Cuatro años después del 25 de abril

Portugal camina por la senda firme de las democracias occidentales

Portugal celebra hoy el cuarto aniversario de la revolución del 25 de abril, que acabó con cincuenta años de dictadura e intentó, en sus primeras convulsiones políticas, otorgar al pueblo lusitano una vía propia en su marco geopolítico y de acuerdo con las difíciles condiciones socioeconómicas abandonadas por la dictadura salazarista. Ahora, a 1.500 días del golpe de los capitanes, el balance es satisfactorio en lo que a la estabilización democrática se refiere. La Revolución, como se dice en la propia Jefatura del Estado, cumplió su período histórico y sus protagonistas caminan hacia el olvid...

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Portugal celebra hoy el cuarto aniversario de la revolución del 25 de abril, que acabó con cincuenta años de dictadura e intentó, en sus primeras convulsiones políticas, otorgar al pueblo lusitano una vía propia en su marco geopolítico y de acuerdo con las difíciles condiciones socioeconómicas abandonadas por la dictadura salazarista. Ahora, a 1.500 días del golpe de los capitanes, el balance es satisfactorio en lo que a la estabilización democrática se refiere. La Revolución, como se dice en la propia Jefatura del Estado, cumplió su período histórico y sus protagonistas caminan hacia el olvido con sus programas, sabiamente diluidos en el texto de una Constitución que lleva, poco a poco, a Portugal a las coordenadas clásicas del Occidente.

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Hace exactamente cuatros años, a las cero horas treinta minutos de la madrugada del 25 de abril de 1974, la radio portuguesa emitía la canción «Grandola Vila Morena». Era la señal esperada, la hora «H» del día «D». La Revolución de los claveles estaba en marcha.Unos pequeños carteles con la leyenda «Viva el 25 de abril» constituye hoy el único signo externo de la conmemoración revolucionaria portuguesa. Partidos políticos y Administración apenas se esforzaron en proclamar el festejo con la pasión y fasto de años anteriores. Habrá desfile militar, recepciones oficiales y, sobre todo, sesión plenaria de la Asamblea de la República. Los movimientos populares fueron relegados a la fiesta de los trabajadores del Primero de Mayo, y los que fueron primeros protagonistas del golpe, los capitanes, dudaban ayer en reunirse hoy más o menos clandestinamente. En la calle pocos carteles, pocos claveles. El sufrido pueblo portugués encaja bien el nuevo significado institucional que el Gobierno quiere dar al aniversario con sobriedad.

En el territorio Insular. en las Azores, donde el combate político encuentra terreno en torno a los «independentistas», el 25 de abril no tendrá una conmemoración oficial. La excusa de los «rebeldes» insulares se apoya en la misma argumentación oficial: la Asamblea de la República es el marco oficial del festejo, como máxima expresión de la voluntad popular. Esta es la idea más destacada del cuarto aniversario; queda olvidada la posibilidad o el intento de la tercera vía revolucionaria que algunos quisieron para Portugal, y se camina con paso firme al encuentro de las democracias occidentales donde este país tiene ya un sitio en el ámbito atlántico y en el hall de las Comunidades Europeas.

Queda, eso sí, una Constitución progresista con influencia del Estado en la Banca y en numerosas empresas industriales y agrícolas que, poco a poco, vuelven por la puerta trasera a manos de la iniciativa privada. Permanece la revolución cultural y todas las libertades y derechos del hombre. Subsiste como máximo observador y vigilante del proceso el Consejo de la Revolución, que debe desaparecer en 1980.

En el ambiente está, en las calles y en las plazas, la vivencia de lo que aquí se llama «el desencantamiento general de la población». ¿Para qué la Revolución? Esta interrogante apenas existe. La consolidación de la democracia es respuesta más que suficiente. La cuestión está en saber: ¿Hacía dónde? La crisis económica tiene aquí la pa

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¡abra. Los índices de paro, inflación, deuda exterior, balanza de pagos, etcétera, hablan por sí solos La economía marca el ritmo y condiciona las actitudes políticas e ideológicas desde dentro y fuera del Estado. Todo gira en esta órbita, y ello impone la «realpolitik» por encima de las ambiciones revolucionarios. Ejemplo trivial lo es la atención que el Gobierno presta al crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) en contraste con la dedicación dada a la fiesta de hoy. La iniciativa estará, de nuevo, en el pueblo que, austeridad incluida, estará hoy en las calles de Portugal. Mientras, la asamblea nacional confirmará, sobria y rigurosa, el final del proceso revolucionario en favor del tiempo institucional occidentalista.

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