Tribuna:

Los periodistas

Esos cuatro periodistas que han muerto informando en El Salvador no son sino los cuatro evangelistas improvisados y masacrados del Evangelio del periodismo: evangelio no escrito, en el que podemos leer: la sociedad no quiere informar ni ser informada.Cuando me cuentan los compañeros que van a la cosa campamental de la como hostilidad ecológica que algunas hectáreas del paisaje humano emite hacia ellos, yo pienso que no es sólo la circunstancia, ni mucho menos la circunstancia militar. La noche en que llegué al Café Gijón, en seguida me puse a hacer reportajes de calle, "documentalismo",...

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Esos cuatro periodistas que han muerto informando en El Salvador no son sino los cuatro evangelistas improvisados y masacrados del Evangelio del periodismo: evangelio no escrito, en el que podemos leer: la sociedad no quiere informar ni ser informada.Cuando me cuentan los compañeros que van a la cosa campamental de la como hostilidad ecológica que algunas hectáreas del paisaje humano emite hacia ellos, yo pienso que no es sólo la circunstancia, ni mucho menos la circunstancia militar. La noche en que llegué al Café Gijón, en seguida me puse a hacer reportajes de calle, "documentalismo", que es lo que se le encarga siempre al menos documentado, al recién llegado, y pude aprender así la hostilidad de la burocracia, el hermetismo de las ventanillas, la dialéctica nicotinada del monosílabo, practicada por toda la Administración como un solo funcionario, el protocolo masculinista y asertivo del "porque lo digo yo", el "vuelva usted mañana", tan sufrido a diario en empresas públicas y privadas, en el INI como en cualquier inmobiliaria o rollo turístico (recuerdo, por ejemplo, que anduve investigando ingenuamente un poco de Sofico), y tanto "vuelva usted mañana" me llevó a escribir una biografia/ensayo de Larra, libro mío y primero que nace tanto de la devoción por el romántico como del paralelismo de la experiencia. Aquí en Madrid, cualquier jefe de negociado de segunda le dice "vuelva usted mañana" a don Mariano José de Larra. En El Salvador le pegan cuatro tiros.

Corolario: que nuestra sociedad no quiere informar ni que informen sobre ella, en la misma medida que no quiere ser informada. Yo creo que la razón subliminal de que se vea tanta telerrobles y no se lean tantos periódicos no está en la nocilla ni otros anuncios, que sacan jais muy arregladitas, sino en que el subconsciente doméstico y el alma en zapatillas del árabe español prefiere la televersión de las cosas, que siempre es una versión atenuada, muy on the rocks, mientras que el periodismo que hacemos aquí mismo y en otros periódicos es de garrafa, quema la garganta. Salir ahora con que Larra tiene influencia de Courrier y otros modelos franceses es tan novísimo como salir con que Rubén Darío la tiene de Verlaine y Baudelaire. La cuestión es si Larra tiene carné o no, si los cuatro periodistas holandeses tenían carné o no. Sería lamentable que hubieran muerto ejerciendo el derecho democrático universal a la información y que encima fueran unos particulares, unos piernas, unos parias, a efectos, por ejemplo, de nuestra facultad de Ciencias de la Información y de la cosa. Orson Welles acaba de decirlo:

-Yo, en la guerra de España, habría luchado con la República y ahora estaría muerto.

Es un periodista que se sublimó en el cine como otros lo hacen en la literatura (y otros en las oficinas de Prensa de los ministerios). A más informática, menos información. La cibernética quiere darnos muchos datos y pocas verdades. Estos cuatro holandeses errantes del gran reporterismo romántico hacían información directa y no reelaboraciones de dossier sometidas a un ordenador de datos y un proceso codificador de la muerte y la sangre. Parece una cosa tercermundista, pero yo diría que, en esto de la información, casi todo presidente de Gobierno vive su Napoleón Duarte interior que odia la información. Ha sido en El Salvador, pero podría haber sido en otra parte. La sociedad transparente de mi querido Pániker es un búnker de datos que no filtra hechos. En el planeta de los datos, sólo los holandeses, los españoles y los muertos pretenden dar noticias.

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