Tribuna

En defensa del fiscal

Lo que no está en el dictamen ya no está en el mundo. Ni siquiera en el mundo onírico constituyente de Ollero ni en la pasión mecánica de Villar Arregui, dos senadores que aún tratan de remover el brocal del consenso con un cucurucho de palabras. Estos adalides hablan con un énfasis de inauguración, con calor de primera piedra, y en medio de la perorata interrogan con ojos de súplica el ceño enigmático de los portavoces. Pero en la cabecera de la bancada está Jiménez Blanco con las gafas en la punta de la nariz y la mirada de duro consensual enfilada por encima del carey. Nada que hacer.Hay un...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Lo que no está en el dictamen ya no está en el mundo. Ni siquiera en el mundo onírico constituyente de Ollero ni en la pasión mecánica de Villar Arregui, dos senadores que aún tratan de remover el brocal del consenso con un cucurucho de palabras. Estos adalides hablan con un énfasis de inauguración, con calor de primera piedra, y en medio de la perorata interrogan con ojos de súplica el ceño enigmático de los portavoces. Pero en la cabecera de la bancada está Jiménez Blanco con las gafas en la punta de la nariz y la mirada de duro consensual enfilada por encima del carey. Nada que hacer.Hay un cartel en la puerta de la sala que avisa a los enmendantes que antes de entrar dejen la esperanza colgada en el perchero, y en el interior del recinto a ratos parpadea un luminoso para recordar la clave: aquí ya no se cambia una coma, ustedes hablen todo lo que quieran. Pero la prisa y el cansancio, que son la fiebre del sábado para los senadores, han hecho que el texto dé un galope hacia el final. Por otra parte, ésta es una función pasada de ensayos, siempre existe el peligro de que salte la rosca.

En la matinal de ayer los senadores comentaron cosas del poder judicial y, dentro e la glosa, Villar Arregui cumplió el encargo de defender a los fiscales. Este cuerpo le había pedido por caridad que formulara una enmienda para que se exprese en la Constitución que los funcionarios del ministerio fiscal no podrán ser separados, suspendidos, trasladados ni jubilados sin unas garantías establecidas en el estatuto orgánico. Villar Arregui explicó el resorte malvado del traslado y demás lacerías que sufre este cuerpo, precisamente el encargado de velar por los derechos de la comunidad. Se levantó Valverde, de UCD, para hablar en contra de esta aspiración con una negativa precedida por una coba ritual.

El asunto es que los jueces y magistrados están expresamente cubiertos en la Constitución de los avatares de la superioridad y de las locuras y caprichos de la plantilla; en cambio, los fiscales se ven en medio de la intemperie a merced, del motorista, sujetos a una mano interiorque les despeñe por el escalafón abajo hasta la situación B o les regale un billete abierto para Fuerteventura.

Quiere decirse que la enmienda no prosperó, pese a que Villar Arregui puso todo el empeño, todo el labrado de la lengua y abrió la envergadura, brazos en cruz, cara al consenso. Vista la cosa se apeó las gafas, se metió la chuleta en el bolsillo y dijo que por su parte, cumplido el encargo, ahorraba la votación. Después los senadores, llenando el maletín con las prisas del fin de semana, se allanaron a cambiar una palabra. El Fiscal del Tribunal Supremo ahora se dice del Estado. El consenso ha bailado una tilde formal, para que no se diga, pero el traslado del fiscal sigue inamovible, con el billete abierto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Archivado En