Cartas al director

¿Los engaños del desarme?

Su editorial de 24 de junio de 1982 Los engaños del desarme trivializa de mala manera la interesante propuesta de que las superpotencias lleguen a un acuerdo para que ninguna de ellas opte por utilizar en primer lugar las armas nucleares en Europa. Porque el caso es que no sólo Breznev encuentra virtualidades a una propuesta de este género. En un reciente artículo aparecido en el número de primavera de 1982 de la influyente revista norteamericana Foreign Affairs, cuatro expertos de la talla de McGeorge Bundy, George F. Kennan, Robert S. McNamara y Gerard Smith se pronuncian en té...

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Su editorial de 24 de junio de 1982 Los engaños del desarme trivializa de mala manera la interesante propuesta de que las superpotencias lleguen a un acuerdo para que ninguna de ellas opte por utilizar en primer lugar las armas nucleares en Europa. Porque el caso es que no sólo Breznev encuentra virtualidades a una propuesta de este género. En un reciente artículo aparecido en el número de primavera de 1982 de la influyente revista norteamericana Foreign Affairs, cuatro expertos de la talla de McGeorge Bundy, George F. Kennan, Robert S. McNamara y Gerard Smith se pronuncian en términos similares, discutiendo con cierto detalle los méritos de una tal propuesta, tanto desde el punto de vista de su conveniencia para la Alianza Atlántica como por su posible contribución a alejar el fantasma de una tercera guerra mundial. Para ellos, "el argumento básico a favor de una política de no ser los primeros en utilizar las armas nucleares puede expresarse en términos estrictamente militares: que cualquier otra opción supone riesgos inaceptables para la supervivencia de una nación, objetivo al que precisamente responde la existencia de las fuerzas armadas". Curiosamente, los autores del articulo en cuestión también abogan -con expresión casi idéntica a la utilizada por Breznev- por una "clara y simple posición" a este respecto, por una "bien definida decisión de no usarlas en la medida en que otros hagan lo mismo" (página 762).Asimismo, para alguien tan versado en problemas de desarme como la sueca Alva Myrdal, la promesa de no ser los primeros en iniciar un acto de guerra nuclear constituiría un acuerdo políticamente crucial, una de las dos "garantías básicas de seguridad" que abriría el camino a nuevas propuestas de desarme mutuo (The Game of Disarmament, página 322).

Comparar, pues, estas esperanzadoras iniciativas a gestos de "bueno en las peliculas del Oeste", o motejarlas de infantilismo e ingenuidad, como hace el osado editorialista, muestran su incapacidad para ponderar los muchos matices que presenta el actual debate sobre la inquietante carrera armamentística. Carrera que quizá sea más probable frenar con concretas iniciativas de esta índole, pese a su modesetia, que con las vagas apelaciones en que el grandilocuente editorialista acaba por perderse. /

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