Tribuna:"SPLEEN" DE MADRID

La primavera

Escribo a veintiuno, como puedo, por publicar el martes veinticuatro, escribo en primavera -hoy ha nacido-, sobre el golpe de Estado del ciruelo.El ciruelo con flores prematu- ras, que florece ignorante de la sangre, ah la ignorancia blanca del ciruelo, cuyas ciruelas helará la Historia. Hoy se ha encendido frente a mi ventana, única ho guera en paz de toda España; de la flor a la fruta hay una historia en la que mueren muchos milita res. Porque la primavera/ochenta y uno, abonada con pólvora extranjera, es la tumba olorosa y prematura de quienes sólo somos espafioles. Escribo a veintiuno, ant...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Escribo a veintiuno, como puedo, por publicar el martes veinticuatro, escribo en primavera -hoy ha nacido-, sobre el golpe de Estado del ciruelo.El ciruelo con flores prematu- ras, que florece ignorante de la sangre, ah la ignorancia blanca del ciruelo, cuyas ciruelas helará la Historia. Hoy se ha encendido frente a mi ventana, única ho guera en paz de toda España; de la flor a la fruta hay una historia en la que mueren muchos milita res. Porque la primavera/ochenta y uno, abonada con pólvora extranjera, es la tumba olorosa y prematura de quienes sólo somos espafioles. Escribo a veintiuno, anticipado, les escribo a las flores del ciruelo, el solfeo de marzo en cada rama, flores que son sagra das por la duda de si tendrán la compañía del fruto. Por qué la incertidumbre, el ciclostyl; por qué flores de pólvora en la nuca; por qué se ve más clara en primavera la calavera azul del terrorismo.

Estamos aún en guerras fronterizas, en fanatismos de color aldea, ignoramos por siempre que la tierra da ciruelos, magnolios, lentos sauces, el patriotismo natural del aire y la coloración de los cultivos. El dinero financia más dinero, ya se ha quedado solo el asesino: mirad su gran cuchillo de inscripciones, la sintaxis confusa con que mata. La primavera, Bertolt, los almendros, lo que no hay que cantar cuando alguien sufre, es el golpe de Estado que proclamo, que proclama el ciruelo en mi ventana.

Agiotistas distantes, dinerarios, mandan matar soldados, serafines, interrumpir así la primavera.

Entre la flor y el fruto hay una historia, la dialéctica en paz, agricultora, pero el ladrido de la metralleta quiere respuesta, rabia entre los perros. Democracia del aire, roussoniana, tipografía de flores, ley del mundo: sólo unos hombres tristes, que se aburren, forrados por el oro como muelas (ay la muela aburrida en cárcel de oro), patrocinan la muerte y su retórica, promocionan España contra España.

Matan soldados, ángeles peatones, interrumpen el cielo en las fronteras. Este año los ciruelos son sagrados porque la democracia está en peligro: libertad es la música de cámara de las primeras flores de este día trocándose con paz y con semanas en la novela densa de los frutos. Nuestra vida depende de un ciruelo, de que flotezca o no el peral trasero. Justo el trecho que va de flor a fruto es la tregua de España hacia otra cosa. Camacho habla del paro, el presidente duda en marengo lo que está pasando, Ferrer Salat -quiere esperar un poco, hacen como que el aire está en su sitio. Se habla de Dostoiewski en suplementos, se asiste a centenarios eruditos, pero esto es nuestro propio centenario (como aquél que asistió a sus funerales). Alguien celebra nuestro centenario alza copas de noche entre pistolas.

Sólo la primavera, tan ingenua que ni siquiera lee editoriales, deja en claro la faz de los culpables, sólo la niña errática, desnuda, niña de Juan Ramón, tenue testigo, nos dice que se mata por dinero, sólo la confabulación de los ciruelos, el morse de los brotes, dulce télex, nos da noticia urgente de la guerra, de lo mal que lo pasan las cosechas cuando el crimen decide hacer justicia. Yo no creo en los que matan, en ninguno, yo doy, como el círuelo, lo que tengo. Mitterrand y Felipe, Willy Brandt, saben que el socialismo, flor tenaz, nunca dura hasta el fruto, que otros mercan.

.Escribo en prímavera, como puedo, artillería de flores en mi pecho. Democráticamente va el cerezo recontando los votos y los pétalos. La primavera negra, día veintiuno, no ha olvidado ninguno de sus muertos. Haig y Breznev, con cara de autogíro, ensombrecen el tiempo con su vuelo.

Aquí, en Madríd, pólvora y primavera se vigilan de lejos, por los parques.

Archivado En