes lo mismo o más que en nuestro país en un año, que ya es decir.

Como resultado de estos fenómenos, algunos países ya no pueden pagar ni tan siquiera los intereses de la deuda que tienen contraída, lo cual, dado que las naciones no son como las empresas o los particulares, a quien se les puede reclamar su patrimonio en caso de falta de pago, ha provocado un amplio movimiento de renegociación de las deudas con la esperanza de los acreedores de recuperar el principal algún día. El problema se complica porque más de la mitad de la deuda ha sido contraída con bancos privados de todo el mundo, a quienes les resulta muy difícil negociar con Gobiernos soberanos a menos que intervengan instancias supranacionales.

La partida es delicada, porque si los bancos privados reducen sustancialmente sus créditos a los países deudores, éstos no podrán hacer frente a sus vencimientos y tendrán que reducir drásticamente sus intercambios comerciales o realizarlos sobre la base del pago al contado y del trueque, lo cual es difícilmente imaginable.

José Luis Leal ex ministro de Economía.

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