Reportaje:

Nos queda el miedo pegado a las entrañas

Los antiguo integrantes de las comunidades libertarias viven marcados por el recuerdo de las represalías sufridas

"Pues mire, nos queda el miedo. Nos, queda, aún hoy, tras tantos años transcurridos desde aquellas fechas de la República y la guerra civil; un miedo que nos cala hasta lo más hondo de las entrañas, mañico. Un miedo que pocos o ninguno ha conseguido superar. La mayor parte ya ha muerto en Espafía o en el exilio y los demás no tardaremos. en seguír el mismo camino, pero jamás podremos arrancarnos ese temor. Nos queda el miedo y el silencio". En resumen, ése fue el discurso. de Manuela Asensio Moles, 69 años, natural y vecina, del pequeño y casi perdido pueblecito turolense de Los Molinos...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

"Pues mire, nos queda el miedo. Nos, queda, aún hoy, tras tantos años transcurridos desde aquellas fechas de la República y la guerra civil; un miedo que nos cala hasta lo más hondo de las entrañas, mañico. Un miedo que pocos o ninguno ha conseguido superar. La mayor parte ya ha muerto en Espafía o en el exilio y los demás no tardaremos. en seguír el mismo camino, pero jamás podremos arrancarnos ese temor. Nos queda el miedo y el silencio". En resumen, ése fue el discurso. de Manuela Asensio Moles, 69 años, natural y vecina, del pequeño y casi perdido pueblecito turolense de Los Molinos, que cuenta en la actualidad con unos cuatrocientos habitantes y tenía por los años de nuestra guerra unos 1.500.-¿Cómo quiere usted que se me olvíde que a José García Antéri le torearon en la plaza mayor del pueblo los rebeldes (todas las personas con quienes hablamos nos dirán rebeldes, facciosos o fachas al referirse a las tropas del general Franco) y que el pobrecico se les escapó por una calleja y, desesperado, se tiró por el barranco de Riofuentes?

-¿Se mató?

-Ya se hubiese matado, ya, que se le rompieron yo creo que casi todos los huesecicos del cuerpo. Le recogieron y tumbaron en una celda de la cárcel e impidieron a los otros ayudarle, amenazándoles con fusilarlos si le auxiliaban. Al amanecer le fusilaron.

José no era anarquista, era de Izquierda Republicana. Tenía mujer y tres hijos, y mientras le toreaban no dejaba de gritar: "No me matéis, no me matéis, que no he hecho nada malo". Le humillaron como hombre, haciéndole embestir a un trapo rojo y azuzándole con palos.

No saben, no contestan

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Manuela nos ha hablado, mostrado su humilde casa y abierto su hospitalidad porque hemos llegado hasta ella por medio del alcalde de Los Molinos, Orencio Andrés, del desaparecido Partido Regiona-lista Socialista Aragonés (PSA). La mayor parte del pueblo quiere y estima a este hombre; en caso contrario se nos hubiéran cerrado puertas y ventanas. Nadie hubiera dicho esta boca es,mía.

Desgraciadamente, así es todavía hoy. Nuestro propósito hubiera sido ofrecer al lector qué fue de las viejas comunidades comunistas libertarias (es decir, anarquistas) nacidas en Cataluña y Aragán en plena guerra civil. Comunidades formadas, diríamos, mientras se segaba el trigo o se sembraba, con el arado romano la tierra, teniendo el fusil a mano. El empeño ha sido casi inútil, y eso que tomamos la línea anarquista más pura: la que recorrió el más conocido y legendario de los cenetistas, Durruti, siguiendo el camino que récorrió su división desde Fraga hasta las puertas de- Zaragoza. Aquella 26 División que liberó Lérida, Fraga, Bujaraloz, etcétera.

Por Bujaraloz preguntamos: "¿Dónde está la sede de la CNT?". "Aquí no hay eso", nos respondieron. En Caspe, lugar donde se celebró el congreso de las comunidades libertarias de Aragón, hicimos idéntica pregunta.

-La UGT está a la vuelta, y allí Comisiones.

-No, no; preguntamos por la sede de la CNT. '

-¿CNT? No conozco.

Y así se repitió en localidades de gran fama libertaria, como Calanda, Alcorisa y un largo etcétera. O nadie quería indicarnos dónde estaban las sedes cenetistas actuales o no querían ni oír hablar del tema, Con la guía telefónica en la mano pudimos comprobar que la CNT ha sido casi barrida del campo aragonés, teniendo sede prácticamente sólo en capitales y núcleos de mayor importancia industrial.

Los últimos resistentes

Alguien nos sopló al oído un nombre: "Vayan ustedes a Los Molinos. Es un pueblecito escondido al que se llega por una pésima carretera que muere en el mismo pueblo. Pueden entrar por Alcorisa, y luego a la izquierda".

