Cartas al director

La veda del mendigo

Una joven «gitanilla» enferma, un tanto deficiente mental, acostumbra a pedir «un durito» a los clientes de las inmediaciones de la cafetería Oliveri.Sentado en la terraza de dicha cafetería, sita en Generalísimo esquina a Carlos Maurrás, vi cómo la joven pedía a los clientes allí sentados, lo cual al parecer provocaba gran indignación entre algunos carnareros y clientes.

Al poco rato, la joven entró en el interior de la cafetería. Al salir, entre los improperios de algunos camareros, vi cómo uno de ellos empezó a pegarla.

Me levanté irritado y detuve al camarero; le indiqué que ...

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Una joven «gitanilla» enferma, un tanto deficiente mental, acostumbra a pedir «un durito» a los clientes de las inmediaciones de la cafetería Oliveri.Sentado en la terraza de dicha cafetería, sita en Generalísimo esquina a Carlos Maurrás, vi cómo la joven pedía a los clientes allí sentados, lo cual al parecer provocaba gran indignación entre algunos carnareros y clientes.

Al poco rato, la joven entró en el interior de la cafetería. Al salir, entre los improperios de algunos camareros, vi cómo uno de ellos empezó a pegarla.

Me levanté irritado y detuve al camarero; le indiqué que dejara a la chica y que debía avergonzarse por el hecho, a lo cual respondió que a la una y media salía de servicio por si quería «recibir».

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Alguien llamó al encargado en aquel instante. Le puse al corriente de lo sucedido y me respondió: «Váyase a la mierda, a ésta habrá que quemarla» (palabras textuales). En el acto pedí el libro de reclamaciones reiteradamente, la respuesta de¡ encargado, incluyendo nuevamente la palabra «mierda», fue negativa, sin que pudiera conseguir queme mostrarael libro.

Y nada más, me limito a los hechos tal y cómo sucedieron.

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