Cartas al director

El carísimo baile de unos caballos

El pasado domingo acudí con mis hijos a la Casa de Campo con el propósito de ver «cómo bailan los caballos andaluces» y en Ias taquillas me sorprendí con los precios cuya escala iba desde quinientas a 1.500 pesetas, sin que existieran localidades, a las doce de la mañana, inferiores ya a 1.200 pesetas.El desencanto era patente en un gran sector del público, y la cuestión no hubiera tenido mayor importancia si no hubiera existido, como es habitual, quienes casi siempre pagan las consecuencias de muchas de las. imprevisiones de este país: los niños. Había docenas de niños frustrados llorando am...

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El pasado domingo acudí con mis hijos a la Casa de Campo con el propósito de ver «cómo bailan los caballos andaluces» y en Ias taquillas me sorprendí con los precios cuya escala iba desde quinientas a 1.500 pesetas, sin que existieran localidades, a las doce de la mañana, inferiores ya a 1.200 pesetas.El desencanto era patente en un gran sector del público, y la cuestión no hubiera tenido mayor importancia si no hubiera existido, como es habitual, quienes casi siempre pagan las consecuencias de muchas de las. imprevisiones de este país: los niños. Había docenas de niños frustrados llorando amargamente la lógica decisión de sus padres de no adquirir localidades a tan disparatados precios.

Yo supongo que debe tener mucha importancia el baile de los caballos andaluces, y es posible que ver sus maravillas pueda valorarse en 1.500, 15.000 ó 150.000 pesetas, pero esto debe indicarse en los anuncios y que cada cual acuda sabiendo dónde va y lo que habría sido más importante en este caso, se hubiera omitido todo comentario a los niños, ya que para mí era algo semejante' a un circo y en este sentido mis hijos fueron esperanzados durante toda la semana, para después no permitirles entrar en la propia puerta y ante un marco donde ya es muy dificil convencer a un niño porque, aunque mi economía permite desembolsar las 4.500 pesetas que había de pagar, opté, por principios, por cambiar el famoso bailecito por una oportuna visita al Zoo.

Vaya mi protesta por lo poco que se tiene en cuenta a los niños, y lo inoportuno de estos caballos cuando acaba de celebrarse el Día Internacional del Niño. Admiro el arte ecuestre y, sin duda, ha debido ser un magnífico espectáculo, pero no vale ni una lágrima del llanto de uno sólo de los pequeños que no pudieron verlo.

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Finalmente, me gustaría que alguien me explicara qué significa, además, que el excelentísimo Ayuntamiento patrocine este espectáculo.

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