Reportaje:La nueva situación política de Portugal / 1

El entierro legal de la revolución

Se habla mucho de bonapartismo en Portugal, de un tiempo a esta parte. La clase política abunda en esta idea, que tiene toda sus miras y esperanzas en el Palacio de Belem. Es el joven presidente de la República general Ramalho Eanes, quien declaraba hace unos días: «Si un jefe de Estado no sabe resistir a las presiones y no tiene claros los objetivos y un sentido exacto de los límites constitucionales, puede seguir un camino hacia un presidencialismo que, en nuestro país, y en este momento, se transformaría en autoritarismo.»El presidente Eanes toma distancias de la ...

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Se habla mucho de bonapartismo en Portugal, de un tiempo a esta parte. La clase política abunda en esta idea, que tiene toda sus miras y esperanzas en el Palacio de Belem. Es el joven presidente de la República general Ramalho Eanes, quien declaraba hace unos días: «Si un jefe de Estado no sabe resistir a las presiones y no tiene claros los objetivos y un sentido exacto de los límites constitucionales, puede seguir un camino hacia un presidencialismo que, en nuestro país, y en este momento, se transformaría en autoritarismo.»El presidente Eanes toma distancias de la tentación totalitaria, mientras que, por la fuerza de las cosas, entra poco a poco en ella con una progresiva intervención en los asuntos de Gobierno, mezclándolos con los del Estado y haciendo buena la idea de que Portugal, sumido en duras contradicciones ideológicas y políticas, camina con paso firme hacia el presidencialismo.

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El vocablo que define la situación es, sin duda, contradicciones. Enfrentamiento entre el espíritu de la revolución populista y militar del 25 de abril, lo escrito en la Constitución de 1976 y lo que pasa hoy y ahora en Portugal. Contradicciones, en suma, sobre el tipo de sociedad aplicable al Portugal presente y futuro. A una nación que el día de los claveles pensó que era posible insertar en la Europa occidental y atlantista un modelo portugués; que dos años más tarde definió esta moda, de manera constitucional, como democracia socialista; y que ahora, en plena praxis política, separa este binomio Para interpretar, una a una, sus palabras a lo largo y ancho de las leyes que completarán el texto constituciónal.

Y así, ante una apatía generalizada de la baqueteada, cansada y sufrida población, se asiste en Portugal al entierro legal de la revolución, aunque queden vestigios importantes, en nombre del progreso, de la reactivación económica, del contexto occidentalista, de la Europa comunitaria y de la legalidad vigente. Una legalidad que sin negar la Constitución, invocando la revolución, el pueblo, e incluso el modelo portugués, viste y desnuda las ideas que fueron claras el 25 de abril, en favor de un socialismo de la abundancia, sin faltar a nadie, y mucho menos a los militares heroicos, seguros de que no hay otra salida que la socialdemocracia, y en el bien de todos.

Lo malo es que, entre sobresalto y sobresalto, tampoco llega el socialismo de la abundancia que propugna el propio Mario Soares, más bien al contrario, crece la crisis económica y social, nace una cierta violencia, ronronean las botas en los cuarteles, los grandes partidos -todos minoritarios- quieren un pedazo del poder, que Soares y Eanes torean al alimón, mientras una prensa agresiva y partidaria busca brujas y fantasmas y no encuentra, ni siquiera, el rastro de la revolución perdida.

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