Cartas al director

Intelectuales y política

El tema de los intelectuales y de los políticos, tratados por separado o conjuntamente y en su relación con la sociedad, ha aparecido diversas veces en las páginas del periódico.El intelectual debe ser, a mi juicio, quien interpreta y analiza la realidad en beneficio de todos, para hacerla más inteligible y «atractiva» a quienes no disponemos del ocio y de la competencia necesarios para realizar esta tarea. Es, pues, un trabajador de las ideas al servicio de la realidad, para iluminarla y transformarla o para colaborar a ello. Y el ayudar a encontrar sentido a las cosas me parece un trabajo im...

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El tema de los intelectuales y de los políticos, tratados por separado o conjuntamente y en su relación con la sociedad, ha aparecido diversas veces en las páginas del periódico.El intelectual debe ser, a mi juicio, quien interpreta y analiza la realidad en beneficio de todos, para hacerla más inteligible y «atractiva» a quienes no disponemos del ocio y de la competencia necesarios para realizar esta tarea. Es, pues, un trabajador de las ideas al servicio de la realidad, para iluminarla y transformarla o para colaborar a ello. Y el ayudar a encontrar sentido a las cosas me parece un trabajo imprescindible en este momento histórico de confusión y perplejidad, de crisis y pérdida de valores. ¿No estamos todos deseando, en el fondo, encontrar «interesante» el mundo que nos rodea?

Los políticos «profesionales» caen más directamente dentro de un ámbito pragmático de construcción y transformación de la convivencia social. Su pragmatismo está lleno de riesgos, pero resulta asimismo imprescindible. Miles de veces ha sido denunciada su rutina, su mediocridad, sus bloqueos burocráticos, su desconexión de la realidad. Pero su aportación -más oscura y tediosa que brillante, en general- no es suficientemente valorada, a pesar de todos sus vicios. Su nivel intelectual y cultural no satisface muchas veces las exigencias de un mínimo rigor. Y ciertamente el político no debería ser nunca el activista que desprecia el valor teórico de las cosas y el análisis que merecen.

De ahí la importancia de una colaboración más sincera y estrecha entre intelectuales y políticos y de una aportación suya sintética y equilibrada en favor de la sociedad. El abstractismo de unos y el pragmatismo de otros pueden atenuarse y corregirse recíprocamente. La comunicación entre ellos y con el pueblo ganará en sencillez y limpieza. se hará más eficaz y transparente.

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Si intelectuales y políticos están hoy desacreditados ante la sociedad, será por algo. Y la respuesta nos concierne a todos./

Madrid.

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