Cartas al director

La ceguera del PSOE

En su artículo La ceguera de Israel, publicado en EL PAÍS el 30 de agosto, Emilio Menéndez del Valle vierte algunos conceptos, como el del «poder absoluto», que pueden inducir a errores de interpretación. Para aclararlos quizá convenga recordar que Israel es la única democracia del Próximo Oriente y que su Gobierno es el resultado de unas elecciones totalmente libres.Su interpretación de la democracia es tan estricta que incluso las decisiones del Gobierno se toman por votación de sus ministros, de modo que el jefe del Gabinete no tiene más poder «absoluto» que el del convencimiento dia...

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En su artículo La ceguera de Israel, publicado en EL PAÍS el 30 de agosto, Emilio Menéndez del Valle vierte algunos conceptos, como el del «poder absoluto», que pueden inducir a errores de interpretación. Para aclararlos quizá convenga recordar que Israel es la única democracia del Próximo Oriente y que su Gobierno es el resultado de unas elecciones totalmente libres.Su interpretación de la democracia es tan estricta que incluso las decisiones del Gobierno se toman por votación de sus ministros, de modo que el jefe del Gabinete no tiene más poder «absoluto» que el del convencimiento dialéctico. Por el contrario, ningún país árabe posee un régimen democrático, al menos no al estilo occidental.

Las fuerzas coaligadas de los países árabes son muy superiores a las israelíes, tanto en cantidad de armamento como en hombres y medios económicos; además, los correligionarios del señor Menéndez del Valle -socialistas y, como tales, fundamentalmente opuestos a la guerra- han gobernado Israel durante veintinueve años, en el transcurso de los cuales han tenido que enfrentarse con cuatro conflictos bélicos que les fueron impuestos.

Paradójicamente, no fue un socialista, sino un intransigente nacionalista, el que consiguió, al fin, que un país árabe se sentara a la misma mesa de Israel para hablar de paz, y, en lo que atañe a los términos que afectan directamente a Egipto e Israel -retirada del Sinaí-, el Estado judío viene cumpliendo sus compromisos con toda fidelidad.

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El Partido Laborista, que ahora cumple su cometido democrático en la oposición, también votó por la capitalidad de Jerusalén. Cristianos y musulmanes pueden visitar libremente sus lugares santos en Jerusalén, pero bajo la dominación jordana los judíos no podían visitar los suyos.

En cuanto al terrorismo, no se trata de discutir los matices que, para su definición, se han debatido en la ONU; la cuestión es saber si Israel puede o no dialogar con un interlocutor que le niega el derecho a la existencia.

La arrogancia y la prepotencia que el asesor para asuntos internacionales del secretariado general del PSOE atribuye a los israelíes pueden no ser más que la contrapartida de la perrrÍanente vigilia -con los ojos bien abiertos y no ciegos- a que se ven sometidos para no ser borrados del mapa. /

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