Irán, tras la muerte del presidente y del primer ministro

Un leal servidor del imán

Mohamed Alí Rayai, efímero presidente de la República Islámica iraní, ha sido hasta su muerte un hombre desprovisto de imagen cuya característica fundamental fue su lealtad absoluta al guía de la revolución, ayatollah Ruhollah Jomeini. Menospreciado por Banisadr, que se opuso con todas sus pocas fuerzas a la designación de Rayai como primer ministro, este sobrio maestro nacido en Qashvin, cerca de Teherán, en 1933, acabó ganándole la partida al hombre que decía de él que tenía "la inteligencia de un mósquito". Banisadr fue depuesto con la aquiescencia de Jomeini, que optó entonces por e...

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Mohamed Alí Rayai, efímero presidente de la República Islámica iraní, ha sido hasta su muerte un hombre desprovisto de imagen cuya característica fundamental fue su lealtad absoluta al guía de la revolución, ayatollah Ruhollah Jomeini. Menospreciado por Banisadr, que se opuso con todas sus pocas fuerzas a la designación de Rayai como primer ministro, este sobrio maestro nacido en Qashvin, cerca de Teherán, en 1933, acabó ganándole la partida al hombre que decía de él que tenía "la inteligencia de un mósquito". Banisadr fue depuesto con la aquiescencia de Jomeini, que optó entonces por el enseñante de escuela de quien el imán dijera que "su virtud es superior a su sabiduría". Con la misma tenacidad que empleó en la luchalcontra el destronado sha, sufriendo torturas y cárcel en varias ocasiones, fundó con el también asesinado Javad Bahonar la Asociación Islámica de Maestros. Rayai luchó luego desde la cartera de Educación contra Banisadr, y más tarde, ya desde la jefatura del Gobierno, contra la extensión de los poderes de la presidencia que hered6 el pasado 25 de julio seriamente recortados, "con humildad islámica" tras su elección en plebiscito presidencial.

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Sólo en una ocasión salió al extranjero, a la Organización de Naciones Unidas en noviembre de 1980. Allí exhibió, descalzo, las heridas que recibió bajo la tortura de la policía imperial. Sus enemigos dijeron entonces que no había podido mostrar entonces nada más que sus heridas.

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