Editorial:

La eterna desgracia de Pakistán

POLITICOS DE la oposición, periodistas, intelectuales forman la última gran bolsa de presos en Pakistán, en el momento en que unos secuestradores aéreos amenazan con volar un avión con más de cien rehenes a bordo si no se libera a algunos presos políticos de anteriores redadas: es la respuesta del general Zia Ul-Haq, que ocupa el poder desde 1978, y que no ha vacilado en ensangrentarse abundantemente las manos (entre otras víctimas, el primer ministro anterior, Ali Bhutto, ejecutado en abril de 1979, tras una parodia de juicio). Las desgracias de este país son antiguas y, al parecer, inagotabl...

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POLITICOS DE la oposición, periodistas, intelectuales forman la última gran bolsa de presos en Pakistán, en el momento en que unos secuestradores aéreos amenazan con volar un avión con más de cien rehenes a bordo si no se libera a algunos presos políticos de anteriores redadas: es la respuesta del general Zia Ul-Haq, que ocupa el poder desde 1978, y que no ha vacilado en ensangrentarse abundantemente las manos (entre otras víctimas, el primer ministro anterior, Ali Bhutto, ejecutado en abril de 1979, tras una parodia de juicio). Las desgracias de este país son antiguas y, al parecer, inagotables, y en una gran parte atribuibles a su situación internacional. Nació de una decisión arbitraria de la descolonización inglesa, compuesto de dos mitades lejanas y separadas una de otra por territorio indio; es decir, de su enemigo designado, puesto que Pakistán fue inventado por el Reino Unido para sostener una permanente inquietud en la India. La inquietud terminó en guerra: Pakistán la perdió en condiciones terribles, se quedó para siempre sin su mitad oriental -hoy, Bangladesh- y comenzó a conocer toda clase de disturbios. Sustituida la hegemonía del imperio británico por la del imperio americano, Pakistán se convirtió en una fortaleza frente a los movimientos revolucionarios asiáticos, como centro de una red de pactos militares. Para que esta fortaleza funcionase como tal era preciso un régimen fuerte o incluso tiránico: llegó a tenerlo con el golpe de Estado militar de Zia.Pero el problema interno de Pakistán no puede cesar: lo determina el mapa, además de la terrible pobreza asiática de su población. Desde la frontera de Irán recibe continuamente la doctrina chiita de Jomeini y su deseo de independizarse de Estados Unidos; hacia la frontera de Afganistán envía guerrillas -que adiestra en su territorio- para combatir el régimen comunista y la penetración soviética. Mientras, la India sigue manifestándole toda clase de reservas. Las oposiciones, de muy diversas índoles -religiosa, revolucionaria, simplemente hambrienta- se entretejen en algunas manifestaciones desesperadas; Zia no se preocupa en la clasificación ideológica de sus enemigos y los trata a todos con igual rigor: cárcel y horca. Y, en muchos casos, asesinatos políticos de los llamados «de fuente desconocida». Como en tantos otros puntos del mundo, la ascensión de Reagan y la filosofía de la contención han fortalecido a Zia en el poder. Una de las incógnitas que se presentan es la predicción científica de que Pakistán está a punto de alcanzar la bomba nuclear operativa; de hecho está produciendo energía nuclear desde 1977. Esta circunstancia mantiene una auténtica angustia en la zona y sobre todo en la India; un ejército nuclear paquistaní puede cambiar toda la zona. Y no se puede esperar de Zia, si continúa en el poder, una moderación en su uso.

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