Tribuna:

¿París o Buenos Aires?

No es tiempo de neutralidades ni a ningún país le ruedan las cosas a su aire, sin modelo ni carril preestablecido, nos recuerdan a todas horas los que quieren hacernos optar (o van a optar, aunque no queramos) por la neumonía atípica de Torrejón contra la pulmonía doble moscovita. Otro día hablaremos de esta opción y de cómo es preciso ir a la contra de la elección misma: queda prometido. Por el momento nos urge mucho más decidirnos por uno de los dos cuernos de un dilema más acuciante: París o Buenos Aires. No se trata de dos extremos absolutos, de lo perfecto y soñado contra lo apocalíptico,...

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No es tiempo de neutralidades ni a ningún país le ruedan las cosas a su aire, sin modelo ni carril preestablecido, nos recuerdan a todas horas los que quieren hacernos optar (o van a optar, aunque no queramos) por la neumonía atípica de Torrejón contra la pulmonía doble moscovita. Otro día hablaremos de esta opción y de cómo es preciso ir a la contra de la elección misma: queda prometido. Por el momento nos urge mucho más decidirnos por uno de los dos cuernos de un dilema más acuciante: París o Buenos Aires. No se trata de dos extremos absolutos, de lo perfecto y soñado contra lo apocalíptico, sino de las dos vertientes de la estrecha arista sobre la que funambulea España. En lo que no podemos instalarnos, ni aun queriendo, es en el modelo UCD, que ha resultado ser como Ias bayonetas del cuento, apto para todo, salvo para sentarse encima (a propósito, en España las bayonetas se fabrican con tal solera toledana que sí sirven de poltrona dictatorial). De aquel dudosísimo centrismo suarista, ya quedaba poco antes del veintitrés de Tejero, así que figúrense después. Ahora, los socialistas tendrán que decidir si quieren seguir siendo el suplemento que al centro le falta para sacar la cabeza del pantano derechista (y derechista «a la española», que no es cualquier cosa) o convertirse realmente en una alternativa tipo Mitterrand, que tampoco es pecar de jacobinos. Lo que desde luego no podía dar sino el juego que está dando es apoyar ominosas leyes de Defensa de la Constitución y ponerlas como carta blanca en las manos de quienes recién salidos del Parlamento tomado ya volvían a darles con la puerta del Gobierno en las narices. O continuar con la política autonómica antipopular y timorata que han llevado hasta ahora y que ha propiciado espectáculos como el reciente de la expulsión del Parlamento Foral navarro de los parlamentarios justificadísimamente indignados por el trágala de Del Burgo. Así no se va hacia Mitterrand, sino que se llama a Videla.Vamos con los malos aires que nos llegan como soplados de Buenos Aires. Lo de Almería huele a Argentina por los cuatro costados, para qué nos vamos a engañar. Y lo de ese detenido bilbaíno que no aparecía ni en los calabozos de Bilbao ni en los de Madrid y a estas alturas no sé si su abogado habrá dado ya con él o se lo encontrará víctima de la atípica bronconeumonía de Arregui, también. Y lo de que en este momento en Euskadi se pueda ser detenido y golpeado sin ninguna acusación precisa, por simpatizar con determinada coalición o por parentesco con un exiliado, ídem de ídem. Y no digamos si es el señor Ballesteros y el sindicato de policías quienes van a terminar diciendo qué grupos políticos deben ser legales y cuáles ilegales en este país. ¡Lo que nos quedaba por ver! No creo que en ningún país de Europa se atreviese un ministro a dar las «explicaciones» que nos propinó Rosón sobre el espeluznante suceso de Almería; estoy seguro de que, caso de hacerlo, no sobreviviría políticamente a ellas. Y, sin embargo, ahí le tienen. La excusa del clima de zozobra y tensión creado por el reciente atentado de Madrid (recogida con servil complacencia por los diarios pro gubernamentales) es antológica. ¡Imagínense un médico que se excusara de haber confundido una apendicitis con una autopsia alegando exceso de trabajo! Dentro de la óptica rosoniana, la responsabilidad por el atentado a Jiménez Losantos en Barcelona se aliviará, supongo, dado el clima de tensión y malestar creado por el manifiesto que firmó: impecable e implacable conclusión, una variante de la cual supone que la tensión y malestar se debe a quienes no comulgamos con el malhadado documento (esta última no es de Rosón, cierto, sino de quienes a toda costa tienen que vender ruido). Pero aún caben conjeturas más alarmantes sobre lo de Almería: ¿quién hubiera creído en la perfecta inocencia de las víctimas si hubieran sido de Rentería en lugar de proceder de Santander? Y aún más grave: ¿se hubiera escandalizado la opinión pública -partidos políticos incluidos- de lo ocurrido si los muertos hubieran sido realmente de ETA ? Estas cosas miden el nivel de corrupcion y deterioro de una situación política. Las concesiones al golpe nos están minando. La lenidad en el trato a delincuentes que vistan uniforme no puede hacerse pasar por respeto al honor de las Fuerzas Armadas, so pena de hacerlas a todas cómplices de los desafueros de unos cuantos. Y cuando eso ocurra, cuando las salpicaduras de una tolerancia basada en complaciente debilidad han llegado más y más alto, termina por suceder algo tan gordo que necesita ser tapado por todo un golpe. Pregúntenselo a los exiliados argentinos quienes no quieran repetir la tragedia porteña.

En el breve plazo que media entre el comienzo de la redacción de este artículo y la línea que ahora me ocupa, otros dos acontecimientos confirman que, aunque los españoles estén mayoritariamente decididos a que vayamos hacia el modelo francés, hay quien ya ha decretado, por su parte, que la salvación está en videlizarnos. Por un lado, los acontecimientos en Televisión Española: un ministro y sus acólitos ponen el grito en el cielo porque se pretenda juego limpio informativo sobre un tema como el de la OTAN que por lo visto es refractario a la limpieza; Gabilondo pasa al paro por dejar que se expresen los parados mismos, en lugar de dar la palabra exclusivamente a quienes hablan de los parados, por los parados y en vez de los parados. Y, en segundo lugar, la reposición del 23 golpista en el Banco Central de Barcelona, con sus misterios (a la hora que escribo, no se sabe por qué el número de asaltantes se redujo de veinticuatro a once en el momento de la detención) y su cínico toque de humor (alguien cuenta como si tal cosa que se trata de elementos anarquistas pagados para desprestigiar a la Guardia Civil; pronto se sospechará que Tejero era un audaz muchacho de la FAI con una concepción sumamente paradójica de la propaganda por la acción...). Se guardaron dos minutos de silencio contra el terrorismo hace unos días: pero que el silencio no se convierta en vicio, que no se acumule silencio sobre lo de Almería, sobre lo de Yolanda González, sobre lo del 23 de febrero y lo del 23 de mayo, sobre el paro, sobre la suerte de los detenidos y su trato.... porque quizá cuando queramos romper a hablar sea ya demasiado tarde y la elección entre París o Buenos Aires esté hecha sin nosotros y contra nosotros.

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