Cartas al director

El golpe de Estado

Numerosas cartas han llegado a la dirección de EL PAIS sobre el golpe de Estado. Esta primera selección intenta recoger las variadas reacciones que los hechos del día 23 febrero suscitaron en nuestros lectores

Después de casi veinte horasde tensión, los españoles podíamos empezar a respirar tranquilos. Pero el susto del día anterior aún se manifestaba en la alegría que experimentábamos y en la fatiga de una noche en vela con la oreja pegada al transistor. Para mí, todo empezó a las 6.30, cuando, saliendo de clase, y en la misma calle, me enteraba del asal to al Congreso. En la confu...

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Numerosas cartas han llegado a la dirección de EL PAIS sobre el golpe de Estado. Esta primera selección intenta recoger las variadas reacciones que los hechos del día 23 febrero suscitaron en nuestros lectores

Después de casi veinte horasde tensión, los españoles podíamos empezar a respirar tranquilos. Pero el susto del día anterior aún se manifestaba en la alegría que experimentábamos y en la fatiga de una noche en vela con la oreja pegada al transistor. Para mí, todo empezó a las 6.30, cuando, saliendo de clase, y en la misma calle, me enteraba del asal to al Congreso. En la confusión del primer momento pensé que una burrada así sólo podía haber sido realizada por ETA (con perdón). Lo grave fue cuando al oír la radio me enteré de que eran guardias civiles con el señor Tejero a la cabeza (por ironía de la vida, esa misma mañana alguien me había negado que lo de Galaxia fuese verdad y que, desde luego, no había implicado ningún alto cargo en el asunto).

En el Parlamento no se jugaba sólo con la suerte de los representantes del pueblo, sino que era la de toda España la que estaba en juego; por eso esperábamos con temor la posible solidaridad de todas las Fuerzas Armadas con los golpistas.

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Cuando el hecho no se produjo, el entusiasmo me impidió pensar que no lo habían hecho por indecisión o falta de organización, sino porque el Ejército se está volviendo constitucional y firmemente leal a la figura de su Jefe (Juan Carlos), que es dignó Rey de todos los españoles.

Admirable también Gutiérrez Mellado por su valor; Landelino Lavilla, por su sangre fría, e incluso el «terrible» Fraga.

Ahora sólo nos queda esperar la claríficación de los hechos, porque es deseo de todos los españoles que se investigue a fondo, y si hay que cortar grandes cabezas (metafóricamente, porque, gracias a Dios, en este país ya no hay pena de muerte), que se haga, porque el teniente coronel Tejero no debe ser el único «que peche con treinta o cuarenta años de cárcel».

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