Supimos también que algunas viejos anarquistas se reunían en una tasca de Teruel capital. "Pero no les hablarán nada si no van presentados. Acaso el viejo Artigot les diría cosas, pero en Teruel, en la carretera a Zaragoza, ¿sabe usted?, están las fosas del Cauded, donde están enterrados cientos de anarquistas en fosas comunes que luego rociaban con cal". En realidad, los anarquistas supervivientes sólo hablan de aquellos tkmpos entre ellos. Y tal vez por ello, cuando un extraño les demanda, en vez de contestar recio y por derecho -de lo que tienen fama los aragoneses-, te contestan a la gallega cuando les preguntas por la CNT-FAI de entonces y por las comunidades libertarias: "¿CNT? No sé ... ; la UGT sí está ahí mismo".

Sí. Es el miedo, que, pese altiempo transcurrido -casi medio siglo-, aún perdura en los-,supervivientes. En realidad, la CNT está barrida de las tierras aragonesas, y los cada vez más escasos supervivientes, aunque la recuerdan, prefieren no hablar con extrafíos. Acaso por ello se llama a estas tierras desérticas del Bajo Aragón la sima callada.

-Hablar sí h ablan entre ellos -nos dice el alcalde-, pero con gente de fuera no lo hacen, y menos con la Prensa, o dejarse fotografiar.

Los ricos (muy relativos en estas comarcas) siguen siendo los que lo eran antes de la guerra. Los jóvenes han emigrado a Zaragoza, Barcelona o el extranjero. Nadie quiere problemas

El topo

Orencio Andrés, cincuentón, culto, con antecedentes familiares en los que se atisban claras ideas anarquistas, fue el hacedor de, nuestro reportaje. De su mano entramos en casa de viejos anarquistas, comunistas libertarios o simpiemente de personas de Izquierda Republicana, pero todos ellos componentes de la comuna de Los Molinos.

Así llegamos hasta el topo, Miguel Torres Herrera, 82 años, y a su mujer. Miguel permaneció escondido durante nueve años. en una cueva que hizo en el sótano de su casa. Luego fue detenido y llevado a la cárcel. Pero ya había pasado la época de la represión sangrienta y no estuvo mucho tiempo, en ella.

-Lo peor -nos dice Miguel- fue que este pueblo fue tomado por los moros. Sí, maño, sí. Y ésos no se conformaban sólo con saquear, incendiar y violar a nuestras mujeres e hijas. Un horror, ¿sabes? Decían: "Tú, rojo, tú rojeas", y te pegaban un tiro sin más. Hasta llegaron a asesinar a gente de derechas que se quedó en el pueblo porque aquí había vivido siempre y esto cayó en-zona republicana. Había gente hasta de Gil Robles.

Los 'capables'

-Bien, pero ¿cómo se convirtieron ustedes en una comunidad libertaria. anarquista?

-Pues como en otros sitios. Al llegar los cenetistas hicieron las comunas. Pero la verdad es que en este pueblo el colectivismo lo inició la UGT. Luego vinieron los cenetistas y de la FAI, pero la cosa ya estaba en- marcha. Y aquí pasó lo que en casi todas:, se dividieron las tierras y montes del pueblo en cinco zonas, se nombraron responsables para cada una de las cinco partes Y todo era común. Y no crea que se elegía a los responsables de cada zona por sus ideas, sino porque los considerábamos los más capables (quiso decir capaces). Y así, todo -tierra, monte, ganado- fue para todos y a todos se nos daba por igual

A uno le viene a la memoria un cantar castellano: 'Común son el sol y el viento, común ha de ser la tierra, quevueiva común al-pueblo lo que del pueblo saliera".

-Cuando llegaron los comunistas fue lo peor. No podían ver a los anarquistas.

Jesús Mateo nos dice sobre este tema:'"La CNT sólo tenía un objetivo: que ningún hombre explotara a otro hombre, ¿entiende? Daba igual para los anarcas que se fuese de tal o cual ideología. El pueblo .se convirtió en una comuna. La moneda fue abolida. Nos daban por persona un bono o cartilla y cada vecino tenía derecho a igual ración. Todos los habitantes -hombres, mujeres o niños, o los ancianos que ya no podían trabajar- recibían igual trato y ración. A todos se repartía por igual".

Eusebio apostilla: "Es más, hubo vecinos que no quisieron en trar en la comuna. Los anarquistas les respetaron. No obligaron a na die a colectivizar tierras y gana dos; pero, eso sí, a los individualistas, que así llamábamos a los que no quisieron integrarse en la comuna, no se les permitía tomar criados o braceros. Así que sólo podían labrar la tierra que ellos so los podían hacer".

Para remarcar sus palabras, Eusebio nos cuenta una anécdota: "Y no crea que los individualistas eran todos de derechas: aquí estaba el tío Isidro, que decía que estaba más a la izquierda que los anarquistas y que se negó a entrar en el colectivo. Es más, públicamente, la mejor palabra que utilizaba para referirse a los de la CNT era la de cabrones. Nadie le hizo nada".

