Dos homosexuales sicilianos convencen a un niño para que los mate a tiros

Dos homosexuales fueron muertos a tiros, con siete impactos de bala, por el niño de doce años Franco Mesina. Las dos víctimas, Antonino Galatolo y Jorge Agotino, de veinticinco años ambos, habían convencido al niño para que les disparara después de haberle enseñado cómo se usaba la pistola. Lo ha confesado el mismo Franco que, aun ahora no logra entender lo que ha hecho. En una carta dejada como triste testamento por las víctimas, se dice que «no podían ya soportar las habladurías de la gente».En el pueblo siciliano de Giarre, de la provincia de Catania, la gente ha sido siempre tremendame...

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Dos homosexuales fueron muertos a tiros, con siete impactos de bala, por el niño de doce años Franco Mesina. Las dos víctimas, Antonino Galatolo y Jorge Agotino, de veinticinco años ambos, habían convencido al niño para que les disparara después de haberle enseñado cómo se usaba la pistola. Lo ha confesado el mismo Franco que, aun ahora no logra entender lo que ha hecho. En una carta dejada como triste testamento por las víctimas, se dice que «no podían ya soportar las habladurías de la gente».En el pueblo siciliano de Giarre, de la provincia de Catania, la gente ha sido siempre tremendamente intransigente con los homosexuales.

La noticia cayó como una bomba ayer entre los radicales, que son quienes en Italia están dando la más dura batalla a favor de estas «víctimas de la sociedad violenta» como ellos definen a los homosexuales. En el congreso radical que se, está celebrando en Roma se interrumpieron los trabajos para mantener dos minutos de silencio por las víctimas.

Toda la Prensa ha presentado el caso como algo más que un simple hecho de crónica negra, aunque tiene todos los tristes ingredientes, ya que los cadáveres de los dos jóvenes han sido encontrados al lado de un olivo, en pleno campo, a los quince días de su muerte y casi irreconocibles. Eso era lo que ellos deseaban y lo que han subrayado los psicoanalistas y sociólogos, comentando el abismo de tristeza y de humillación a la que habían llegado los dos jóvenes para organizar una muerte en la que pudieran desaparecer y pudrirse sus cuerpos sin que se les encontrara ni pudiera identificar.

Por eso escogieron a un niño para el suicidio, de modo que nadie hubiera podido sospechar de él. El delito tuvo lugar fuera del pueblo, en un sitio donde sólo, por casualidad, el paso de un pastor que sintió el olor de los cadáveres descubrió el caso. Todos pensaban que los dos jóvenes se habían escapado juntos del pueblo para evitar las malas lenguas.

Sociedad brutal

Si una cierta Prensa pone de relieve lo monstruoso de la instrumentalización de un niño de doce años por parte de los jóvenes homosexuales, la mayor parte de los comentaristas subraya, sin embargo, la brutalidad de una sociedad que empuja a esta desesperación a dos personas por el solo crimen de vivir una sexualidad fuera de los esquemas tradicionales. Culpan de la muerte de los jóvenes, del drama, del niño asesino y del dolor de las tres familias a toda aquella gente sin nombre de la que habla la carta de las víctimas y que, con su intransigencia y sus maledicencias, hicieron la vida imposible a dos hombres amargados e incapaces de soportar una opinión pública hostil.

Hace dos días, un grupo de transexuales que participan en el 24º congreso radical hicieron una marcha hacia el Parlamento, don de fueron recibidos por la presidenta de la Cámara de los Diputados, la comunista Nilde lotti, viuda de Togliatti. Ellos piden que se les re conozca el derecho a vivir en libertad su propia identidad sin que tengan que llevar «escrita en la frente la vergüenza de una situación que pueden odiar solamente quienes aún siguen siendo víctimas de la violenta ideología fascista».

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