Editorial:

Canarias y la reunión de Jartum

LOS MINISTROS de Asuntos Exteriores de los países africanos y sus respectivos jefes de Estado y de Gobierno, posteriormente reunidos estos días en Jartum, van a debatir los numerosos y graves problemas con que se enfrenta Africa y algunas cuestiones de menor cuantía para el continente, entre las que se encuentra la consideración de las islas Canarias como territorio africano «no autónomo», es decir, sometido a una potencia colonial: España.En la cumbre de la capital sudanesa, los miembros de la Organización para la Unidad Africana (OUA) no van a lograr resultados positivos en los temas ...

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LOS MINISTROS de Asuntos Exteriores de los países africanos y sus respectivos jefes de Estado y de Gobierno, posteriormente reunidos estos días en Jartum, van a debatir los numerosos y graves problemas con que se enfrenta Africa y algunas cuestiones de menor cuantía para el continente, entre las que se encuentra la consideración de las islas Canarias como territorio africano «no autónomo», es decir, sometido a una potencia colonial: España.En la cumbre de la capital sudanesa, los miembros de la Organización para la Unidad Africana (OUA) no van a lograr resultados positivos en los temas básicos, si, como es de esperar, se confirma una vez más la inoperancia de este organismo internacional a la hora de resolver los problemas que más directamente le afectan, pero es muy posible que lleguen a un consenso en los temas menos comprometidos, como resulta para ellos el de Canarias. Una nueva versión de la historia del chocolate del loro.

La cumbre de la OUA puede aprobar o rechazar la cues tión canaria y puede también evitar pronunciarse sobre ella, solicitando una mayor información. Los vientos de tragedia que soplan sobre Africa -guerras abiertas en el Sahara, Chad, Ogaden, Eritrea, Namibia, Rodesia y Shaba, sin con tar los numerosos conflictos fronterizos que enfrentan a vaños países del continente- no brindan, en cualquier caso, presagios optimistas para España.

Más allá de Jartum, Madrid ha de plantear una auténtica política africana. Pero esta política no puede tener, como da la sensación de haber tenido en estos últimos meses, el pie forzado de la amenaza sobre Canarias.

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En 1492 España renunció, en beneficio de América, a una presencia en Africa que, por imperativos de la geografía, debía haber sido amplia y consistente. España quiso volver al continente negro demasiado tarde y sólo recogió unas migajas del gran festín colonial europeo. Y también llegó tarde a la hora de la descolonización. No supo salir a tiempo de Guinea, como tampoco lo hizo del Sahara. Las relaciones hispano-africanas han sido un rosario de fracasos, de incomprensiones y de torpezas que, para mayor desgracia, parece tener solución de continuidad. Una privilegiada situación estratégica, entre dos mares y dos continentes, se ha vuelto contra los intereses españoles a causa de una actitud ambigua y timorata que ha llevado a una situación insostenible, tanto desde el punto de vista político como diplomático.

Se hace urgente clarificar), definir la postura española sobre el Magreb, laberinto por el que se han perdido las autoridades españolas y origen de las actuales pretensiones africanas sobre Canarias. Es preciso identificar y localizar sobre el mapa a los amigos y, si los hubiere, a los enemigos, para no seguir actuando a ciegas. Es ineludible salir al paso de los contenciosos que han de presentarse inexorablemente con algún país africano para evitar nuevos episodios sonrojantes en el continente.

Sólo sobre estas bases, España podrá edificar una política africana, durable y eficaz, como instrumento de proyección cultural y económica.

Y al margen de esa actuación cara a Africa, Madrid ha de poner los medios para que la cuestión canaria, ahora embozada en una peregrina e inexistente pretensión colonial, no llegue a revestirse con los años en motivaciones secesionistas. Las dos provincias insulares atlánticas de España tienen, por su especial situación, graves problemas políticos, económicos y estratégicos, a los que ha de encontrarse rápida solución.

La cumbre de Jartum, decida lo que decida, va a aportar poca cosa al futuro de Canarias. Desde este punto de vista, bien se puede comenzar a desdramatizar la cuestión, ruidosamente enfatizada, a partir de febrero pasado, por las proplas autoridades españolas. El globo del archipiélago no lo tienen que hinchar ni pinchar los africanos, ni los jefes de Estado que visitan oficialmente Madrid, ni las autoridades internacionales, cuyas declaraciones en favor de la espáñolidad de las Canarias se exhiben corno pruebas incontestables.

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