Entrevista:Declaraciones a EL PAIS del presidente del Gobierno vasco en el exilio

Leizaola se entrevistará con Suárez si lo piden los parlamentarios vascos

EL PAIS: ¿Cuál es, a su juicio, el problema más grave que el País Vasco tiene planteado ahora mismo?J. M. Leizaola: Los problemas son muchos, a corto y largo plazo, pero el más urgente es el de la autonomía, que no es una cuestión de palabras, sino de ejercitar un poder que nos ha sido arrebatado. Nuestro propio exilio demuestra bien claro que no podemos ejercer ese poder. Pero eso no significa que nos hayamos desentendido de la problemática vasca, porque todo cuanto hagamos contribuirá a superar la situación anormal y violenta que vivimos o, por el contrario, a agravarla.
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EL PAIS: ¿Cuál es, a su juicio, el problema más grave que el País Vasco tiene planteado ahora mismo?J. M. Leizaola: Los problemas son muchos, a corto y largo plazo, pero el más urgente es el de la autonomía, que no es una cuestión de palabras, sino de ejercitar un poder que nos ha sido arrebatado. Nuestro propio exilio demuestra bien claro que no podemos ejercer ese poder. Pero eso no significa que nos hayamos desentendido de la problemática vasca, porque todo cuanto hagamos contribuirá a superar la situación anormal y violenta que vivimos o, por el contrario, a agravarla.

EL PAIS: Esa situación de violencia de la que habló originó hace una semana enfrentamientos callejeros entre grupos vascos. ¿Cómojuzga estos hechos?J. M. L.: Son lamentables. Ahora bien, no creo que hayan constituido nada irreparable. El peligro está en que esas situaciones pueden repetirse con formas mucho más violentas. Desde hace más de una década he tenido que estar atento a estas manifestaciones de violencia y también a las pacíficas, apoyando a estas últimas y tratando de que las primeras no pusiesen en peligro la marcha progresiva del país. Le puedo asegurar que entre los años 68 y 70 salvamos alternativas mucho más peligrosas. A mi juicio la situación actual no es comparable a la de aquellos años. Por razones de justicia, hay que decir que, a la muerte de Franco, el Rey y sus Gobiernos han contribuido a ese mejoramiento de la situación o a una menor gravedad de los incidentes.

Ha habido, pues, una política pacífica al mismo tiempo que se prodigaba la violencia. Ahora bien, en estos momentos nuestro compromiso más urgente debe ser precisamente el de conseguir la paz entre los vascos. Nuestro Gobierno se debe dedicar hoy a la tarea de la paz con la misma intensidad que hace 41 años se dedicó a la tarea de la guerra.

EL PAIS: ETA ha insistido en que no depondrá las armas ¿Qué opinión le merecen estas declaraciones?

J. M. L.: No tengo ninguna declaración que hacer. Nosotros ya hemos insistido suficientemente en que se ponga fin a las situaciones de violencia. Con esto no quiero negar que estos hombres tengan un espíritu de sacrificio, y a este respecto le contaré que en el año 68, aun antes de que se hubieran producido las primeras, detenciones, mi preocupación fue que no había garantías procesales para que estos hombres no se declarasen culpables ante los tribunales sin serlo. Es un riesgo que se ha corrido: no estar seguros de que no se declararan culpables quienes no lo eran, para crear así la figura del héroe.

EL PAIS: ¿Qué frontera separa hoy el nacionalismo del PNV del nacionalismo radical que ha encarnado ETA?

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J. M. L.: La frontera está en que el PNV es más realista, piensa más en lo inmediatamente realizable que en las grandes formulaciones sobre el papel.

EL PAIS: Usted ha insistido muchas veces en que su compromiso personal es el de buscar la paz. ¿Cree que un régimen transitorio de autonomía a corto plazo podría aliviar las tensiones existentes hoy en el pueblo vasco?

