Reportaje:Asombrosa Albania / 3

El abogado defensor es el propio acusado

La justicia es popular y funciona así: en cada aldea hay un tribunal popular, que preside durante tres años un licenciado en Derecho, nombrado por el partido, y dos ciudadanos elegidos por votación popular. El primero informa de los detalles de la ley, pero los otros dos votos pesan más en caso de divergencia. El abogado defensor es el mismo procesado, a quien se le ofrecen todas las oportunidades para explicar sus actos, y el público interviene a su favor o e n contra. Sólo en caso de ser menor de edad extranjero o subnormal, el acusado tendrá a su lado un «abogado» que le explique las consec...

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La justicia es popular y funciona así: en cada aldea hay un tribunal popular, que preside durante tres años un licenciado en Derecho, nombrado por el partido, y dos ciudadanos elegidos por votación popular. El primero informa de los detalles de la ley, pero los otros dos votos pesan más en caso de divergencia. El abogado defensor es el mismo procesado, a quien se le ofrecen todas las oportunidades para explicar sus actos, y el público interviene a su favor o e n contra. Sólo en caso de ser menor de edad extranjero o subnormal, el acusado tendrá a su lado un «abogado» que le explique las consecuencias de lo que ha hecho. La sentencia puede ser de cárcel -lo menos posible- o sencillamente de trabajo en otro taller o campo de donde estaba...-¿Cuáles son los delitos mayores?

-Hay pocos delitos mayores en Albania. Los más comunes son resultado de los prejuicios heredados de la situación anterior. Alguna pelea que puede producir víctimas... No existen apenas robos.., porque quien roba sabe que no lo hace a un burgués capitalista, que, en cierto modo, le habla robado antes a él con la desigualdad social. Aquí roba a un camarada, a el país; en el fondo, a sí mismo. ¿Por qué hacerlo?

(El régimen no contempla la posibilidad del vicioso, del cleptómano, del amante de emociones fuertes. Para él no existe.)

Surge la pregunta obligada: ¿La pena de muerte? Sólo para casos de alta traición, sabotaje a fábricas o diversionismo (con ese nombre indican el sabotaje realizado desde fuera, en lugar de partir de un miembro de la empresa). Una condena a muerte obliga automáticamente a la revisión de la causa por parte del Tribunal Supremo de Tirana.

¿Podemos presenciar algún juicio? Se consultan. No. Se trata de algo íntimo, del pueblo; a los de afuera no les importa.

En la polémica entre los partidarios de pensar que el criminal nace genéticamente y los que creen que es víctima de su ambiente y circunstancias, los albaneses de hoy están convencidos de lo segundo. Y la prueba la tenemos cuando alguien lanza otra pregunta:

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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-¿Cómo trata la policía del país el problema de la homosexualidad?

El jurista y el intérprete se miran asombrados.

-¿Qué problema?

-El de los homosexuales.

-No hay problema, porque no hay homosexuales.

Nos miramos.

-¿Quiere decir que hay tan pocos que no constituyen un problema?

-Quiero decir lo que he dicho, camarada. No existe el homosexualismo en Albania. Somos un país sano.

Alguien se inclina sobre la mesa, atónito.

-Entre dos millones y medio de albaneses, ¿no hay un solo homosexual?

-Así es.

Caso único en la historia de los instintos del mundo, pienso. Las estadísticas que dan porcentajes de desviados sexuales tienen que poner un cero bajo el epígrafe de Albania. La moral marxista-leninista ha conseguido, al parecer, triunfar donde fracasaron, entre otros, la Inquisición y Hitler.

El divorcio

El tema de lo homosexual ha despertado un interés un poco morboso en el grupo. Las preguntas, antes lentas y espaciadas, se multiplican. Esos jueces populares ¿conceden también el divorcio? «Muy pocas veces». ¿Y eso? .«La sociedad albanesa no gusta del divorcio. Cuando una pareja empieza a tener problemas, el comité de la empresa donde trabaja o el del barrio los reúne públicamente y trata de convencerles para que vuelvan a unirse. Sólo en el caso de absoluta incompatibilidad demostrada se concede. el divorcio ».

Las muchachas del grupo se miran consternadas. Ocurre que desde que tienen uso de razón han equiparado la moral represiva a la derecha, y la liberación de la mujer, a la izquierda. Fue uno de los motivos de su militancia marxista. Y ahora, al llegar al extremo último de esa izquierda, se encuentran de pronto con unas normas que siempre habían pensado burguesas. Dudan un momento en preguntar más, quizá para retrasar el desencanto.

-Y... ¿y el aborto? Estará permitido, ¿no?

-No es que no esté permitido... es que es un crimen. La llegada de un niño a un hogar socialista tiene que ser, y ha sido siempre, un motivo de alegría.

(Si sustituye socialista por cristiano, podría haberlo dicho el cardenal Enrique y Tarancón.)

-...Y, por ello, tampoco está admitido en Albania el uso de los anticonceptivos.

El silencio pesa sobre la reunión. Tras unos momentos, alguien dice en voz baja, como quien teme la ira del nuevo «párroco» ante tal idea.

-Pero habrá relaciones prematrimoniales, ¿no?

