Cartas al director

Seguridad social y sordidez

Se podría afirmar que, en muchos aspectos, la Seguridad Social es uno de los reductos más lamentables y, representa tivos de lá desorganización y el subdesiarrollo español.Esta afirmación (harto repetida en este periódico y en otros muchos medios informativos) es consecuencia, en esta ocasión, de una reciente experiencia vivida en el ambulatorio de Pontones el pasado olía 6, cuando llevé a mi hijo a hacerle una radiografla, Aunque la hora que ponía el volante del pediatra eran las tres de la tarde, yo llegué a las dos y media, con idea de coger uno de los primeros números. Sin embargo, ya habí...

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Se podría afirmar que, en muchos aspectos, la Seguridad Social es uno de los reductos más lamentables y, representa tivos de lá desorganización y el subdesiarrollo español.Esta afirmación (harto repetida en este periódico y en otros muchos medios informativos) es consecuencia, en esta ocasión, de una reciente experiencia vivida en el ambulatorio de Pontones el pasado olía 6, cuando llevé a mi hijo a hacerle una radiografla, Aunque la hora que ponía el volante del pediatra eran las tres de la tarde, yo llegué a las dos y media, con idea de coger uno de los primeros números. Sin embargo, ya había allí unas veinte o veinticinco personas.

La radiología está situada en el sótano del edificio, un lugar sin apenas ventilación, luz escasa y un olor -Fuerte y desagradable. Olía como a excremento de ga,to. Efectivarnente, un gato negro paseaba y dormitaba por allí como Perico por su casa. Por algún rincón se veían excrementos del felino...

A las tres había ya treinta o cuarenta personas que se agc)lpaban, vociferando, tratando de formar cola ante la mesita de la énfermera. Tres y cinco, tres y diez, tres y cuarto.... la enfermera sinaparecer. Indignada, mi hijo tenía alguna flebre, subí a inspección a formular una queja por la falta de puntualidad y consideración, al tener a cuarenta enfermos allí esperando...

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Cuando bajé de nuevo al sótano, el griterío era ensordecedor, las gentes discutían, se empujaban e insultaban, peleando por pasar unos delante de otros. El espectáculo era deprimente. La enfermera permanecía cruzada de brazos sin comenzar, decía, hasta que se callasen, porque aquello no era El Corte Inglés. Alguien le increpó, severamente, a que comenzara, a pesar de todo, ya que la culpable quizá fuese ella por no estar allí a las tres, como debía ser su obligación. Y así lo hizo. Yo, con autorización de la inspección, le conté mi caso y conseguí un cierto trato de urgencia, aunque hasta las cinco menos diez no salí de allí...

Las voces y discusiones subían cada vez más de tono; sólo el gato negro permanecía, imperturbable, echado, allá al fondo, en un sillón de madera...

Esperemos que el actual Gobierno cambie de una vez su famosa frase de «puedo prometer y prometo» por la de «puedo hacer y hago» y «haga algo», acometiendo con urgencia esa reforma profunda y transparente que la Seguridad Social (los españoles) está pidiendo a voces.

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