J. M. L.: Muchísimo. A título de ejemplo, le diré que la situación prerrevolucionaria que vivió España en 1917, que condujo a la cárcel, entre otros, a Besteiro y Saborit, se resolvió precisamente con unas elecciones generales en las que los encarcelados fueron elegidos diputados. Después de los sesenta años que llevo en la política desde frentes tan distintos cómo. la Administración local, las Cortes de la República o el Gobierno de Euskadi, tengo que decirle que lo que me preocupa más es llegar a una paz de verdad, interior, entre los vascos y con nuestros vecinos. En ese proceso de pacificación considero urgentísimo que se consiga un régimen autonómico.

EL PAIS: ¿Es una casualidad que los catalanes hayan ido siempre por delante de los vascos en las negociaciones, como ocurrió en la República y como está a punto de ocurrir ahora?

J. M. L.: No es del todo Cierto que hayan ido siempre por delante. No hay que olvidar que en la República, Cataluña aceleró la neeociación del estatuto porque se trataba de recuperar un autogobierno que habían perdido en 1714, mientras que los vascos teníamos todavía alguna forma de autonomía con los conciertos económicos y el fuero de Navarra. La urgencia, por tanto, era menor. Había también otras razones, como es la de que ellos estaban dentro del grupo mayor¡tario antimonárquico y tenían un miembro en el Gobierno provisional.

EL PAIS: Refiriéndonos a la negociación actual, ¿no será que los catalanes han sabido superar más fácilmente sus diferencias de partido y elaborar un proyecto comúnen tanto que los vascos, todavía están en fase de conversaciones entre los distintos partidos?

J. M. L.: La redacción de un proyecto de autonomía tiene una primera fase que es muy lenta. Ya en la República hubo muchas reticencias entre partidos antes de que se elaborase un texto común. Yo creo que las negociaciones actuales son muy útiles. No hay que ser demasiado impacientes.

EL PAIS: ¿Qué papel le corresponde al Gobierno vasco en esta fase de la negociación autonómica?J. M. L.: Actualmente hay una decisión del pueblo vasco otorgando su representación a los diputados y senadores. Nuestro papel debe ser el de respetar todas esas tendencias políticas que el pueblo ha elegido.

EL PAIS: ¿El Gobierno Vasco debe pasar, entonces, a un segundo plano en las negociaciones?

J. M. L.: Eso se decidirá en las conversaciones que tengamos con los parlamentarios.

EL PAIS: ¿Qué fue de la entrevista que, según se aseguró, iban a mantener Suárez y usted?

J. M. L.: Mi posición tiene que ser la de preparar esta cuestión sin interferirme en el trabajo de los parlamentarios, dando tiempo a los partidos y escuchándolos a todos. Como demócrata, yo he defendido siempre el derecho de todos a expresarse y defender sus ideas. En este sentido, los resultados electorales son para mí sagrados.

EL PAIS: ¿No piensa solicitar de inmediato esa entrevista con Suárez?

J. M. L.: No, no. Eso vendrá más adelante, si las fuerzas vascas así lo deciden.

EL PAIS: El tema de Navarra ha entorpecido notablemente hasta ahora el acuerdo entre los partidos vascos. Si los parlamentarios navarros de UCD, que al fin y al cabo son el resultado de las elecciones, se niegan a toda incorporación a Euskadi, ¿sería partidario de iniciar el proceso autonómico sobre la base de las otras tres provincias vascas?J. M. L.: A mí me gustaría hablar antes con los parlamentarios navarros, aunque doy por supuesto que no tienen ninguna obligación de venir a verme, porque el Gobierno de Euskadi se constituyó sobre la base de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya. Como gobernante, estoy obligado a que todos se expresen y por eso no puedo pronunciarme sobre el tema de Navarra. Eso deben decidirlo los partidos.

EL PAIS: Usted, como vasco, ¿siente a Navarra como parte del País Vasco?

J. M. L.: Hombre, mi propia familia procede de allí en gran parte.

EL PAIS: Si no como gobernante, sí como teórico del proceso histórico vasco podrá decirnos si es partidario de esperar a un cambio de fuerzas en Navarra o de iniciar la negociación autonómica sin ella.

J. M. L.: Yo no renuncio a que Navarra se incorpore, y urjo al mismo tiempo la negociación del estatuto.

EL PAIS: Desde una perspectiva histórica, ¿por qué se desenganchó Navarra del estatuto de la República?

