Editorial:

La lección de "Holocausto"

DESPUES DE algunas vicisitudes típicas de la neocensura española, llega al fin -triunfo de la razón- la serie Holocausto a las pantallas de televisión. Habrá reacciones. No faltarán las que atribuyan a la película una intención de propaganda sionista y una capitalización de los muertos es un rasgo que sin duda puede encontrarse. Tampoco las acusaciones de que no es la única barbarie en nuestro mundo y en nuestro tiempo, y con los más distintos signos políticos: también es verdad. Como lo es la concepción folletinesca del tema, su comercialidad -otra capitalización de los muertos-; o la realida...

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DESPUES DE algunas vicisitudes típicas de la neocensura española, llega al fin -triunfo de la razón- la serie Holocausto a las pantallas de televisión. Habrá reacciones. No faltarán las que atribuyan a la película una intención de propaganda sionista y una capitalización de los muertos es un rasgo que sin duda puede encontrarse. Tampoco las acusaciones de que no es la única barbarie en nuestro mundo y en nuestro tiempo, y con los más distintos signos políticos: también es verdad. Como lo es la concepción folletinesca del tema, su comercialidad -otra capitalización de los muertos-; o la realidad de que hubo otras muchas víctimas del nazismo que no fueron sólo judíos. Por encima de todo esto queda el impacto de un hecho histórico innegable, y la oportunidad de su proyección en el mundo cuando está apareciendo una fuerte campaña antisemita. Que probablemente tenga algún olor a petróleo, a dinero de petróleo. Y la oportunidad, también, de su proyección en España cuando en las esquinas de todas las ciudades van apareciendo pintadas con las cruces gamadas, carteles con la efigie de Hitler, siglas con advocación nazi o hitleriana; y a veces, jovenzuelos con brazalete gamado y cuchillo rápido.La tendencia a olvidar o a no enterarse no es siempre inocente. Si lo fuera, las imágenes de Holocausto que van a ver a partir de esta noche todos los millones de españoles que son adictos al medio contribuirá a que no se pueda apelar a esa inocencia. Holocausto es la representación de un hecho que efectivamente encuentra paralelos en esta «historia de furor y ruido contada por un idiota», que decía Shakespeare que era nuestra vida; pero en sí es un hecho incomparable. La previsión de la matanza, su carácter metódico, su sistema de organización, la imposibilidad de defensa del acusado -la pertenencia directa a una determinada raza y no a una religión, de forma que no cabía siquiera la humillación del «converso», como en los terribles tiempos de la persecución española-, la perfección técnica y la ofícialización de la fuerza exterminadora en una doctrina explicada meticulosamente desde antes de la llegada al poder -Mein Kampf- dieron al nazismo un carácter esencialmente homicida.

Este homicidio, finalmente asesinato, finalmente genocidio, es lo que refleja Holocausto. Si hay rasgos melodramáticos en la definición de los caracteres novelescos -los buenos y los malos-, no hay desgraciadamente énfasis en la exposición documental; incluso podría decirse que hay moderación o comedimiento. Las fotografías que se conservan de los campos de concentración, los documentales gráficos como Noche y niebla, de Alain Resnais -nunca proyectada en España-, superan en dramatismo a esta reconstrucción: los mejores actores, los mejores escenógrafos no pueden reconstruir el dolor infinito de los torturados y asesinados.

No debe servir esta película para fomentar ningún odio. No debe influir en la cuestión de Israel como Estado, cuya existencia y acciones requieren otro juicio político. No debe, en ningún modo, culpabilizar de una manera colectiva al pueblo alemán, que fue en sí mismo, en la guerra y en la posguerra, víctima de la banda de Hitler. Sirva, sobre todo, para enseñarnos cuál es el cámino del crimen y para que nadie se acerque a él por frivolidad o por ignorancia, creyendo encontrar soluciones en algo que nunca fue una solución posible. En este sentido, por encima de sus defectos formales o de otras tendencias más o menos manifiestas, Holocausto, que comienza hoy a, proyectar Televisión Española, es de un enorme valor didáctico. Y la decisión final de proyectarla, por encima de oposiciones que puedan considerarse como cómplices, dignifica a quienes la han tomado.

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