-De ninguna forma -la respuesta es firme y segura-. Las muchachas albanesas, en su inmensa mayoría, llegan vírgenes al matrimonio. Es una tradición del país que el partido encuentra normal y que ha procurado mantener entre sus camaradas, como la de que las solteras no usen lápiz de labios y sí las casadas.

Tras esta bomba sociológica ya no hay más preguntas. Pero las realizadas hasta ahora han despertado la curiosidad del guía, al darle una pista de. mundo español, que desconocía en absoluto. Y cuando estamos en el autocar abandona su puesto junto al chófer para mezclarse con los jóvenes e interrogar a su vez. Decidme, ¿a vosotros os parece bien el divorcio?

-Pues claro que sí.

-Pero es una ofensa a la familia, a la sociedad.

-A la familia, tal vez; a la sociedad, no.

-Y el engaño conyugal, ¿os parece bien? A ti, camarada, ¿te parece normal que tu mujer se vaya con otro?

-Si ella quiere hacerlo...

-¿Y la aceptarías luego de vuelta a casa?

-Si ella quiere...

-¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible? -el guía Niko nos cuenta que en una visita a Portugal se quedó aterrado ante la venta de pornografía en las calles «al alcance de los niños» y ahora habla incluso del «honor» manchado por los escarceos extramatrimoniales. Nos cuenta que en la guerrilla contra los alemanes, dado que había muchas mujeres luchando con ellos en las montañas, se esparció el rumor entre los colaboracionistas de que los campamentos eran una pura orgía. Para cortar esas calumnias se implantó un código moral de rigidez total. Estaba prohibido el menor contacto sexual en la guerrilla y hubo incluso fusilamientos para quienes escucharon la llamada del sexo antes que la de Marx y Lenin.

-El buen revolucionario es puro, camaradas. Puro, monógamo, estable. ¿Comprendéis?

Los camaradas españoles se miran entre sí. No, no comprenden nada, pero podrían haberlo intuido cuando antes de llegar nos avisaron que encontrarle a uno un gramo de chocolate podía significar una severa pena de cárcel y cuando en la aduana una robusta funcionaria, tras hojear las revistas que traíamos, arrancó hábilmente -la costumbre- una página de desnudo en Interviu.

Esto, en lo que se refiere a limpieza moral. En la física podríamos todos tener una sospecha de por dónde iban los tiros desde antes de salir de España. Y también con sorpresa incluida. Porque, si en el género femenino no ha habido siempre la antes aludida asociación de izquierda y libertad sexual, en el género masculino se estableció hace tiempo la misma entre la barba cerrada y el progre.

La barba no gusta

Por ello, al hacer las primeras indagaciones de costos y condiciones del viaje el asombro de los barbudos fue total... Tienes que quitarte esos pelos, camarada. -¿Cómo? -A los albaneses no les gusta. -Pero, ¿por qué? -Porque les recuerda a los popes, quizá, a los curas ortodoxos. Hubo protestas, pero la decisión era definitiva. Es su casa y en su casa hacen lo que quieren, ¿no? -Pero, ¿no habría formna de ... ? Por fin, tras mucho regatear, pelo por pelo, los responsables de la asociación hispano-albanesa y los que iban a emprender el viaje llegaron a un compromiso. Las barbas cerradas se convertirían en perillas, dejando las mejillas lisas, y así aparecieron tres de los viajeros, con un curioso aspecto uniforme mientras otros barbudos se negaron a usar medias tintas y se rasuraron completamente.

Es cierto que los albaneses no gustan de las barbas y que todas las caras estaban rasuradas con la excepción de algún montañés de aspecto anciano que enarbolaba grandes bigotes grises.

«Gente joven, sana, limpia por dentro y por fuera. Este es el marxismo-leninismo. Y no como en el mundo capitalista. Lee lo que dice el camarada Hoxa». (Niko abre el libro El VII Congreso de la Unión de la Juventud, Tirana, 1978, con precisión de avezado, por la página justa: la setenta.) «La prensa, la radio, la TV, la literatura y el arte, la escuela y la iglesia trabajan intensamente para extender la degeneración entre los jóvenes. Toda la propaganda burguesa, revisionista, tiende a crear entre la juventud el sentimiento de vacío espiritual y de la inutilidad de la vida y estimular en ella los vicios y los bajos instintos para arruinarla física y moralmente y hacerla inocua para el poder capitalista».

Mi única superstición comprobada y ratificada a lo largo de muchos años, la que me impide vaticinar o asegurar nada de forma tajante porque la vida me desmiente al poco rato, ha funcionado esta vez con nuestro guía. Dos de las muchachas del grupo vuelven muertas de risa de un paseo nocturno cerca de la playa, en Durres, y al llegar al vestíbulo del hotel donde estamos lanzan la noticia:

-Nos hemos topado con un exhibicionista.

Niko ha palidecido, pide detalles que las chicas -son ATS y no les asusta la fisiología- le dan. «Estaba de espaldas, junto a un árbol; al oírnos se ha vuelto, y ¡flash! ».

Es evidente que para ellas, modernas y conocedoras de la vida, el hecho no ha constituido un trauma. Para Niko, en cambio, sí, y en varias ocasiones comentará el hecho tristemente buscándole razones que su razón no puede admitir.

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