Viva polémica en Francia por un libro que afirma que "el socialismo ha muerto"

Para el sociólogo francés Alain Touraine, «el socialismo ha muerto». Con esta primera y provocadora afirmación inicia su último libro, Después del socialismo, generador de un amplio debate en este país sobre la posible inutilidad de los partidos de izquierda, en tanto que fuerzas motrices de la evolución de las sociedades burguesas. Según Touraine, lo que él llama el «supersocialismo» llegará de la mano de los movimientos sociales.

Alain Touraine no es un submarino del capitalismo francés. Conocido por sus libros y colaboraciones periodísticas como un defensor del socialismo, para é...

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Para el sociólogo francés Alain Touraine, «el socialismo ha muerto». Con esta primera y provocadora afirmación inicia su último libro, Después del socialismo, generador de un amplio debate en este país sobre la posible inutilidad de los partidos de izquierda, en tanto que fuerzas motrices de la evolución de las sociedades burguesas. Según Touraine, lo que él llama el «supersocialismo» llegará de la mano de los movimientos sociales.

Alain Touraine no es un submarino del capitalismo francés. Conocido por sus libros y colaboraciones periodísticas como un defensor del socialismo, para él, como para muchos pensadores de este país, el fracaso de la Unión de la Izquierda en 1978 culminó una etapa dedesintegració n del mito socialista que encarnaban los partidos de izquierdas. Emparentado con la' evolución hacia el «socialismo posible» del dirigente del Partido Socialista Michel Rocard, Touraine, con su último libro, parece haber roto sus últimas amarras con los partidos que desde finales del siglo XIX fueron los portadores de «la ilusión socialista».

Criticas a la ideología

En Después del socialismo, Touraine bombardea tanto la ideología como los métodos que continúan empleando los partidos de la izquierda para cambiar la sociedad. Para ello, el sociólogo estudia la evolución de las sociedades en lo que va de siglo. En un principio, el socialismo se lanzó a la conquista del Estado para proteger a la clase obrera frente al interés privado.Esto era evidente a finales del siglo último. Pero hoy, según Touraine, se. precian dos realidades: por un lado, las sociedades denominadas socialistas, en las que el poder omnímodo del Estado lo ha asfixiado todo, reduciendo al ciudadano a un objeto en manos del Estado absoluto; por otro lado, y muy especialmente tras la segunda guerra mundial, en los países capitalistas el Estado ha caído en manos de los intereses económicos y de su tecnocracia. La complejidad de estas sociedades industrializadas conduce a sus Estados a intervenir, cada día más, en todos los sectores de la vida de los ciudadanos.Frente a este bloqueo de los dos sistemas, ¿qué hacen los partidos de izquierdas? Según el sociólogo francés, continúan fundándose en los mismos principios ideológicos de finales del siglo pasado: se rechaza el «modelo soviético» y se dice que la URSS no vive en un régimen socialista, pero eso se debe, según los partidos de izquierdas, a que se ha aplicado mal el pensamiento marxista.

Es decir, en opinión de Touraine, la izquierda ni pone profundamente en entredicho su filosofía original ni los Estados absolutistas a los que ha dado origen.

A partir de este análisis, el autor de Después del socialismo propone la solución. Así como en las sociedades denominadas socialistas la ausencia de libertades evita todo tipo de contestación, en las capitalistas ha sido posible el brote de protesta que han encarnado durante los últimos decenios los llamados «movimientos sociales»: los ecologistas, feministas, culturales, regionalistas o nacionalistas. Contrariamente a la única estrategia de los partidos de izquierdas (la conquista del poder), esos movimientos rechazan el Estado y reclaman la multiautonomía en todos los sectores de la vida y a todos los niveles. Para Touraine son dichos movimientos los portadores del «supersocialismo». En conclusión, ni los partidos de izquierdas ni su eventual conquista del poder ya no representan la fuerza de progreso de la sociedad. Ni que decir tiene que los dirigentes de la izquierda francesa intentan probar lo contrario.

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