Editorial:

Hassan II se refuerza

DESDE LA inesperada muerte de Mohammed V, tras una operación quirúrgica no considerada como peligrosa (1961), su hijo y heredero, Hassan, emprendió una política de castigo y cerco a la oposición y de asunción sistemática de los poderes en su persona que se desarrolló en dos planos: uno de violencia y otro de captación. La política de violencia tuvo situaciones espectaculares, como el asesinato del jefe visible de la oposición, Ben Barka, en París, en el que la policía y la justicia francesa implicaron al ministro del Interior, general Ufkir, y al jefe de la Seguridad Nacional, Dlimi; la ejecuc...

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DESDE LA inesperada muerte de Mohammed V, tras una operación quirúrgica no considerada como peligrosa (1961), su hijo y heredero, Hassan, emprendió una política de castigo y cerco a la oposición y de asunción sistemática de los poderes en su persona que se desarrolló en dos planos: uno de violencia y otro de captación. La política de violencia tuvo situaciones espectaculares, como el asesinato del jefe visible de la oposición, Ben Barka, en París, en el que la policía y la justicia francesa implicaron al ministro del Interior, general Ufkir, y al jefe de la Seguridad Nacional, Dlimi; la ejecución de penas de muerte en respuesta a complots y atentados, en las que fueron fusilados desde estudiantes y obreros hasta generales con mando; y sucesos tan truculentos como la muerte del propio general Ufkir en la antesala del despacho del rey. La política de captación fue simultánea, y representaba una alternativa para los supervivientes de la oposición. Tiene su coronación en el Gobierno que probablemente se anunciará hoy, martes, bajo la presidencia de Maati Buabib -un «hombre del rey», que ha ejercido con resolución el cargo de ministro de Justicia- y en la creación de un Consejo Nacional de Defensa.Hace ya años que la oposición de izquierdas colabora con el rey Hassan, sobre todo en cuestiones de política exterior, en las que adopta prácticamente las mismas resoluciones alauitas. Insistía, sin embargo, en presentar continuamente planes de reformas sociales, que eran discretamente rechazados, aunque amablemente recibidos. El nuevo Gobierno de concentración nacional los va a asumir; sobre todo si, como parece, la Unión Nacional de Fuerzas Populares -un socialismo que se ha ido moderando a medida que sus jefes históricos morían, eran encarcelados o salían al exilio- obtiene algunos ministerios importantes.

La razón de este Gobierno concentrado es la de la inminencia de una amenaza exterior, la de Argelia, que no se ha suavizado con la muerte de Bumedian, sino que parece incluso más acentuada, y la cuestión del Sahara, unida a ella, aunque el problema con Argelia es; anterior: los dos países guerrearon breve, pero sangrienta mente, en octubre de 1963 por una cuestión fronteriza. También habría que buscar un más allá: Argelia era un país independizado por una revolución en la que tuvo la ayuda de las izquierdas mundiales y también la de la Unión Soviética, que no ha cesado nunca de prestársela, mientras Marruecos mantenía un régimen conservador, que se fue .haciendo más cerrado, con la independencia conseguida fácilmente por la presión de Estados Unidos sobre Francia y continuaba y continúa bajo la protección y ayuda de Washington. Todo ello representa un papel especialmente importante en estos momentos. Desde el nuevo Irán de Jomeini se extiende un islamismo irredento con intereses, si no contrapuestos, al menos no coincidentes con los de Estados Unidos; la causa saharaui ha sido ensalzada por el ayatollah, y la exaltación islámica se conduce lógicamente contra los acuerdos Egipito-Israel. Cuando Hassan II acogió al sha destronado no estaba quizá cometiendo, como se ha dicho, un error, una torpeza o un simple acto de orgullo real. Presumiblemente adoptaba la posición de Estados Unidos. Y eso, porque para el poder en Marruecos la amenaza no es solamente exterior, de Argelia y de los saharauis, sino también interior: la corriente jomeinista se extiende con cierta rapidez. Las radios vencen con facilidad las dificultades del pueblo marroquí para comunicarse con el exterior, y aunque aún el rey goza del respeto mítico de ser al mismo tiempo imán de los creyentes y representante de Alá, la situación económica y social es tan dramática que mantiene abierta siempre una brecha de peligro, y la aventurada historia real de los últimos años, con los numerosos atentados y complots, es una muestra. La unión de los partidos en un Gobierno y en un Consejo de Defensa Nacional puede tener una gran utilidad para el rey; y la amenaza de un riesgo exterior puede contribuir también, como es tradicional, al aplazamiento de estos problemas. Si realmente se lleva a cabo alguna mejora importante, Hassan II habrá empezado a tratar de evitar Ios peligros que Reza Pahlevi no pudo conjurar en Irán. Si es que, también en esta ocasión, no es demasiado tarde. Probablemente, la política exterior de Marruecos va a hacerse ahora más exigente y España puede llegar a notarlo. El final de las tolerancias con los pesqueros, algunas dificultades en las fronteras de Ceuta y Melilla y posibles radicalizaciones verbales que puedan producirse serán una forma de presión de Marruecos para que España muestre una actitud comprensiva al tratado de Egipto con Israel y defina claramente su actitud contraria a la posibilidad de creación de una república saharaui.

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