J. M. L.: Al final, la retirada estuvo en dos o tres concejales. Yo creo que en realidad en aquella ocasión se pronunció la esperanza de un alzamiento contra la.República, que nacería luego precisamente en Navarra. También se sometió a cuestión todo el planteamiento que hacía la República sobre la propiedad privada. En realidad, más que contra el estatuto, Navarra terminó pronunciándose contra la República.

EL PAIS: Una cuestión histórica referente al estatuto no ha quedado hasta hoy demasiado clara: El decreto de 19 de junio de 1937 condenó a Vizcaya y Guipúzcoa por «traidoras» y les quitó en consecuencia sus conciertos económicos, pero no se hizo alusión alguna al estatuto de autonomía.J. M. L.: Es que formalmente el estatuto no fue derogado nunca. Podría ser incluso hoy una baza lec,al a la hora de negociar con Madrid, lo que ocurre es que nuestra posición ha sido siempre la de estar más atentos a las situaciones fácticas que a los derechos o títulos. Y hasta hace muy poco la situación no permitía plantear una cuestión de esta naturaleza.

EL PAIS: ¿Es usted partidario de resolver los regionalismos en el marco de un Estado federal o cree que es suficiente con un marco constitucional para los estatutos de autonomía?

J. M. L.: Creo que la fórmula de los estatutos es más adecuada porque se adapta mejor a las exigencias vitales de cada país, mientras que un Estado federal equipara a todas las regiones y nacionalidades.

EL PAIS: ¿Debe respetar la autonomía de hoy, la estructura municipal que tuvo el País Vasco en su etapa foral, tal como propugna el PNV?

J. M. L.: Soy partidario de que se conserve la estructura municipalista, pero aplicándole los mecanismos correctores que exige la realidad de hoy. Efectivamente no es justo que unos municipios pequeños tengan el mismo peso que las grandes ciudades, pero eso puede resolverse también mediante agrupaciones de municipios pequeños.

EL PAIS: Aparte de los problemas políticos, el País Vasco tiene planteada hoy una delicada situación económica, ¿puede contribuir la autonomía a salvarla?

J. M. L.: Creo que al menos nos colocaría en situación favorable para afrontar este problema. Creo que sin falsa modestia puede decirse que el pueblo vasco es hoy el más adelantado dentro del Estado español por lo que respecta a la gestión empresarial.

EL PAIS: ¿Para cuándo su regreso del exilio?

J. M. L.: Para finales de año espero estar allí.

EL PAIS: Usted ha condicionado siempre su regreso a que los vascos recuperen su autonomía. ¿Quiere esto decir que confía en que esto ocurra antes de final de año?

J. M. L.: La condición sigue en pie y confío en que se cumpla este año.

EL PAIS: Algunos partidos vascos creen, sin embargo, que Madrid no tiene prisa por negociar la autonomía con los vascos.

J. M. L.: No creo que en Madrid exista la suficiente unanimidad sobre este asunto como para afirmar algo así. Lo único que hace falta, para lograr nuestro propósito es mantenernos constantes en nuestra exigencia.

EL PAIS: ¿Qué siente usted, después de presidir el Gobierno vasco durante diecisiete años, en este momento en el que va a ver terminada su misión?

J. M. L.: Ante todo siento una gran admiración por mi pueblo. Creo que somos un pueblo con mucha vida y esto he podido comprobarlo durante todos mis viajes. En muchos de ellos fui incluso recibido por jefes de Estado que de alguna manera estaban rindiendo tributo en mi persona al pueblo vasco. Ahora bien, hay un problema que yo considero importante y que todavía no ha sido resuelto. Cuando terminó la guerra, los países suramericanos nos recibieron con los brazos abiertos y nuestros intelectuales y profesores pudieron ejercer allí en trato de igualdad. Esos hombres han tenido unos hijos que se han diplomado en aquellos países, y ahora resulta que cuando empieza la repatriación y quieren ejercer en España, resulta que no les reconocen ni siquiera el bachillerato. Es una cuestión que me preocupa y que creo que es preciso resolver por un deber de justicia.

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