Hiroshima y Nagasaki, infiernos vivientes

Las ciudades japonesas de Hirosima y Nagasaki fueron convertidas en infiernos vivientes en agosto de 1945 por las dos bombas atómicas lanzadas los días 6 y 9 por el Ejército norteamericano.En Hirosima, ciudad que contaba entonces con 420.000 habitantes, murieron unas 100.000 personas, y en Nagasaki, con 210.000 habitantes, perdieron la vida 70.000. En la primera ciudad, 320.000 personas quedaron heridas o sin hogar, y en Nagasaki sucedió lo mismo a 120.000.

Hoy, 35 años más tarde, los efectos de la radiación, tanto en enfermedades físicas como psicológicas, siguen en pie. Sin emb...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Las ciudades japonesas de Hirosima y Nagasaki fueron convertidas en infiernos vivientes en agosto de 1945 por las dos bombas atómicas lanzadas los días 6 y 9 por el Ejército norteamericano.En Hirosima, ciudad que contaba entonces con 420.000 habitantes, murieron unas 100.000 personas, y en Nagasaki, con 210.000 habitantes, perdieron la vida 70.000. En la primera ciudad, 320.000 personas quedaron heridas o sin hogar, y en Nagasaki sucedió lo mismo a 120.000.

Hoy, 35 años más tarde, los efectos de la radiación, tanto en enfermedades físicas como psicológicas, siguen en pie. Sin embargo, las dos ciudades se han alzado de entre las cenizas a lo largo de los años, e Hirosima cuenta con unos 900.000 habitantes y Nagasaki con 400.200.

La bomba que cayó sobre Hirosima, de tres metros de longitud y setenta centímetros de diámetro, estalló a 580 metros por encima de la ciudad. En la primera milésima de segundo, la bola de fuego que surgió tenía un radio de quince metros, y en su interior la temperatura alcanzó 300.000 grados centígrados. En dos décimas de segundo su radio alcanzó los doscientos metros y la temperatura 7.700 grados. En tierra, bajo el punto de la explosión, la temperatura fue de 4.000 grados.

Las muertes y destrucción material fueron causadas por los efectos combinados de la radiación del uranio, la temperatura, la increíble fuerza expansiva de la explosión y el fuego. La muerte alcanzó tanto a los que se encontraban en un radio de cuatro kilómetros en torno al centro de la explosión como a los que, más lejos, fueron cogidos por la lluvia negra que lanzó hacia el suelo la radiación.

Las personas que recibieron fuertes dosis de radiación murieron en el instante o en los primeros días, y los que la recibieron moderada, entre las dos y las seis semanas, en medio de insoportables sufrimientos.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En