Tribuna:

El delirio senil del imperialismo

Nada tan insoportable como el miserable espectáculo actual de los presuntos señores del mundo (equipo Reagan-OTAN, equipo Breznev-Pacto de Varsovia), de finitivamente descolocados por el sucesivo discurso del conflicto árabe-israelí/crisis energética, estallando ahora como revolu ción nacional del Islam, que hace explotar el viejo statu quo de los dos grandes bloques (doble ros tro esquizoparanoide del mun dializado imperio occidental) so bre la zona estratégica del petró leo. La crisis energética de los occidentales -reduplicando su ya cronificada crisis monetaria, reimpulsando ese sec...

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Nada tan insoportable como el miserable espectáculo actual de los presuntos señores del mundo (equipo Reagan-OTAN, equipo Breznev-Pacto de Varsovia), de finitivamente descolocados por el sucesivo discurso del conflicto árabe-israelí/crisis energética, estallando ahora como revolu ción nacional del Islam, que hace explotar el viejo statu quo de los dos grandes bloques (doble ros tro esquizoparanoide del mun dializado imperio occidental) so bre la zona estratégica del petró leo. La crisis energética de los occidentales -reduplicando su ya cronificada crisis monetaria, reimpulsando ese sector punta que es el complejo industrial-militar- Financia e impulsa la revolución nacional islámica, implantando la acelerada inserción de sus cúspides económico-políticas en el club central de las macrodecisiones sobre el mercado mundial.La muerte de Sadat es un puro síndrome de la explosiva intensidad de ese revolucionario proceso que sacude al mundo árabe, afirmando su particular autonomía político-religiosa frente al Leviatán industrial occidental (USA-URSS). La invasión soviética de Afganistán hubiese cambiado de imagen política en caso de que la disparatada aventura Carter -comando rescate rehenes de la sanguinaria revolución iraní- hubiese tenido éxito. Si ello se hubiese conseguido dentro del contexto operacional de tipo global en que tenía que rodarse esa caricaturesca versión del desembarco en Iwo Jima, la guerra Irán-Irak no hubiese estallado tan inmediata y oportunamente. Ni Gadafi hubiese explicitado tan deprisa tan excesiva pasión prosoviética.

Son cálculos probables sobre ese mundializado escenario en el que la serie de los rostros que personifican Irán, Libia, Arabia Saudí, Palestina se enfrentan de una u otra forma a sus equivalen tes carátulas occidentales: la se rie de rostros seniles presididos por esos tres supervivientes que son Reagan, Breznev y Wojtyla. Giscard-Mitterrand, Schinidt Brandt-Wehner, la inefable ma drecita Thatcher pertenecen a esa misma serie. El rostro del propio Calvo Sotelo es la este reofónica versión española de esa misma serie: su más joven e ingenuo representante. Radical mente marcado por el 23-F, que ha sido su máximo capital político junto con la magnífica austeridad expresiva con que su imagen física consagra la eviterna y severa seriedad del poder, el Gobierno, el Estado, soñándose por encima de los acumulados disparates de su partido, de sus ministros. En poco tiempo vamos a ver cómo tan circunspecto señor juega su última baza decisiva: la remodelación de su Gobierno actual. Ahí se juega su última posibilidad frente a las inminentes elecciones generales. Ahí, y no en el apresurado barullo de ingresar en la OTAN deprisa y corriendo, haciendo explotar una ya insinuada movida nacional de masas, en la que UCD se haría definitivamente pedazos sin haber llegado a gozar de su estereofónica identificación con la gran derecha.

