Cartas al director

Un militar profesional de la República

Erase una vez un hombre que nació, dentro de los primeros años del siglo actual, en España, no sé si para bien o para mal. Este hombre vio, por primera vez, luz cuando se iniciaba la primera guerra mundial. Aquellos años de guerra, cuatro, con la derrota de los imperios centrales, no dejaron huella en su cuerpo ni en su alma; sus pocos años no lo permitían. Fue creciendo, y así llegó a cumplir dieciséis años. En esta edad ingresó en la Marina de Guerra. Era el año 1930. Pocos meses después de su ingreso, unas elecciones dieron paso a la República. Nuestro hombre pasó por escuelas militares rea...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Erase una vez un hombre que nació, dentro de los primeros años del siglo actual, en España, no sé si para bien o para mal. Este hombre vio, por primera vez, luz cuando se iniciaba la primera guerra mundial. Aquellos años de guerra, cuatro, con la derrota de los imperios centrales, no dejaron huella en su cuerpo ni en su alma; sus pocos años no lo permitían. Fue creciendo, y así llegó a cumplir dieciséis años. En esta edad ingresó en la Marina de Guerra. Era el año 1930. Pocos meses después de su ingreso, unas elecciones dieron paso a la República. Nuestro hombre pasó por escuelas militares realizando viajes de prácticas en buques-escuela, formándose militarmente y adquiriendo los conocimientos necesarios se hizo profesional. Llegó el día 18 de julio del año 1936. Un levantamiento militar se produce y, como consecuencia de él, España inicia una guerra civil que duraría tres años. Nuestro hombre pudo inclinarse por uno de los dos bandos en lucha, ya que tuvo ocasión de hacerlo, pero creyó que su bando era el bando republicano. Creyó y estaba plenamente convencido de que poniéndose al lado de la República defendía la legalidad y la Constitución dada por sus Cortes y su Gobierno, para el pueblo que lo había elegido. Creyó, y estaba plenamente convencido, que la defensa de la República entraba de lleno en la ética del juramento prestado ante su bandera. En esta lucha derramó sangre, y hay zarpazos de metralla en su cuerpo que han dejado cicatrices. El bando al que pertenecía nuestro hombre fue derrotado y el vencedor se alzó, proclamando su razón. Detención, encarcelamiento y juicio por auxilio a la rebelión. ¿A qué rebelión auxilió nuestro hombre? Lo privaron de su vida militar, con la pérdida total de todas sus prerrogativas, lanzándolo a la vida civil, entonces, totalmente extraña para él. Ignoraba cómo ganarse la vida, ya tenía plena responsabilidad de mantener esposa e hijo y en aquellos años de hambre, de penurias y de difícil vida para un marcado de «rojo», pasó por privaciones y humillaciones de muy difícil aguante, pensando que su razón era pisada y mancillada. Llega la segunda guerra mundial, con la derrota de los regímenes semejantes al que España tenía. Creyó, iluso, que éste era el momento en que podría proclamar a los cuatro vientos la sinrazón de su postergación. No fue así. El tiempo iba pasando y llegó el momento en que el máximo sostén del régimen, el hombre que lo produjo, fallece, y con su fallecimiento se despiertan esperanzas hacia una pronta solución de justicia. Nuevas esperanzas frustradas. Mientras los funcionarios civiles que sirvieron a la República obtienen pleno y total reconocimiento de sus derechos y son repuestos en sus cargos, los militares, nada. Nuestro hombre, ya sexagenario y peinando canas, piensa en la gravedad de su falta, piensa que su delito no puede ser perdonado, que tendrá que morir sin merecer el perdón de los que le condenaron. Surge de pronto luz en las tinieblas. Una noticia dada a los medios informativos por la agencia Europa Press dice que haber luchado en el bando republicano no es delito y que, por tanto, los militares profesionales de la República serían, únicamente a efectos de retiro, catalogados a categorías obtenidas por sus compañeros del otro bando y que en un próximo Consejo de Ministros se resolvería este olvidado y retardado asunto. Nueva demora, nuevo estudio. ¿Hasta cuándo?

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En