Tribuna:TRIBUNA LIBRE.

Los habitantes de la economía oculta

La economía oculta se ha convertido en una cuestión de actualidad, aunque realmente no se trata de algo nuevo; la realización de actividades económicas al margen del conocimiento oficial es, probablemente, tan vieja como la existencia de la propia sociedad, pero la gran dimensión y el dinamismo que este fenómeno ha alcanzado durante la actual crisis económica le han dado una notoriedad, singular.

La expansión de la economía sumergida parece haber sido bastante fuerte a lo largo de este período. de crisis y ajuste que atravesamos, aunque su ritmo de comportamiento varíe entre las distint...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La economía oculta se ha convertido en una cuestión de actualidad, aunque realmente no se trata de algo nuevo; la realización de actividades económicas al margen del conocimiento oficial es, probablemente, tan vieja como la existencia de la propia sociedad, pero la gran dimensión y el dinamismo que este fenómeno ha alcanzado durante la actual crisis económica le han dado una notoriedad, singular.

La expansión de la economía sumergida parece haber sido bastante fuerte a lo largo de este período. de crisis y ajuste que atravesamos, aunque su ritmo de comportamiento varíe entre las distintas ramas de actividad. Este desarrollo aparece asociado al estancamiento que se observa en la economía oficial, poniendo de manifiesto el hecho de que, ante la crisis económica, se desencadena un cierto desplazamiento de actividades económicas desde el sector visible al sector sumergido. Algunos estudios apuntan incluso que esa economía oculta registra un dinamismo superior al de la economía oficial, por lo que, de ser así, su evolución resultaría, en cierto modo, anticíclica, dado que su ritmo de actividad aumentaría durante los períodos de recesión.La interpretación de este fenómeno social y de las causas que lo sustentan no es uniforme. El análisis de su contenido revela la presencia, por lo menos, de tres tipos de actividades: a) Las ¡legales o delictivas, perseguidas o prohibidas por la ley (contrabando, tráfico de drogas, prostitución, por ejemplo). b) Las lícitas pero no declaradas a efectos oficiales (en la fiscalidad, seguridad social, normativa laboral, de sanidad, higiene o defensa del medio ambiente) y c) Las que cumplen todos los requisitos legales pero. que no estén recogidas en las cifras oficiales, ya sea por error o por razones metodológicas o estadísticas.

Son las segundas -las lícitas, pero que no cumplen la normativa establecida para su ejercicio- las que suscitan actualmente mayor atención, por ser consideradas el núcleo fundamental del presente dinamismo de la economía oculta. Son actividades que se asientan, principalmente, en la picaresca, realizadas con personal que no figura oficialmente como empleado, sin pagar los impuestos establecidos y en instalaciones inadecuadas.

Entre los problemas más difíciles que comporta el conocimiento y tratamiento de la economía sumergida destacan el de la identificación de las causas que influyen en su desarrollo, la estimación de su tamaño y la valoración de sus efectos sobre el funcionamiento del sistema económico.

Un cuarto sumergido

El cálculo de su tamaño es complejo y está condicionado por el propio carácter oculto de sus actividades y por las limitaciones estadísticas y analíticas existentes. Los estudios realizados sobre distintos países coinciden en subrayar su importancia cuantitativa, al margen de las oscilaciones existentes en las. estimaciones ofrecidas. Por ejemplo, en Estados Unidos se considera que podría alcanzar el 24% del PIB, en la Unión Soviética por lo menos un 20%, mientras que para Italia se calcula en un 25%, todo referido a 1981. Los trabajos de estimación global en el caso español son muy limitados y algunos de ellos con resultados poco verosímiles. Los cálculos más razonables sitúan su tamaño en niveles bastante próximos al registrado por Italia.

La interpretación de los efectos que tiene la economía oculta sobre el funcionamiento de la vida económica y social es controvertida. En unos casos se subraya el hecho de que su presencia suaviza el impacto, de otra suerte demoledor, de la crisis económica en la conflictividad social, puesto que es muy probable que el crecimiento de la actividad económica sea mayor y el nivel de paro menor que lo registrado por las cifras oficiales.

Desde esa perspectiva hay que reconocer la existencia de una vitalidad en la economía que no debe de subestimarse como factor de sostenimiento de la actividad. Si es cierto que la economía sumergida constituye una parte importante de la actividad económica global y que, además, muestra un dinamismo superior al que registra la economía oficial, cabe deducir que el alcance real de la recesión es menor del que se le atribuye públicamente, sea en la producción, en el gasto o en el empleo.

Cualquiera que sea su impacto amortiguador de la crisis y los efectos positivos que comporta para el dinamismo de algunos sectores productivos, también es cierto que la existencia de la economía oculta distorsiona el funcionamiento eficaz de la actividad económica.

La presencia de la economía sumergida dentro de la economía nacional supone una competencia desleal entre las empresas, provoca una distribución injusta de las cargas fiscales y de los costes de la seguridad social, alimenta comportamientos tributarios de fraude o evasión y agrava, consecuentemente, el déficit del sector público. Además, en la medida en que su actividad se base en técnicas y equipos obsoletos y en unidades productivas inadecuadas, se traduce a la larga en una pérdida de eficacia en el funcionamiento del conjunto del sistema económico.

Tratamiento español

Además, el desarrollo de este tipo de actividades impide el conocimiento preciso de lo que realmente ocurre en la vida económica y dificulta la adopción de medidas de política económica apropiadas para tratar correctamente los problemas de la crisis. Por último, cabe plantearse el papel y la capacidad de los Gobiernos para enfrentarse con este. complejo problema, que corre el riesgo de convertirse para muchos países en una "costumbre nacional". En el caso español, la estrategia adecuada para tratar la economía oculta la resumía recientemente el ministro de la Presidencia, Matías Rodríguez Inciarte, en estos términos: combatir sus aspectos ¡legales, recuperar su dinamismo y actividad para la economía visible y aprovechar sus enseñanzas para estructurar una nueva política que ofrezca soluciones efectivas y duraderas contra la crisis económica.

Visto así, es necesario realizar un esfuerzo que incida, al menos, en estos puntos:

a) Su cuantificación, ya sea global o en aspectos parciales (mercado de trabajo, ingresos fiscales, actividades productivas), y el análisis y valoración de los factores que influyen en su desarrollo.

b) La clarificación de posturas ante este fenómeno social por parte de distintas instituciones sociales para contribuir a crear un estado de opinión sobre su importancia y consecuencias.

c) El estudo y diseño de medidas que sirvan para dificultar el ejercicio de este tipo de actividades, para eliminar o amortiguar las causas que provocan su desarrollo y para lograr su incorporación a la economía observada.

En todos estos aspectos, el proceso de avance ha de ser, inevitablemente, gradual. En el primer caso, como consecuencia de las posibilidades estadísticas y metodológicas; en el segundo, por el cambio que tiene que operarse en las actitudes y usos sociales, y en el tercero, porque plantearse una desaparición radical por métodos draconianos de la economía oculta podría provocar, como dicen Fe¡ge y McGee, tal tipo de conflicto con las posturas vigentes, que los costes políticos y sociales de su cumplimiento, probablemente, superarían con exceso los rendimientos esperados.

José María Espí es secretario general del Ministerio de la Presidencia del Gobierno.

Archivado En