Tribuna:

La merluza

La merluza hervida, que es mi único alimento (he perdido tres kilos en un mes: hay que estar ligero de equipaje, como los hijos de la mar, por si el 15/15), la merluza hervida, digo, está hoy, cuando escribo, bajo amenaza de los patrulleros franceses. Vienen ministros galosocialistas, va Felipe a la investidura de Mitterrand, pero la Europa no se comporta y no sólo dudan de nuestra democracia, sino que hasta dudan de que la merluza que nosotros pescamos sea nuestra. La verdad es que aquí nadie echa una mano. Lo cual que es cuando más falta nos haría ahora, aunque Markham, ...

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La merluza hervida, que es mi único alimento (he perdido tres kilos en un mes: hay que estar ligero de equipaje, como los hijos de la mar, por si el 15/15), la merluza hervida, digo, está hoy, cuando escribo, bajo amenaza de los patrulleros franceses. Vienen ministros galosocialistas, va Felipe a la investidura de Mitterrand, pero la Europa no se comporta y no sólo dudan de nuestra democracia, sino que hasta dudan de que la merluza que nosotros pescamos sea nuestra. La verdad es que aquí nadie echa una mano. Lo cual que es cuando más falta nos haría ahora, aunque Markham, del New York Times, me ha tranquilizado esta mañana con su llamada:-Mi periódico me manda a lo de Polonia, lo que quiere decir que no prevén acontecimientos en España, de momento.

Tiene razón Markham, mi admirado y querido amigo: los golpes que no anuncia el New York Times es que no se van a dar nunca, aunque se hayan dado ya. Es lo que pasaba antes aquí: que había que morirse por el Abc, mucho más de fiar que el registro civil en esto de los muertos. Parece que nos hemos metido en la zona octava de las aguas comunitarias, y en la zona octava es donde están las merluzas más gordas, las que luego le ponen a uno en Casa Maxi, en Sacha, en Acuario, en Zalacaín y en la marisquería de Majadahonda, donde a veces me entreveo con Paloma San Basilio. La democracia, el socialismo y el Mercado Común no le dan un margen de confianza ni una raja de merluza a nuestra transición. Hasta ahora, sólo nos han dado consejos. Uno piensa que, cuando no se deciden a apoyar con firmeza nuestra democracia, es porque en lo hondo no están muy firmes en las suyas propias, amenazadas por el separatismo en Gran Bretaña y Francia, por el terrorismo en Italia y por el neofascismo en Alemania. O sea, que está la merluza en el tejado. El embajador español, Gabriel Ferrán, ha estado enérgico y bien. Voy al restaurante de cuatro tenedores y, antes de pedir merluza, le pregunto al camarero:

-¿Se ha visto pasar algún patrullero francés?

No quisiera yo un contencioso con los infrarrojos de Mitterrand por una rodaja de merluza con aceite atípico y limones redondos y lorquianos. Anoche, Rocío Dúrcal (delicada violencia de esta lírica criatura) nos cantó hasta las cuatro de la mañana, rancheras mayormente, con su gran mariachi mejicano. Alguien me dice que todo el mundo editorial catalán va a trasladarse a Méjico, por salvarse financieramente de la democracia asesina de Calvo Sotelo. Pura intoxicación informativa y alarmismo de quienes, a falta de imaginación, venden alarma. Emma Cohen me recuerda que, después de la neumonella y los calores, tiene que venir la calina, como el verano pasado. La calina alarmista no le deja a uno respirar hasta las cuatro de la mañana. José Antonio Escudero quiere llevarme a Ibiza a hablar de la censura (ya decía yo). Aprovecharé la isla para pescarme yo mismo las merluzas, si no hay patrulleros franceses en la costa. Anne Marie, la francesa que tan eficazmente lleva Argos/Vergara, me anuncia que va a publicar a Mitterrand traducido al castellano. Los españoles van a enterarse de lo que es un político doblado de escritor, como Azaña o Tierno. (Girón tenía su marcha, pero era otra cosa: nada que ver, en realidad.) Yo voy a escribir La merluza (algo así como El rodaballo, de Günter Grass, pero en mesetario), para que Anne Marie lo traduzca al francés y Mitterrand se entere de que en lo de la merluza nos va a los españoles la supervivencia democrática. Noworyta, embajador de Polonia, me invita a película y buffet. Entre el imperialismo eslavo y el fascismo ribereño, pueden dejar a Europa sin merluza. Cuidado, que España sólo es una viñeta. Yo, de momento, me he pasado a los berberechos.

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