Francia y la República Federal de Alemania, dispuestas a cooperar "en espíritu de confianza" con el Gobierno Reagan

Francia y la República Federal de Alemania (RFA), al final de la cumbre celebrada en París durante los dos últimos días, reafirmaron su entendimiento «profundo y sin grietas» para contribuir a la paz y estabilidad mundial. En una declaración política común, el presidente Valéry Giscard d'Estaing y el canciller alemán Helmut Schmidt se manifestaron dispuestos a cooperar con el nuevo presidente norteamericano, Ronald Reagan, «con espíritu de confianza».

El mismo documento estipula un código de buena conducta internacional y advierte que «la distensión no resistirá otro impacto ...

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Francia y la República Federal de Alemania (RFA), al final de la cumbre celebrada en París durante los dos últimos días, reafirmaron su entendimiento «profundo y sin grietas» para contribuir a la paz y estabilidad mundial. En una declaración política común, el presidente Valéry Giscard d'Estaing y el canciller alemán Helmut Schmidt se manifestaron dispuestos a cooperar con el nuevo presidente norteamericano, Ronald Reagan, «con espíritu de confianza».

El mismo documento estipula un código de buena conducta internacional y advierte que «la distensión no resistirá otro impacto semejante al de la intervención soviética en Afganistán».

La 37 cumbre franco-alemana, que acabó ayer en la capital francesa, parece confirmar que la solidez del entendimiento entre Francia y la República Federal es «el eje motor de la organización europea», según el principio que reitera desde hace más de un año Giscard d'Estaing y que, a su vez, debe «afirmar la presencia de Europa en los asuntos mundiales».

Durante los últimos días habían aparecido algunas nubes que amenazaban el esplendor del tándem Giscard-Schmidt, artífice importante de la consolidación de las relaciones franco-alemanas durante los últimos años. Ello se debía a las apreciaciones diferentes que hacían los dos hombres de la situación estratégica mundial creada por la nueva Administración norteamericana y su política de firmeza frente a la URSS. Anteayer, al inicio de la cumbre parisiense, incluso se dudó sobre la posibilidad de que los dos Gobiernos pudieran publicar una declaración política común, a causa de «matices» de apreciación. Pero esa declaración fue presentada ayer por Giscard y por Schmidt en el palacio del Elíseo ante la Prensa internacional.

Tres exigencias

Según ese lenguaje común franco-alemán, ambos países entienden oponer la acción común y resuelta de sus dos pueblos a los factores de desestabilización y a los peligros inherentes sobre la paz. El documento condena nuevamente la intervención soviética en Afganistán y cita otras crisis internacionales graves: Chad, Oriente Próximo, Namibia, Polonia. Evoca también la reciente proposición francesa destinada a resolver el problema afgano y formula las tres «exigencias» que Francia y la República Federal proponen como método de actuación internacional para garantizar la paz y la estabilidad:1. Equilibrio en la seguridad. Ello excluye la aceptación de una situación de inferioridad o, por el contrario, el intento de una superioridad militar.

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2. Moderación de los comportamientos políticos. Esta exigencia resalta como «esencial» que Polonia resuelva ella misma sus problemas, sin injerencias exteriores, y se refiere también a un Chad independiente.

3. Igualdad en la responsabilidad frente a los grandes problemas mundiales.

Esta declaración de política común, que relegó los demás temas de la cumbre, es un compromiso entre los puntos de vista divergentes de Giscard y Schmidt, y tiende a consolidar una «presencia» europea en el mundo, y frente a la URSS en particular, ante el renacimiento del liderazgo norteamericano que parece encarnar Reagan. El valor de la declaración de París hay que apreciarlo sin olvidar la situación de tensión internacional, la crisis económica de los dos países, la relativa incertidumbre del resultado de las elecciones presidenciales francesas de la primavera próxima y la imagen ligeramente deteriorada de Schmidt.

Riesgos ciertos

La reunión, opinan los observadores diplomáticos, ha demostrado una vez más que con su sistema de cooperación múltiple, el tratado franco-alemán de 1963 sigue siendo una pieza fundamental de la construcción europea. Sería, sin embargo, imprudente, opinan los observadores, imaginar que este diálogo privilegiado no corre ningún riesgo.Primero, porque suscita celos en otras capitales europeas. Pero, sobre todo, porque si nada parece enfrentar a Francia y la RF,4 mientras ambos países dialogan en un marco diplomático clásico, cabe preguntarse qué pasaría si se llegasen a producir cambios importantes.

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