Lo cierto es que los rojos mataron a catorce personas, a los más señalados fachas o falangistas. Pero igualmente cierto es que cuando los fachas llegaron y tomaron el pueblo, todos los dirigentes cenetistas huyeron hacia El Maestrazgo castellonense para librar la defensa de Valencia. Aquí no quedé responsable alguno y, sin embargo, los fachas mataron a tantas o más personas. Y van haciendo memoria y recordando nombres: Mínguez, Iranzo, Gregorio, el tío Careo, Farnás, Dionisio, Luquero...

"La diferencia sustancial", nos dice Orencio Andrés, "es que, sin disculpar a los que mataron a los nacionales, los llamados rojos no les vejaron ni humillaron: los fusilaron y dieron sepultura; mientras que los fachas, por ejemplo, enterraron aquí viva a una mujer y a sus hijas. Sólo escapó la pequeña, que tenía nueve años y que hoy no les presento porque la pobre está muy mal de salud".

Manuela Asensio, con sus ojillos pequeños y vivarachos, al entrar en su vivienda casi troglodítica, nos va contando: "¿Feminismo? Bueno, algo he oído de eso. Yo lo único que sé es que en la etapa anarquista aquí no había diferencia alguna entre un hombre y una mujer. Todos trabajábamos lo mismo. A todos se nos daba exactamente igual cantidad de lo que fuera. Y, además, tengo que decir que nunca comí tanta carne como entonces. Cuando íbamos -casi todos los días- a las collas (la colla es un grupo o cuadrilla de trabajo al mando de un capataz), jamás nos faltaba un plato fuerte de carne, bien de cordero, bien de cerdo. Comer carne entonces era para nosotros, los pobres, un lujo. Y conste que yo era de Izquierda Republicana y no un anarquista de la CNT".

"Cuando entraron los fachas nos trataron mal, muy mal. A las mujeres nos cortaban el pelo y nos hacían mil perrerías, amén de eso de los fusilamientos. Sin embargo, es cierto que aquí se mataron a algunos fachas, pero nadie se metió luego con sus viudas e hijos. Eran unos más en la comuna. Se les dio igual que a los demás, sin distinción alguna".

La huida

Cuando las tropas de Franco conquistaron Belchite y siguieron adelante, la gente con responsabilidades políticas huyó. Jesús Mateo se marchó hacia Valencia, al objeto de recuperar sus ovejas y corderos, porque al huir los rojos procuraron llevarse el ganado hacia la zona republicana. "Pasé mil calamidades y hambrunas, pero logré encontrar veinte ovejas con mi marca y traérmelas otra vez al pueblo. Tardé más de un mes en el regreso, siempre temeroso de encontrarme al maquis o a la Guardia Civil".

"No, no todo fueron rosas en la etapa anarquista. Muchos no entendían lo de que se nos diera a todos por igual", reconocen tanto Manuela como Eusebio, "y por ello iban a las collas y procuraban trabajar lo menos posible. Lo cierto es que la comuna resultó mejor para los más, que éramos pobres, y peor para los ricos, que eran pocos".

Con la Regada de los nacionales todo volvió a ser como antes de la República. Las tierras volvieron a sus antiguos dueños y, en muchos sitios, los nacionales requisaron tantas casas como las obras hechas por el común, es decir, por los componentes de las comunas (en muchos sitios, granjas, almacenes, etcétera), que luego se quedaron los nacionales como bienes propios.

El mayor sobresalto que sufrió el pueblo desde que cayó en manos franquistas fue nueve años más tarde, cuando un amanecer se encontraron totalmente rodeados de guardias civiles. Alguien se fue de la lengua (pues casi todos los vecinos conocían su existencia y vida en la cueva).

"La verdad es que, pese a todo, me cogieron por casualidad. Entraron en la casa, registraron todo, vieron el nicho que había hecho, pero yo me había escondido en una tinaja de aceite. Un capitán se apoyó en la tina y le pareció que pesaba demasiado... Así me pillaron", nos cuenta Miguel Torres.

A manera de final

"Tienen el temor escondido. Ya son todos ancianos y aquí vivimos en un pueblo apartado, como tantos otros, donde la implantación de la democracia es débil y no ha calado. Por estos pueblos sigue pesando el medio siglo franquista y la gente sigue teniendo miedo. Miedo de que vuelvan los de antes y de que ahora hablen y luego les maten. Por estos lugares lo del 23-F caló hondo. Nadie acaba de creerse que la democracia sea realidad o perdurable", termina de explicarnos Orencio Andrés.

La utopía de la igualdad libertaria duró poco. Pero fue aquí en el único lugar del mundo donde tuvo vida, corto desarrollo y muerte violenta.

Archivado En