Tribuna

Nuestro modelo económico genera paro

El paro podría considerarse como el quinto jinete del Apocalipsis de nuestro tiempo, junto con la violencia, el autoritarismo, la destrucción ecológica y la incomunicación social. Considerarlo como un fenómeno natural en cualquier época es ofuscarse en el dogma de la rentabilidad económica en términos monetarios.

Es muy grave la idea, ampliamente extendida y asimilada en España, según la cual la cantidad de trabajo es limitada, cuando, muy al contrario, el trabajo a realizar es ilimitado en la relación economía/sociedad de cualquier país. Una concepción estática del empleo es opuesta al...

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El paro podría considerarse como el quinto jinete del Apocalipsis de nuestro tiempo, junto con la violencia, el autoritarismo, la destrucción ecológica y la incomunicación social. Considerarlo como un fenómeno natural en cualquier época es ofuscarse en el dogma de la rentabilidad económica en términos monetarios.

Es muy grave la idea, ampliamente extendida y asimilada en España, según la cual la cantidad de trabajo es limitada, cuando, muy al contrario, el trabajo a realizar es ilimitado en la relación economía/sociedad de cualquier país. Una concepción estática del empleo es opuesta al dinamismo social y económico. El trabajo debe crear nuevos trabajos en una sociedad racional, mientras que los obstáculos generados por el paro sólo crean irracionalidad. Si se sigue la política de considerar el paro como algo natural en el proceso económico, entraremos en el futuro con graves limitaciones que depararán males económicos y sociales muy difíciles de eliminar a corto y medio plazo.El modelo de política económica que se sigue en España desde el año 1959 sólo persigue la rentabilidad económica del sistema en términos monetaristas, sin preocuparse del dinamismo socioeconómico real de nuestra sociedad. Según dicho modelo, es preciso que aumente de forma constante y progresiva la producción global, año a año, para de esa forma enfrentarse con la baja de la productividad del capital y el paro, y así intentar mantener la estabilidad económica. Según esta falsa ley, es sólo el crecimiento de la producción en términos monetarios lo que interesa y no el conjunto producción-servicios encaminado al bienestar de la colectividad.

Dentro del referido modelo de política económica, el anárquico e irracional avance tecnológico impuesto desde los años sesenta ha aumentado, hasta hace poco, el rendimiento del sistema productivo, pero al precio de un aumento superior de las necesidades de capital, de energía y otros recursos materiales. Y todo esto a costa de producir, día a día, un mayor incremento del paro

El modelo económico que venimos criticando no ha sido capaz tampoco de potenciar aspectos tecnológicos tan importantes como, los siguientes:

- Tecnologías agrarias e industriales que utilicen la energía con eficacia, sin producir impactos negativos sobre el medio ambiente.

- Tecnologías para la producción de energías renovables no contaminantes.

- Tecnologías que demanden menos capital de los nuevos procesos de fabricación; y

- Tecnologías que, a nivel global, no produzcan desempleo.

Además de todo lo dicho, el modelo económico impuesto a nuestra sociedad durante el régimen anterior, y que todavía persiste, está produciendo una cierta desintegración del sistema, desintegración originada por la "filosofía monetarista" como norma de política económica a ultranza.

La reducción de la actividad económica generadora del paro se debe, en concreto, a la creciente rigidez de las estructuras productivas y sociales, que no permiten la renovación estructural y tecnológica de un sistema económico con un equipo capital obsoleto y una organización empresarial trasnochada. A esto deben sumarse las elevadas tasas de financiación de la empresa, con el consiguiente aumento de los costes totales y su repercusión negativa en la productividad, dando lugar a fuertes disminuciones en los excedentes empresariales.

Aceptar la innovación

Para solucionar el paro, verdadera lacra social que emerge sobre el resto de los efectos de la crisis económica, sería preciso liberar fuerzas de trabajo del sistema productivo para atender las ingentes tareas en servicios necesarios para el bienestar del individuo en una sociedad avanzada y no caer en el error de no aceptar la innovación y el avance tecnológico por suponer que genera paro. Las fuentes de financiación de este trabajo dirigido a cubrir los servicios que una sociedad avanzada demanda deberían encontrarse no sólo en el sistema financiero tradicional, privado y público, sino en otros instrumentos del Estado que tuvieran como miras la generación de una demanda interna capaz de dinamizar la oferta de productos y servicios nacionales, equilibrando nuestro comercio con el exterior.

Siguiendo a Aurelio Peccei (*), si la actitud y aptitud de nuestra sociedad son las que marcan el grado de racionalidad en la utilización del capital intelectual para responder a los déficit sociales a los que estamos enfrentados, deberíamos hacemos las siguientes preguntas:

Primera. ¿Qué sucedería si participásemos activamente en el desarrollo y aprovechamiento del enorme potencial que ya se nos ofrece en la ciencia, el arte y la tecnología para mejorar las condiciones del ser humano?

Segunda. ¿Sería positivo luchar ya por la consecución de un pensamiento nuevo que nos permitiese hacer frente a los complejos desafíos de nuestro tiempo?

Tercera. ¿Deberíamos estimular alternativas de futuro, poniendo en marcha la creatividad de la juventud, para provocar la renovación del actual pensamiento básico?

Cuarta. ¿Podrían ser la participación y la anticipación las premisas para conseguir la solidaridad necesaria capaz de generar para el futuro una sociedad alegre, madura y responsable, siempre dinamizada por la libertad, la paz y la justicia?

es economista.

* Como de forma implícita señala en su libro Testimonio sobre el futuro. Informes al Club de Roma, Taurus Ediciones, Madrid 1981.

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