Tribuna:TRIBUNA LIBRE

De la perplejidad a la indignación

Tras la derrota de Alemania, para erradicar definitivamente el nazismo de sus tierras, los aliados buscaron, allá en la Renania, a un viejo autonomista liberal que había sido encarcelado por Hitler: Konrad Adenauer. A él pusieron al frente de la democracia recién estrenada y no a Herbert von Schirach, por ejemplo, que era un antiguo jefe de las juventudes hitlerianas.Adenauer pudo gobernar de acuerdó con sus convicciones sin necesidad de ceder constantemente, porque ni tenía mala conciencia ni un pasado dudoso que pudieran echarle en cara. Un político no puede desconcertar a quienes le votan, ...

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Tras la derrota de Alemania, para erradicar definitivamente el nazismo de sus tierras, los aliados buscaron, allá en la Renania, a un viejo autonomista liberal que había sido encarcelado por Hitler: Konrad Adenauer. A él pusieron al frente de la democracia recién estrenada y no a Herbert von Schirach, por ejemplo, que era un antiguo jefe de las juventudes hitlerianas.Adenauer pudo gobernar de acuerdó con sus convicciones sin necesidad de ceder constantemente, porque ni tenía mala conciencia ni un pasado dudoso que pudieran echarle en cara. Un político no puede desconcertar a quienes le votan, pues los que lo hacen toman un billete para una representación determinada: no vale convertir una comedia en un drama, o éste en un vodevil, sino, que debe representarse lo que está anunciado en el programa. Aquí nadie ha venido a ver a Frégoli cambiar constantemente de chaqueta.

El poder de mandar, de decidir sobre la vida de los demás, si ha de estar en manos de alguien, nunca debiera ser en manos, de alguien que lo desee por encima de todo y a cualquier precio. Es preciso evitar a aquellos individuos que, al decir de Aristóteles, "se aferran a los cargos públicos como sí estuvieran afectados de una enfermedad que sólo pudiera curarse con su continuidad en el poder.»

Lo cierto es que el eurofranquismo del señor Suárez no para de dar sorpresas a quienes le votaron, más incluso de las que proporciona el eurocomunismo del señor Carrillo. Pero resulta que las huestes de aquél son accidentales, oportunistas, coyunturales, menos disciplinadas que las del Partido Comunista. Y no es fácil que acepten una política demagógica, falta de autoridad, caótica, llena de contradicciones, de concesiones y de excesos. «Vamos a meter mano a los ricos», «iremos a la autogestión», frases como éstas han sido dichas con poca fortuna y mucha inconsciencia por ministros del actual Gobierno. Y el rico que había votado ingenuamente a UCD, aterrado, dice como aquel empresario catalán a su marinero «prepara el barco y nos vamos a Suiza». Porque si el PSOE hablaba en la campaña electoral de elevar la imposición fiscal hasta un 30% y, más adelante, la subió a un 35%, el Gobierno del señor Suárez la elevó a un 40%. Y no creo que éste sea un único ejemplo de deslealtad con la derecha, que creía con inocencia que al votar UCD votaba centro-derecha, orden, respeto a la ley, autoridad. Y sólo Dios sabe qué votó. El eurofranquismo, como el franquismo a secas, no es una ideología, sino un sistema de poder; y la defensa con uñas y dientes que el señor Carrillo hace del señor Suárez es un motivo más de intranquilidad. Porque habrá que decirlo de una vez: la democracia ha sido sustituida por una pequeña oligarquía de políticos gobernando de espaldas a un Parlamento que ya para nada sirve. Como compensación y cual una sórdida y ridícula caricatura de democracia se fomentan o toleran toda clase de provocaciones., manifestaciones violentas y desórdenes, quizá con una secreta intención. Porque el fascismo nace siempre de la impotencia y el desorden de las democracias, lo que! provoca un deseo y una necesidad de orden y de tranquilidad. La política está en la calle cuando no hay política coherente ni autoridad en el Gobierno. Pues no perdamos tampoco de vista que quedan en muchos puestos claves fascistas reconocidos, aunque se apresuraran a camuflarse en socialdemócratas, democristianos o lo que sea, al extinguirse la lucecita de El Pardo.

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Escribía aquí mismo hace varias semanas, en un artículo llamado Perplejidad, que el ciudadano normal, el que no está al corriente de las intrigas del poder, se encontraba perplejo. Creo que ha pasado ya de la perplejidad a un estado de indignación. Estamos ante una crisis de Estado, una crisis de Gobierno, una crisis de confianza. De Estado porque las leyes fundamentales del franquismo ni sirven ni se utilizan, y no hay otras hasta que tengamos Constitución. De Gobierno porque, mal «encarrillado», no actúa como exigen quienes le votaron. De confianza, porque todo el país está triste y asustado, no sabe dónde se le quiere llevar, pero intuye que se le conduce a la catástrofe. Las fuerzas públicas están desmoralizándose, el empresario no invierte, el trabajador no trabaja, las condiciones de vida de la clase empresarial y de la clase obrera han empeorado; sus relaciones se han deteriorado. El poder se usa no para gobernar, sino para ajustar las cuentas a los enemigos personales, para defenestrar a los rivales, para coaccionar con «dossiers» a quienes son independientes y se niegan a someterse con sumisión a las órdenes de los que mandan. Hay todavía mucho fascismo, aunque esconda su rostro.

El Alcázar sube espectacularmente la tirada, mientras casi todos los periódicos la disminuyen. Blas Piñar llena los teatros y el 20 de noviembre de este año asiste a la plaza de Oriente, pese a la lluvia, muchísima más gente que el anterior.

¿Nos cruzaremos de brazos? ¿Nos resignaremos a decir en nuestras tertulias que no era ésa la democracia que queríamos? ¿Nos conformaremos con afirmar que todo va muy mal?« ¿Nos limitaremos a recordar en nuestros cotilleos que, por, ser monárquicos, durante el franquismo muchos fuimos apaleados por gentes que hoy ocupan puestos de responsabilidad política y que, por ser demócratas, fuimos encarcelados por personas que detentan cargos importantes en la Administración?

El país quiere soluciones y está harto de malos recuerdos. Hay un sitio para construir. Hay un sitio político que limita, por un lado, con un Gobierno que engañó a sus electores y, por el otro, con una derecha ultra, salvaje y antropófaga. Hay en España un espacio amplio, limpio, liberal, progresista, europeo, civilizado. Y alguien tiene la obligación de ocuparlo ya.

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