El desacuerdo del Consejo de Ministros de la CEE provoca el aplazamiento hasta marzo de las negociaciones con España

Malas noticias para España, ayer, en Bruselas. El Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de los diez, que intentaba, desde el pasado mes de noviembre, encontrar un acuerdo para sus problemas internos, ha decidido aplazar sus trabajos, como pronto, hasta el próximo mes de marzo. Ello quiere decir que el informe sobre política agrícola mediterránea -imprescindible desde el punto de vista de la CEE-, para poder desbloquear la negociación agrícola con España, continuará cerrado. Consecuentemente no podrá producirse ningún avance real en el conjunto de las negociaciones con España hasta,...

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Malas noticias para España, ayer, en Bruselas. El Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de los diez, que intentaba, desde el pasado mes de noviembre, encontrar un acuerdo para sus problemas internos, ha decidido aplazar sus trabajos, como pronto, hasta el próximo mes de marzo. Ello quiere decir que el informe sobre política agrícola mediterránea -imprescindible desde el punto de vista de la CEE-, para poder desbloquear la negociación agrícola con España, continuará cerrado. Consecuentemente no podrá producirse ningún avance real en el conjunto de las negociaciones con España hasta, como muy pronto, dicha fecha.El nuevo fracaso del Consejo de Ministros comunitario ha llegado al mismo tiempo, además, que una información procedente de la Comisión Europea, según la cual, Portugal firmará el tratado de adhesión a finales de este año o principios de 1983, calendario que sería refrendado próximamente por el comité de representantes permanentes de los diez.

A las 18.30 horas de ayer se anunció oficialmente, en el palacio de Egmont -sede temporal del Consejo de Ministros de la CEE-, que el acuerdo era imposible. De nada han valido los esfuerzos del ministro belga -presidente de turno-, que ha convocado tres veces consecutivas a sus colegas en menos de dos meses para, en sesiones de trabajo agotadoras, intentar aproximar posiciones. En el último momento, como casi siempre, los desacuerdos entre el Reino Unido y Francia se demostraron insalvables: ni Claude Cheysson ni lord Carrington estuvieron dispuestos a ceder, pese a las presiones de otros países.

El principal problema lo sigue constituyendo la aportación británica al presupuesto comunitario: un conflicto que se desató en 1979 y que fue momentáneamente resuelto en mayo de 1980. Los británicos se quejan, con razón, de que su contribución a los gastos de la CEE es excesiva. Sus colegas lo reconocen, pero explican que es debido a la peculiar estructura del comercio exterior del Reino Unido y ofrecen soluciones insuficientes, a juicio de la dama de hierro, Margaret Thatcher, que trajo de cabeza a Giscard d'Estaing y que parece dispuesta a hacer desaparecer la fuerza tranquila de François Mitterrand.

Fórmulas mágicas

Los intentos sucesivos de la presidencia del Consejo y de la Comisión por encontrar fórmulas mágicas fracasaron uno detrás de otro. Londres exige que se le restituya una parte de su contribución durante siete años (cuatro, dice la CEE), que se fijen unos montantes determinados segúrise desarrollen los acontecimientos, que la degresividad no sea automática... Imposible, dice Francia, pese a que sabe que Londres tiene un as: el aumento de los precios agrícolas, que debe ser fijado antes del día 1 de abril y que, según todos los observadores, la señora Thatcher puede bloquear si no obtiene previa satisfacción a sus demandas.

El ministro belga, Leo Tindemans, y el presidente de la Comisión, Gaston Thorn, se han comprometido a realizar inmediatamente una gira por las capitales de los diez en busca de nuevos argumentos y soluciones que ofrecer a Londres y París. La nueva oferta será examinada en el Consejo Europeo -reunión de jefes de Estado y de Gobierno- prevista para el 30 de marzo. Mientras tanto, continuarán bloqueados los otros capítulos incluidos en el mandato de 30 de mayo, entre ellos el de reformas de la política agrícola mediterránea, imprescindible para desbloquear, a su vez, la negociación para la adhesión de España. "Quedaría aún tiempo suficiente para respetar el calendario propuesto por Madrid", explicó a EL PAÍS un funcionario de la Comisión, pero si la cumbre fracasa, el 84 se alejará sin remedio.

Mientras tanto, todo va a continuar como está previsto: en la reunión ministerial prevista para marzo, España y la Comunidad discutirán en profundidad seis capítulos (véase EL PAÍS, 20 de enero de 1982).

Mejor parecen girar las cosas para Portugal. Su primer ministro, Francisco Pinto Balsemão, en visita oficial a Bruselas, vuelve a su país con una promesa, casi formal, de firmar el tratado de adhesión, como muy tarde, en los primeros días de 1983, es decir, de realizar el ingreso efectivo en 1984. Lisboa discutirá, el próximo 22 de febrero, seis capítulos de su propia negociación, en mayo o junio correrán la misma suerte los de unión aduanera, relaciones exteriores, asuntos sociales (uno de los más importantes) y Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Y a finales de año, agricultura y pesca.

Un calendario rnuy claro que Madrid no ha obtenido aún. La Comisión sigue insistiendo en que, a su juicio, la integración de España y de Portugal debe realizarse de forma paralela, pero reconoce que son negociaciones distintas y que Lisboa podría firmar antes que Madrid. "Sólo unos meses", añaden.

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