Cartas al director

El escándalo de las oposiciones

Aunque recientemente han apareIdo cartas en EL PAÍS sobre el desarrollo de las oposiciones al cuerpo de profesores agregados de Instituto, no resisto la tentación de comentar brevemente lo acaecído en el tribunal número 2 de Filosofía pura, turno libre.En el primer ejercicio de 150 opositores ha concedido tres notables y diecinueve aprobados (los restantes han pasado por haremos). Si comparamos estas cifras con el tribunal 3, observaremos que el número de aprobados es cuatro veces superior ya que se han concedido cuatro sobresalientes y unos diecinueve notables. En el tribunal 1 tenemos más de...

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Aunque recientemente han apareIdo cartas en EL PAÍS sobre el desarrollo de las oposiciones al cuerpo de profesores agregados de Instituto, no resisto la tentación de comentar brevemente lo acaecído en el tribunal número 2 de Filosofía pura, turno libre.En el primer ejercicio de 150 opositores ha concedido tres notables y diecinueve aprobados (los restantes han pasado por haremos). Si comparamos estas cifras con el tribunal 3, observaremos que el número de aprobados es cuatro veces superior ya que se han concedido cuatro sobresalientes y unos diecinueve notables. En el tribunal 1 tenemos más de 65 aprobados en el ejercicio, independientemente de aquellos que pasan contando con el baremo.

No sé cuál habrá sido el resultado final de la oposición en el tribunal número 2, pero sólo con los datos antedichos creo que basta y sobra para preguntarse a qué viene esta discriminación por parte del tribunal número 2. Y pienso que es una pregunta significativa porque el susodicho tribunal no hace sino llevar hasta sus últimas consecuencias un sistema de acceso a la enseñanza como el actual.

El carácter que revisten en este momento las oposiciones a Filosofía no sólo es marcadamente anacrónico, sino ideológicamente represivo. Tenemos un programa ,de oposiciones en el cual los temas son copia exacta de capítulos de libros, de «afamados» catedráticos, cuya contribución al desarrollo del pensamiento español ha sido decisiva en estos últimos cuarenta años: han logrado retrotraer la discusión filosófica al siglo XIII. Al hablar de lo irracional, por ejemplo, ¿cuál debe ser la guía del opositor, las últimas investigaciones de Michel Foucault, o los escritos del profesor Rabade?; al hablar del ateísmo ¿el horizonte viene marcado por el profesor González Alvarez, o hay que remitirse a Jurgen Moltman? Y así sucesivamente. El opositor está expuesto a los conocimientos y perspectivas de un tribunal, que muy bien puede haber sacado las oposiciones en 1944, y desde entonces no haber publicado sino una breve reseña necrológica a la muerte del padre Ramírez.

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El opositor se encuentra en una situación desamparada, en la cual va ser fiscalizado ideológicamente. La cuestión de ética cumple estos efectos: saber a qué atenerse con respecto al opositor: qué tipo de sujeto es, si defiende o no la pena de muerte, el aborto, la propiedad privada, el divorcio, etcétera. Si la mentalidad del tribunal es antiabortista y la del opositor es abortista, ya sabe el opositor que tiene que despedirse hasta el año que viene. Esto ha llegado en este año, a casos como el del tribunal número 1, donde se preguntaba acerca de la licitud moral del activismo político. Pregunta hecha, naturalmente, por los que llevan cuarenta años ejerciendo activa y militantemente la política de la dictadura en los centros de enseñanza.

Así, pues, sólo cabe concluir diciendo que la situación de las oposiciones seguirá siendo escandalosa mientras sigan imperando unos programas anacrónicos y unos tribunales que, herederos de cuarenta años de dictadura cultural, van a seguir impidiendo el acceso a la docencia a todos aquellos que puedan atentar contra sus privilegios, sus criterios, su ideología.

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