Tribuna:

Agua

Es muy posible que la mujer del señor Rosón, gobernador civil de Madrid, haya enchufado hoy la lavadora de la casa. Aún mejor: es muy posible que la criada de la mujer del señor Rosón, gobernador civil de Madrid, haya enchufado la lavadora, o el friegaplatos, o que haya rellenado las cubetas para hielo del congelador, porque el señor Rosón acaba de tomarse un whisky y se han gastado. Los electrodomésticos llenarán el ambiente de zumbidos acuosos, las aspas de la lavadora zurrarán la ropa entre espumas jabonosas y los platos de la comida recibirán automáticos chorritos a presión.En Parla, no. E...

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Es muy posible que la mujer del señor Rosón, gobernador civil de Madrid, haya enchufado hoy la lavadora de la casa. Aún mejor: es muy posible que la criada de la mujer del señor Rosón, gobernador civil de Madrid, haya enchufado la lavadora, o el friegaplatos, o que haya rellenado las cubetas para hielo del congelador, porque el señor Rosón acaba de tomarse un whisky y se han gastado. Los electrodomésticos llenarán el ambiente de zumbidos acuosos, las aspas de la lavadora zurrarán la ropa entre espumas jabonosas y los platos de la comida recibirán automáticos chorritos a presión.En Parla, no. En Parla no funcionan las lavadoras, ni el friegaplatos si tienen, ni hay cubitos de hielo, entre otras cosas porque no hay agua. En Parla viven miles de personas olvidadas del Canal de Isabel II. Es un olvido asombroso en este año 1979 que vivimos: ahí está la grifería barata de casa de extrarradio, inútil, soltando gorgoritos secos, ronquidos de tubería vacía cada vez que se da vuelta a la rosca del lavabo o la cocina. En Parla no hay apenas agua, qué carencia tan chocante y vergonzosa en esta ciudad de autopistas, puentes elevados y tapones automovilísticos del desarrollo urbano. Si ustedes no tuvieran agua, día tras día, mes tras mes, ¿no saldrían a la calle a protestar por esta sequía obligatoria? Si el señor Rosón tuviera que enfriar su whisky a soplidos, ¿no respondería a la convocatoria de vecinos, una vez consumidos todos los medios legales, enviadas ya las veinte instancias oficiales con el triplicado de rigor, harto de acarrear cubos enlodados todo el día? Pero esto es una hipótesis y, como tal, es algo tonta: ni en casa de Rosón, ni en la de ustedes, ni en la mía, probablemente, faltará el agua nunca. Y, sin embargo, en Parla los grifos están telarañosos y oxidados.

Total, que salieron. Salieron a la calle los vecinos protestando. y Rosón, que debe saber poco de cañerías mohosas mandó a los antidisturbios, más preocupado por el corte de tráfico que por el de agua. Gritos, carreras, accidentes estúpidos en el tumulto. Accidentes tan estúpidos cómo esa bala de goma que reventó el pecho de un muchacho. Tenía catorce años y la pelota le alcanzó por casualidad, mientras daba una vuelta al barrio para otear el porqué de tal barullo. Qué forma más tonta de morir, con las entradas de un cine en el bolsillo.

Al llegar a este punto habrá quizá algunos que monten en cólera justiciera y vengativa. Es la conocida actitud del «por - qué - hablar - tanto -de - este - chico - cuando -ametrallan - a - tantos - policías - etcétera». Es gente esta proclive al cambalache mortal, a la aritmética sangrienta, a hacer malabarismo con cadáveres. Es gente mordida por costumbres y ansias bélicas, y oponen muertos contra muertos como si pudieran oponerse, como si hubiera asesinatos de calidad y cadáveres de medio pelo, como si el hecho lamentable de que exista el terrorismo menguara en algo el horror, la estúpida injusticia de este muchacho de Parla, de sus catorce años colapsados por una bala de goma institucional, Iegal, autorizada.

No hay agua en Parla, protestaron y Rosón mandó a los antidisturbios. Se equivocó, sin duda, al ordenar su destino, porque la policía debió ser enviada a esa compañía que descuidó pertinazmente un servicio tan primario y no a los que sufrían la carencia. No hay agua en Parla, pero ahora que ha muerto el niño, ahora que es muy tarde, el gobernador civil promete la visita de los del Canal de Isabel II, tras pagar un caro precio por la revisión de las ciegas cañerías. Tan caro que cuando en Parla puedan tener al fin hielo doméstico en cubitos, éstos dejarán al deshacerse un agua congelada y traspasada por el sabor a sangre.

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