Editorial:

Algo se mueve en el Magreb

EN EL largo y complejo litigio entre Argelia y Marruecos hay continuas variaciones: en este momento parece que se inclinan a favor de Argelia. El régimen marroquí, supeditado a la personalidad de Hassan II, atraviesa por un período de impopularidad internacional, sobre todo interafricana, y no sólo por la cuestión de la llamada República Arabe Saharaui -confundida, en su exilio y en sus acciones, con el Frente Polisario-, sino también por sus definiciones políticas interior y exterior, que le sitúan al margen de los objetivos generales del mundo árabe y africano. Así se está poniendo de reliev...

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EN EL largo y complejo litigio entre Argelia y Marruecos hay continuas variaciones: en este momento parece que se inclinan a favor de Argelia. El régimen marroquí, supeditado a la personalidad de Hassan II, atraviesa por un período de impopularidad internacional, sobre todo interafricana, y no sólo por la cuestión de la llamada República Arabe Saharaui -confundida, en su exilio y en sus acciones, con el Frente Polisario-, sino también por sus definiciones políticas interior y exterior, que le sitúan al margen de los objetivos generales del mundo árabe y africano. Así se está poniendo de relieve en las reuniones de la OUA en Monrovia. Estados Unidos tiene que apreciar las tomas de posición marroquíes que coinciden con su política general -como en la cuestión del Irán o en el apoyo a Egipto-, pero han de temer también que la escasez de salidas de Hassan II en su área geográfica y la propia personalidad del rey Hassan conduzcan a un enfrentamiento armado con Argelia, de consecuencias incalculables para Occidente.Argelia ofrece hoy indicios de una cierta liberalización interior y exterior. Se dijo ya a la muerte de Bumedian que el país podría cambiar de rumbo: las medidas inmediatas, la sustitución de personas y los discursos y declaraciones indicaron, por el contrario, un refuerzo de lo que se llama la revolución. Pero el tiempo transcurre y se va viendo que la Argelia de Chadli ya no es la misma. La liberación de Ben Bella, aún limitada, pero, sin duda, total próximamente, es el más claro de estos signos, pero no el único. Se han levantado las sanciones que pesaban sobre otros «padres de la liberación» -como Ferhat Abbas-, se amplían las posibilidades de salidas de argelinos al exterior, desaparecen personalidades del sector rígido y se extienden velozmente las relaciones diplomáticas. El abandono del tema de Canarias por la OUA en esta reunión no es sólo fruto de las gestiones diplomáticas españolas y de que el tema caiga por su propio peso: aún inconsistente, aún disparatado, podría ocasionar muchas molestias y mucha hostilidad si Argelia no hubiese retirado discretamente sus antiguas exigencias y -progresivamente- el apoyo al MPAIAC.

Estados Unidos está jugando la carta de lo posible en el tema argelino desde el momento mismo de la enfermedad de Bumedian; el mal resultado del viaje de Hassan II a Washington en aquellas fechas y la retirada marroquí de su queja contra Argelia en las Naciones Unidas fueron indicios ya de que el contencioso entre ambos países estaba contenido. La posibilidad de llegar a desgajar Argelia de la fuerte influencia soviética, que fue decisiva en tiempos de Bumedian y que empieza a dejar de serlo ahora, interesa mucho más a Washington que la posibilidad incierta de una guerra en el Magreb. Indicio que adquiere una nota más de verosimilitud con el anuncio del Frente Polisario de dar por suspendido el alto el fuego con Mauritania.

La opinión oficial marroquí ante el problema saharaui oscila en estos días entre la dureza del discurso de Hassan II el domingo pasado y las declaraciones de Ahmed Reda Guedira -consejero, hombre de confianza del rey, pero político siempre mucho más dúctil que otros que rodean al monarca alauita- a Jeune Afrique: lo que en palabras del rey era una negación a toda salida que no fuera el mantenimiento del Sahara como provincia, en las de su consejero es una posibilidad de negociación. Una negociación que, de todas formas, rechaza de antemano al Polisario como interlocutor.

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La situación, no obstante, puede variar aún más en el futuro. Los dos países en particular, los países árabes en general, están dando en los últimos tiempos muchas muestras de su volubilidad, de su capacidad para producir cambios. A este respecto, no deja de ser interesante la reunión de jefes de Estado en Monrovia; aunque la OUA es un organismo de relativo poco peso específico y sometido también a la necesidad de buscar equilibrios entre regímenes y posiciones muy diversas, todavía sus dictámenes pesan dentro del ámbito africano, y Marruecos, muy especialmente, teme mucho la posibilidad de un aislamiento interafricano y, sobre todo, interárabe. En cualquier caso, las trayectorias políticas de Argelia y Marruecos, dentro y fuera de ambos países, deben ser observadas con mucha atención: están cambiando.

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