Faltan pruebas

Diario 16« ( ... ) El pasado martes el senador vasco Bandrés hizo unas graves acusaciones en el Senado: los teléfonos de la sede del Consejo General vasco, en San Sebastián, estaban intervenidos por la policía. El ministro del Interior, Martín Villa, dijo que eso era falso y llamó mentiroso a Bandrés, que, por otra parte, fue fuertemente abucheado por el sector de UCD.¿Quién miente, sin embargo, Bandrés o Martín Villa? Lo ecléctico sería decir que ninguno de los dos, bien porque Bandrés lleva razón al decir que están controlando los teléfonos, bien porque Martín Villa fuese sincero al decir qu...

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Diario 16« ( ... ) El pasado martes el senador vasco Bandrés hizo unas graves acusaciones en el Senado: los teléfonos de la sede del Consejo General vasco, en San Sebastián, estaban intervenidos por la policía. El ministro del Interior, Martín Villa, dijo que eso era falso y llamó mentiroso a Bandrés, que, por otra parte, fue fuertemente abucheado por el sector de UCD.¿Quién miente, sin embargo, Bandrés o Martín Villa? Lo ecléctico sería decir que ninguno de los dos, bien porque Bandrés lleva razón al decir que están controlando los teléfonos, bien porque Martín Villa fuese sincero al decir que el Gobierno no ordenó su colocación, de lo que se deduciría que es otro "servicio" que se escapa del control del ministro del Interior, el que escucha a los consejeros vascos.

Pero si en un Parlamento se puede permitir estos enfrentamientos de verdades subjetivizadas la última instancia de la democracia -la libertad y el derecho de las personas- necesita otra cosa: hechos objetivos.

Y el martes, en el Senado, se echaron de menos. Ni Bandrés presentó pruebas de sus acusaciones ni Martín Villa en sus desmentidos. Estábamos sólo ante palabras y en la servidumbre de la democracia esto no basta.

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La clase política de este país, y sobre todo los que vienen de las catacumbas de la oposición, saben que las escuchas telefónicas y las múltiples policías paralelas han sido sus enemigos implacables. Y hay aún psicosis de teléfono y de extraños servicios secretos que no se sabe muy bien -o sí se sabe, en definitiva- a quién obedecen. ( ... )

Unicamente las pruebas -difíciles de conseguir y de presentar, por supuesto, entre esa línea borrosa de seguridad del Estado o Estado policial- pueden erradicar los abusos. Sólo ante un Gobierno poco transparente o al que le cuesta desprenderse de los métodos que atentan contra la libertad del ciudadano, la convicción moral de la denuncia puede ser, en ocasiones, una acusación a tener en cuenta. »

Madrid, 11 agosto

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