Sobre nuestro país el fantasma de la gran derecha es la penúltima ilusión canovista y el ingenuo equivalente nacional de la estereofónica resurrección y revival de los años cincuenta, culminando en el tándem imperial Reagan-OTAN versus Breznev-Pacto de Varsovia. Detritus senil del viejo mundo de aquellos años, personifican la avanzada arterioesclerosis del imperialismo occidental, delirando controladamente la explosión nuclear del planeta. Ultima legitimación soberana del esquizoide imperio mundial que funda y sostiene la antagónica complicidad USA-URSS: su pavoroso duopolio industrial-militar administrando la expansión universal del terror atómico. El terrorista simulacro de los inminentes riesgos de un holocausto nuclear se sigue soñando, ahora mismo, necesario y audaz golpe de timón sobre el emergente caos de esta incipiente sociedad industrial posmoderna que ya estamos viviendo.

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De la modernidad heroica de Occidente regida por la escritura

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impresa de la Ilustración a la estereofónica actualidad de nuestro tiempo posmoderno hay un tan radical salto que los mayores de sesenta años (y cohortes-clientes cincuentonas), personificando las más altas nomenclaturas económico-políticas, quedan patéticamente descalificados para entender la sagrada tragicomedia de su inmediato destino en esta incierta época. ¿Cómo puede descansar el futuro político de una humanidad planetaria en este aquelarre de gerontes seniles que actualmente personifica el esquizoide imperio de Occidente? El terror del milenio que viene llega envuelto del espanto nuclear. Inminencia apocalíptica cuyo vértigo, desde cuatro o cinco años a esta parte, fascina a aquella misma gente que hasta poco antes se imaginara vanguardia crítica europea. Para la actualidad del país vecino, Francia, resulta tan significante en este año el consumo de 400.000 ejemplares de Nostradamus anunciando el fin del mundo, como el triunfo electoral de Mitterrand y el socialismo. Se calcula en poco más de 100.000 el número de alemanes (República Federal) que tras este año habrán escapado de su amenazada patria en busca de un territorio más seguro para su particular y confortable caudal.

Sobre la cronificada depresión económico-política de los europeos (Mercado Común) pesa su apocalíptica servidumbre a la alternativa OTAN, novísima política económica del naftalínico liberal Reagan, resolviendo estereofónicamente la endémica e insidiosa crisis económica del bloque imperial que senilmente representa. Imagino advertir un mínimo de racionalidad política colectiva, interior a la pacificación imperial del etnoterritorio occidental, en el planetarizado movimiento del Leviatán industrial. Calculo así que en los próximos diez años vamos a asistir a la paulatina y explosiva crisis del infernal disparate que en la actualidad. representa la antagónica complicidad de las organizaciones militares OTAN-Pacto de Varsovia, retrotrayendo a los años cincuenta los fantasmas apocalípticos de la guerra nuclear. Mientras ese cortocircuito esquizoparanoide no se disuelva no hay ninguna salida para el estancamiento económico del doble imperio occidental: USA Mercado Común/URSS-Comecon. A uno y a otro lado del patético telón de acero, las masas europeas inician ya un movimiento generalizado de revuelta frente a su siniestra explotación por la locura apocalíptica de los señores de la guerra, usacos y sovietoides. El lamentable espectáculo de la Conferencia de Seguridad de Madrid, el intolerable juego de la imparable carrera armamentista, el congelado revival de los heroicos cincuenta, el onírico regreso liberal a 1890 es todo lo que esta saturnal gavilla -los viejos de la tribu occidental-, reliquia generacional de su agotado tiempo, tiene que ofrecer como futuro colectivo de las, generaciones más jóvenes.

Sobre el horizonte planetario del año 2000, la siniestra garrapata del imperialismo senil es el más tenebroso cáncer pesando sobre el destino de los humanos. Pues, mientras tan abyecta voluntad de poder se imagine regir los destinos.del mundo, la única imagen posible de futuro se dice apocalipsis. Progresivamente se deja entrever que el único mundo que definitivamente se acaba es el de. tan miserable y genocida farsa. Entre tanto, y pacientemente, uno se dispone a asistir al inexorable descenso a los infiernos de tan estereofónicos farsantes. Pocos años de vida tienen ya por delante estos patéticos supervivientes del antiguo régimen.

Carlos Moya es decano de la facultad de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

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