Dos nuevos asesinatos en un atentado perpetrado en Beasaín

Un guardia civil de veinticuatro años y su novia, de veinte, fueron ametrallados en un automóvil a las tres menos cuarto de la madrugada de ayer, en la localidad guipuzcoana de Beasaín, cuando acababan de salir de una sala de fiestas y se dirigían a sus domicilios. La muchacha, natural de San Roque (Cádiz), se encontraba pasando unos días de vacaciones en casa de una hermana suya, casada con un guardia civil de Tráfico. Los dos ocupantes del automóvil perdieron la vida en el acto.

El guardia civil Antonio Ramírez Gallardo y su novia, Hortensia González Ruiz, habían estado tomando unas c...

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Un guardia civil de veinticuatro años y su novia, de veinte, fueron ametrallados en un automóvil a las tres menos cuarto de la madrugada de ayer, en la localidad guipuzcoana de Beasaín, cuando acababan de salir de una sala de fiestas y se dirigían a sus domicilios. La muchacha, natural de San Roque (Cádiz), se encontraba pasando unos días de vacaciones en casa de una hermana suya, casada con un guardia civil de Tráfico. Los dos ocupantes del automóvil perdieron la vida en el acto.

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El guardia civil Antonio Ramírez Gallardo y su novia, Hortensia González Ruiz, habían estado tomando unas copas en la discoteca Sanday, de Beasaín, hasta las dos y media de la madrugada -era la festividad de Reyes-, hora en que decidieron retirarse a sus domicilios.La pareja subió a un R-5 de color naranja, matrícula SS-7012-1, y cuando no habían recorrido doscientos metros, el conductor frenó ante un stop que marca la confluencia de dos calles. En ese momento, y en una acción que duró escasos segundos, dos jóvenes saltaron frente al vehículo, colocándose a ambos lados de la parte delantera, y vaciaron los cargadores de sus metralletas contra los ocupantes.

En el lugar del suceso la Guardia Civil encontró quince casquillos de bala, calibre 9 mm., parabellum SF-74, y un cartucho de revólver. Vecinos que oyeron el fuego de metralleta aseguran que al menos se produjeron de cuarenta a sesenta detonaciones -la cifra varía según las versiones- y coinciden con la Guardia Civil en que al final del tiroteo se escuchó una explosión seca que puede corresponder al cartucho del revólver hallado en el lugar.

Los cuerpos sin vida de Antonio Ramírez y Hortensia González fueron trasladados por tres jóvenes que pasaban por el lugar a la clínica San Miguel, de Beasaín, donde, una vez certificada su muerte, fueron conducidos al hospital militar de San Sebastián, en donde quedó instalada la capilla ardiente.

El comando armado emprendió una rápida huida en un automóvil que habían situado en las proximidades, en el que esperaba, al volante, una tercera persona. Nada más conocerse este nuevo acto de violencia se pusieron en marcha los clásicos mecanismos de seguridad, centrados de forma externa en estrictos controles de las carreteras de la provincia, que se prolongaron durante toda la jornada.

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Una hora antes del suceso, en la misma localidad de Beasaín, dos jóvenes obligaron a una pareja propietaria de un R-5, matrícula SS-2252-C, a dirigirse hacia el cementerio de la villa en cuyas proximidades les dejaron atados y amordazados. La Guardia Civil no descarta la posibilidad de que este vehículo haya sido utilizado de alguna forma para el atentado.

Funeral

A las cinco y cuarto de la tarde, con prohibición expresa de entrada a los periodistas, comenzó en el hospital militar el funeral por las víctimas, al que asistieron las máximas autoridades militares y civiles de la provincia, así como varios cientos de compañeros y amigos de las víctimas. Laceremonia estuvo rodeada de grandes medidas de seguridad, en las que participaron soldados del Ejército, guardias civiles y policías armados. Al finalizar el acto religioso se dieron vivas a la Guardia Civil y algunas personas calificaron de ineptas a las autoridades presentes. Los féretros, cubiertos por la bandera española -el de Antonio Ramírez tenía encima su tricornio-, fueron despedidos con aplausos. Cargados en los furgones emprendieron viaje hacia Tarifa y San Roque, en la provincia de Cádiz, donde recibirán sepultura. El gobernador civil de Guipúzcoa, señor Oyarzábal, por recomendación expresa de uno de sus subordinados, permaneció en el interior del hospital militar hasta que se despejaron los alrededores del edificio.

A la hora de redactar esta información comenzaban a llegar a las redacciones de los periódicos los habituales comunicados, de condena.

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