Tribuna

El paso del Ecuador

Si no se cruza la conciencia, el dinero o el ansia de poder, ellos son muy bromistas y deportivos, siempre con su chistecito en rama, su comentario agudo, su sonrisa acuática y su abrazo fajador. Estos diputados constituyentes, cuando la cosa no va de pasiones ideológico- monetarias, son capaces de saltar en pértiga cualquier tramo del articulado con una alegría olímpica. Ayer fueron todo el día de bajada. Los artículos 63 y 64 han vuelto vivos al corral con el acuerdo de lidiarlos al final del título tercero. Ayer los diputados iban cabalgando por un valle sin enmiendas, aprobándolo todo, has...

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Si no se cruza la conciencia, el dinero o el ansia de poder, ellos son muy bromistas y deportivos, siempre con su chistecito en rama, su comentario agudo, su sonrisa acuática y su abrazo fajador. Estos diputados constituyentes, cuando la cosa no va de pasiones ideológico- monetarias, son capaces de saltar en pértiga cualquier tramo del articulado con una alegría olímpica. Ayer fueron todo el día de bajada. Los artículos 63 y 64 han vuelto vivos al corral con el acuerdo de lidiarlos al final del título tercero. Ayer los diputados iban cabalgando por un valle sin enmiendas, aprobándolo todo, hasta qué llegó el momento de acampar de nuevo al pie del artículo 85 que regula el referéndum. Este tema va a provocar en la próxima sesión otra catarata de palabras.Ayer hubo en el Congreso ese aburrimiento típico y mortal de un negociado con una tortura de campana neumática. La cosa se redujo a votar, mañana y tarde, uno detrás de otro, la tanda de veinte artículos, sin más. De vez en cuando saltaba una ocurrencia paisana del presidente, o se establecía el consenso de estirar las piernas por debajo del pupitre,o se podía bostezar como el león de la Metro contra el aire de esta primavera avanzada. Y sin mayores aventuras se llegó ayer al artículo 81, que no posee otro interés que el de marcar el paso del ecuador de todo el entramado. El presidente Attard, con un .esto de padrino mediterráneo, tuvo la inspiración solar de cortar por lo sano aquel tedio e invitar a la concurrencia, prensa y diputados, a un refrigerio para tomar la curva de la Constitución con cuatro buches de champán.

El bar cogió un aire de bautizo, con un revuelto alegre de Próceres, pinchos de tortilla, periodistas, montados de lomo, copas de licor servidas por encima de las cabezas ilustres. El trabajo constitucional tuvo una pequeña conmemoración con un cuidado de mucho ambiente cortesano.

Pero la procesión va por dentro, por la parte de allá de las sonrientes dentaduras exactamente. Sobre el artículo 63 se tomó la decisión de vadear el consenso hasta que los nervios se relajen y alguien descubra un truco del diccionario que cubra los intereses. Sobre el artículo 85 se cierne otro nublado de enmiendas. El espacio florido entre estos dos riscos, donde los guardas jurados de la derecha engrasan las escopetas, es el tobogán del patio de colegio que los diputados han recorrido deslizando su tronco serrano. Y así la Constitución avanza hacia el interior de la canícula, como un mecanismo que tan pronto acelera como de repente se cala. Nadie sabe ahora si logrará atravesar el túnel del verano o si quedará abandonado en la mitad del descampado. El ritmo de trabajo que gasta la comisión es muy descoyuntado, con unas síncopas violentas de fock salvaje. Todo eso bien bailado sería capaz de destruir las mejores caderas. Pero ayer se celebró el paso del ecuador. Y hubo una pequeña inundación de champán y zumo de tomate. Y ellos se mojaron el lóbulo de la oreja con un pellizquito de licor.

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