Crece la sensación de un desenlace inminente en la capital nicaragüense

Managua, la ciudad de los rumores, está nuevamente amenazada por el insistente aviso de que este fin de semana va a producirse un nuevo y definitivo ataque del FSLN en la capital nicaragüense. Fuentes fiables aseguran que columnas de guerrilleros se movilizan en estos momentos dede algunas ciudades cercanas a Managua.

La Guardia Nacional está, en esta ocasión, en indudable posición de desventaja ante la eventualidad de una nueva ofensiva en la capital nicaragüense. Lo más selecto de las fuerzas somocistas se ha desplazado al frente sur, Rivas, Masaya y Matagalpa, donde durante todo ...

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Managua, la ciudad de los rumores, está nuevamente amenazada por el insistente aviso de que este fin de semana va a producirse un nuevo y definitivo ataque del FSLN en la capital nicaragüense. Fuentes fiables aseguran que columnas de guerrilleros se movilizan en estos momentos dede algunas ciudades cercanas a Managua.

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La Guardia Nacional está, en esta ocasión, en indudable posición de desventaja ante la eventualidad de una nueva ofensiva en la capital nicaragüense. Lo más selecto de las fuerzas somocistas se ha desplazado al frente sur, Rivas, Masaya y Matagalpa, donde durante todo el día de ayer continuaron los combates. La Guardia Nacional tuvo éxito en la operación de desalojo de Rivas, donde los sandinistas habían conseguido introducir más de cuatrocientos combatientes.Los guerrilleros disponen de suficiente armamento en la capital de la república. La táctica de los sandinistas, cuando se repliegan, es dejarlas escondidas listas para ser nuevamente empuñadas. El repliegue de hace una semana fue originado entre otras cosas por falta de municiones. Hay certeza de que en estos siete días, y. a pesar de la estrecha vigilancia que la guardia ejerce en todos los accesos a la capital, el FSLN ha logrado introducir munición suficiente para una nueva ofensiva.

Todos estos rumores coinciden con un redoblamiento de la actividad política en todos los órdenes. Sobre todo después de las declaraciones concedidas por Anastasio Somoza al Washington Post, en las que acepta estar «liquidado» políticamente.

Somoza ya está convencido de que ha de irse. En estos momentos lo que negocia es una salida airosa. Quiere, primero, abandonar el poder como un general no derrotado, lo que no significa, necesariamente, aparecer como vencedor.

Trata de obtener, luego, garantías para sus bienes en Nicaragua, que son cuantiosos. Aunque existe constancia de que la familia Somoza ha sacado del país en los últimos meses mucho dinero, no es menos cierto que tierras, edificios e instalaciones industriales han de quedar aquí.

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En tercer término, Somoza desea asegurar el porvenir de quienes le han sido leales en el Gobierno y, sobre todo, en la Guardia Nacional. El dictador nicaragüense no es un hombre de muchos escrúpulos, pero mantiene un alto sentimiento paternalista hacia sus soldados, heredado de su padre.

Lo que no está nada claro todavía es el «después». Aún no hay nadie capaz de señalar con ciertas garantías de acierto quién ha de suceder a Somoza. Los norteamericanos, que juegan en este punto un papel fundamental, han manejado tres alternativas: la del golpe de Estado militar, la constitucional y la del Gobierno provisional.

Con respecto a la primera, fuentes fidedignas aseguran que el agregado militar de la Embajada USA en Managua contactó con varios altos oficiales de la Guardia Nacional para que pidieran a Somoza su inmediata renuncia «por el bien de Nicaragua» y con garantías de que EEUU impediría la instalación de un gobierno izquierdista en el país. Esta gestión, en la que se menciona con insistencia al coronel de la guardia nacional Albert Smith, resultó fallida.

El dictador se muestra muy activo

La solución constitucional, quizá la más deseada por Somoza, está prácticamente descartada. Se trataría de que Somoza aceptara su dimisión formal ante las cámaras legislativas, quienes decidirían entonces el nombre de su sucesor. El nuevo gobernante negociaría con las fuerzas en lucha las condiciones de la pacificación.Somoza convocó ayer al Congreso y al Senado. También se reunió con la plana mayor de su partido, el Liberal, posiblemente para comunicarles su decisión de dimitir y las condiciones bajo las que aceptaría renunciar.

La tercera solución es la que parece más probable. Producida la dimisión, una junta de nobles se haría cargo del poder y negociaría con el Gobierno de reconstrucción nacional y los sandinistas. Para la presidencia de esta junta suena con insistencia el nombre de Adolfo Calero Portocarrero, industrial ligado a intereses norteamericanos. Y mientras todas estas complicadas redes se manejan a espaldas de los nicaragüenses, quienes, totalmente ajenos a estas maniobras políticas, mueren a miles y sufren todos los días, a uno y otro lado de las trincheras. Ese es precisamente el gran drama de este país que los políticos ya no podrán evitar.

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