Editorial:

Irán, en la calle

PERMANENTEMENTE HAY en las calles de Teherán entre un millón y dos millones de personas -casi la totalidad de la población- produciendo escenas que van desde el silencio de una muchedumbre compacta hasta la histeria y el fanatismo; de cuando en cuando hay encuentros con el Ejército, disparos y muertos. Dentro de una complejidad de fuerzas menores y de intereses cruzados, las dos opciones mayores son las que representa la mayoría de la población, que es la proclamación de una República Islámica, con la presidencia o por lo menos con una presencia dominante del ayatollah Jomeini, y la que...

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PERMANENTEMENTE HAY en las calles de Teherán entre un millón y dos millones de personas -casi la totalidad de la población- produciendo escenas que van desde el silencio de una muchedumbre compacta hasta la histeria y el fanatismo; de cuando en cuando hay encuentros con el Ejército, disparos y muertos. Dentro de una complejidad de fuerzas menores y de intereses cruzados, las dos opciones mayores son las que representa la mayoría de la población, que es la proclamación de una República Islámica, con la presidencia o por lo menos con una presencia dominante del ayatollah Jomeini, y la que representa el Ejército, por lo menos el mando del Ejército, que es el mantenimiento de la monarquía, prolongada por el Consejo de Regencia, y el regreso cuando sea posible del actual sha, con poderes recortados por la Constitución, o, sí fuera preciso, con otra dinastía. El pueblo amenaza con una revolución abierta; el Ejército, con un golpe de Estado: todo ello, en estos momentos, podría conducir a una guerra civil que no conviene a ninguna de las fuerzas internacionales. A la URSS, porque no le interesa un conflicto de esta clase en sus fronteras, y menos con el protagonismo de la fe chiita, que es muy fuerte en las repúblicas soviéticas del Sur, y a Estados Unidos, por su política estratégica y los problemas del petróleo. La tercera vía que se propone tiene poca fuerza: sería la de una república no islámica, en la que el Corán no fuera la única ley y quedara como fondo lejano para unas leyes civiles. La patrocina una izquierda que va desde los partidos del Frente Nacional hasta el Comunista (Tudeh): podría suponer un punto de acuerdo si la hostilidad entre el pueblo religioso y el Ejército no hubiera llegado ya a estos extremos. El ayatollah Jomeini debe regresar pronto -quizá hoy mismo-: el retraso en su viaje se considera como su primer retroceso en una actitud inflexible y dura, pero el cierre del aeropuerto de Teherán es un endurecimiento del Ejército, que estima que una vez llegado Jomeini a Teherán nada impedirá que la multitud se desborde y trate de proclamar la República Islámica. La opción que tiene el Ejército en estos momentos es la de renunciar al golpe de Estado con el mantenimiento de la forma monárquica, o provocar una matanza disparando sobre una inmensa multitud sin saber cuál sería el final. La guerra civil podría extenderse y prolongarse si la parte del Ejército que hace causa común con los chiltas se separase del mando. La idea de que en esa guerra civil tuvieran que intervenir directamente Estados Unidos y la Unión Soviética no es descabellada: Irán es demasiado importante para los dos. Elevando, por tanto, la cuestión local, como es posible que suceda, nos encontraríamos con uno de los conflictos internacionales más graves de los últimos años.La posibilidad negociadora de Bajtiar y el esfuerzo. que no cesa de hacer son una esperanza. Aunque a la larga se puede calcular que ni su persona ni su programa serían respetados por unos y por otros. El papel que debe desempeñar ahora es el de bombero. Difícil papel en un país de incendiarios.

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