Cartas al director

Azaña y las elecciones

En EL PAIS del miércoles 21 de octubre, y en su sección "Cartas al director", don Emilio Torres Gallego me dirige una violenta andanada a propósito de mi intervención en el programa de Televisión Española La víspera de nuestro tiempo, emitido el pasado día 13. Según el señor Torres, yo lancé allí una "infame e inverosímil acusación" contra don Manuel Azaña, acusación que, por lo demás, no tenía "relación alguna con el objeto de tal programa" ("La proclamación de la República"): "nada menos que la de que había pretendido que Martínez Barrio diera una especie de golpe de Estado y anulase ...

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En EL PAIS del miércoles 21 de octubre, y en su sección "Cartas al director", don Emilio Torres Gallego me dirige una violenta andanada a propósito de mi intervención en el programa de Televisión Española La víspera de nuestro tiempo, emitido el pasado día 13. Según el señor Torres, yo lancé allí una "infame e inverosímil acusación" contra don Manuel Azaña, acusación que, por lo demás, no tenía "relación alguna con el objeto de tal programa" ("La proclamación de la República"): "nada menos que la de que había pretendido que Martínez Barrio diera una especie de golpe de Estado y anulase las elecciones de 1933, cuyo resultado fue favorable a las derechas". Como mi relato -que no acusación- se basaba en las memorias inéditas de Martínez Barrio, el señor Torres me pregunta "qué clase de acceso he tenido a estos documentos, y quién me ha autorizado a examinarlos". Pues bien, contestaré al señor Torres con mucho gusto. Ante todo ' quiero subrayar que sí tenía que ver lo que yo dije con el tema que se estaba tratando en el programa. Concretamente, se hablaba en ese momento de la pulcritud democrática con que el rey Alfonso XIII aceptó las elecciones del 12, de abril de 1931. Como contraste, yo recordé el hecho de que nada menos que don Manuel Azaña se negó a aceptar el resultado de otras elecciones perfectamente legítimas: las que en 1933 presidió don Diego Martínez Barrio. En segundo lugar: accedí a las memorias aludidas -y que se hallaban depositadas en el Archivo Histórico Nacional, de Madrid- porque la Editorial Ariel, de Barcelona, interesada en su publicación y autorizada, como es lógico, para estudiarlas previamente, me invitó, a través de su representante don Alejandro Argullós, a que las examinase con él, a fin de que, con criterio de historiador, diese mi parecer sobre el interés de su contenido. Durante dos mañanas, y en compañía del dicho señor Argullós, que me instó repetidamente a que le prestase e.ste favor, estuve leyendo las memorias. En ellas tropecé con la noticia que tanto ha soliviantado al señor Torres: el intento de Azaña de que no se diesen por buenas las elecciones que ganaron las derechas. En cuanto a la "transmisión de esa noticia", es perfectamente lícita; cosa muy distinta hubiera sido la reproducción textual de un fragmento mayor o menor de la obra de don Diego Martínez Barrio. Por último, yo también quisiera pedir explicaciones al señor ToPasa a la página 10 Viene de la página 9

rres por su expresión: "infame e inverosímil acusación". Ni acusación ni infame. Me limité a relatar un hecho, tal como lo registra el señor Martínez Barrio. Si ese hecho es calificable de infame, trasládese el calificativo a quien lo perpetró. El señor Torres no conoce, por lo visto, el original cuya intangibilidad tanto defiende. En cuanto a la actitud histórica de las izquierdas republicanas en 1933, negándose a "aceptar" los resultados electorales arrojados por las urnas -en unos comicios, cuya pulcritud honra muy ciertamente al señor Martínez Barrio, que los presidió-, es cosa indiscutible (ahí está la "revolución de octubre" para probarlo). Y a la larga, esa actitud, tan poco democrática, fue una de las causas decisivas del fracaso del régimen y del estallido de la guerra civil, cuyas consecuencias sufrimos en nuestra carne tantos españoles./ historiador.

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