Continúan los problemas laborales en Michelin

La distribución del horario en cómputo anual, cumpliendo con la reducción de la jornada semanal que exige el Estatuto de los Trabajadores, sigue siendo un problema indisoluble del convenio colectivo de la fábrica Michelín de Vitoria.

Desde finales de marzo, la mayor parte del personal de producción está parando todos los sábados; esta semana el paro no sólo afectó a la jornada de ayer, sino también a la del viernes, que inicialmente se planteó como una jornada de lucha a nivel provincial, por el conflicto de esta factoría. Sin embargo, dada la escasa respuesta previsible a esta conv...

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La distribución del horario en cómputo anual, cumpliendo con la reducción de la jornada semanal que exige el Estatuto de los Trabajadores, sigue siendo un problema indisoluble del convenio colectivo de la fábrica Michelín de Vitoria.

Desde finales de marzo, la mayor parte del personal de producción está parando todos los sábados; esta semana el paro no sólo afectó a la jornada de ayer, sino también a la del viernes, que inicialmente se planteó como una jornada de lucha a nivel provincial, por el conflicto de esta factoría. Sin embargo, dada la escasa respuesta previsible a esta convocatoria, se decidió desconvocar la jornada. La costumbre que se ha establecido por parte de los seguidores a las huelgas, de concentrarse a la hora de entrada al trabajo en la fábrica, ha originado estos días notables enfrentamientos entre quienes intentaban entrar a trabajar -una minoría del personal obrero- y los trabajadores en huelga.La empresa se niega a hacer un cómputo anual de la jornada, a pesar de que el Estatuto habla de horas de trabajo efectivo semanal.

El pasado martes la empresa planteó una jornada de 1.968 horas de presencia (1.846 efectivas), pero con una distribución semanal muy diversa, de manera que cada operario trabajaría, de un total de 47 sábados, veintiocho, terminando su jornada a las diez de la noche y haciendo en total 48 horas semanales. A cambio de esto, en los diecinueve sábados restantes tendría día libre, haciendo cuarenta horas de jornada cada semana, y se le darían doce días como vacación, a repartir en el año. Los trabajadores intuyen que esto prepara la introducción de un nuevo equipo de trabajo, e insisten en que la empresa quite dos horas de trabajo por semana.

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