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Gestión de la crisis / 3

En los programas expuestos en el «libro morado», el problema de la asignación de recursos se trata con la ambigüedad tradicional en los planteamientos de la izquierda al respecto. Sería ingenuo pensar que la ambigüedad es consecuencia de la incapacidad de los partidos para defender valiente y razonadamente una solución clara. Las causas de la imprecisión, a nuestro entender, son más profundas:La inseguridad que origina el divorcio, demostrado hasta la saciedad, entre los postulados ideológicos del socialismo y el fracaso de los procedimientos al uso en las economías socialistas. Esta razón imp...

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En los programas expuestos en el «libro morado», el problema de la asignación de recursos se trata con la ambigüedad tradicional en los planteamientos de la izquierda al respecto. Sería ingenuo pensar que la ambigüedad es consecuencia de la incapacidad de los partidos para defender valiente y razonadamente una solución clara. Las causas de la imprecisión, a nuestro entender, son más profundas:La inseguridad que origina el divorcio, demostrado hasta la saciedad, entre los postulados ideológicos del socialismo y el fracaso de los procedimientos al uso en las economías socialistas. Esta razón impide defender abiertamente la planificación absoluta y central del proceso económico.

Las dificultades en conciliar la intervención de los mecanismos de mercado con la planificación imperativa (o semi-imperativa), en un contexto delimitado por la propiedad pública de los medios, de producción, el control de la economía, la supresión de los estímulos y la autogestión. Lo cual anula la eficacia de los mecanismos de mercado en la asignación, obliga a un control estatal absoluto e impide defender un socialismo de mercado con planificación.

Las reservas lógicas que suscitan fórmulas pendientes de experimentar con menor soporte teórico que las propuestas, lo que obstruye la posibilidad alternativa de ofrecer nuevos métodos.

En el caso de los partidos españoles de izquierda la imprecisión es más lamentable que cualquier postura explícita, no sólo por la gravedad del vacío per se, sino por el sesgo político de la indecisión.

Propuestas de la izquierda

1. Para el Partido Socialista Popular (PSP), «la meta final es una sociedad socialista autogestionada, que, por supuesto, es inseparable de la abolición de la propiedad privada, de los medios de producción, y que implica... una socialización de la economía..., a partir de la cual desarrollar una autogestión de los trabajadores coordinada a través de una planificación democrática y descentralizada».

«La política económica propugnada por el Partido Socialista Popular parte de la necesidad de una coordinación que debe expresarse en la forma de una planificación democrática y que, por otra parte, sea la síntesis de planes efectuados de manera descentralizada».

La planificación se concibe «como expresión coordinada de una política económica que no puede consistir en intervenciones aisladas».

Este proyecto, por tanto, parece inclinarse hacia la fórmula de asignación por decisiones administrativas planificadas.

2. El PSOE (r) apunta su voluntad de cambiar el modelo económico y ofrece, al menos en una primera fase, un sistema económico basado en un sector público de amplia dimensión y un sector privado integrado básicamente por la pequeña y mediana empresa autogestionadas.

Respecto a la planificación, entienden los socialistas que debe asegurarse la coordinación en la toma de decisiones descentralizadas, supeditadas a la «lógica de los intereses generales y no a la lógica del lucro privado». En este sentido creen que «los mecanismos de mercado... deben estar corregidos y regulados por una planificación democrática».

3. La Izquierda Democrática (ID), después de apuntes idílicos sobre los incentivos económicos, se opone a toda clase de capitalismo, porque «implica situaciones de poder» y propone Planes de Desarrollo que «serán vinculantes para las empresas socializadas... y para las que se acojan a los beneficios fiscales, arancelarios y crediticios, e indicativos, para las empresas privadas».

Para las empresas privadas el capital sería algo así como un recurso que se «alquila» a los generentes. Los titulares del capital percibirán una tasa en concepto de rentabilidad.

Confiesa que su programa no es marxista, si bien los postulados se acercan a los del socialismo económico. No es fácil elaborar un nuevo modelo de asignación cuando se desplazan las bases teóricas hacia puras aspiraciones metafísicas.

Aceptaría este partido la presencia de un sector de propiedad privada para el que la planificación sería «semi-imperativa».

4. Los comunistas del PCE hacen notar que, en una fase previa, el Gobierno deberá hacer una declaración sobre su actitud ante la pequeña y mediana empresa (suponemos que favorable), y a continuación hablan de «una planificación democrática que potencie la coexistencia de distintas formas de iniciativas y de gestión pública y privada».

Más adelante divagan sobre «la planificación democrática que sintetice y coordine los planes regionales», y refiriéndose a la propiedad, proponen «la abolición de toda forma de propiedad privada capitalista... de forma gradual» (Con ello parece que la declaración favorable a la pequena y mediana empresa sería como un dulce.. envenenado).

Vemos, pues, que tales planteamiéntos se instalan en la habitual línea de sinuosidad del neo-comunismo: consiste su estrategia en navegar entre las acusaciones de los «ortodoxos» y el proyecto de acceso al poder por etapas. La finalidad sigue siendo invertir el sistema económico hasta la desaparición del esquema de propiedad privada y libre iniciativa.

5. El Partido del Trabajo de España (PTE) pretende alcanzar «el control de la economía» y defiende un «plan económico: planificación centralizada, desconcentrada y democrática».

Propone todo tipo de controles estatales, por supuesto después de saciarse en revoluciones, dictaduras del proletariado y derrocamientos del régimen actual, aunque para ello sea necesario el «pacto con los sectores del capital financiero».

La formulación de este partido, si bien no condena explícitamente la utilización de mecanismos dé mercado en una economía socialista, permite concluir que la fórmula,que defiende se apoyaría en la asignación por planificación central.

Centralismo planificador

1. La asignación central de recursos exige el acopio y coordinación de un inmenso «banco de datos» sobre la realidad económica. Sabido es que tan ardua cuestión se intenta resolver en la práctica mediante la planificación económica central, e¡¡ la que únicamente entran en juego los datos cuantificables. De este modo la planificación central debe proseguir simultáneamente varios objetivos: desde la determinación de la producción final por sectores y empresas hasta el nivel de acumulación del capital y su distribución.

Si convenimos en que la experiencia práctica sobre asignación planificada de recursos de mayor alcance técnico es la soviética se puede constatar que hoy en la URSS sólo se planifica centralmente la producción de unos ochocientos a 1.500 bienes, y aún dentro de esta notoria limitación el déficit que se registra pone de manifiesto una gran incoherencia que se registra, pone de manifiesto una gran incoherencia en los resultados.

2. Al enorme coste social y económico de este sistema hay que sumar las permanentes deficientes que delata: se maneja información poco real (el propio Kruschev, en el XX Congreso del Partido, puso de manifiesto esta limitación), el plan anual tarda en conocerse por las empresas responsables, falta coordinación entre las modificaciones de un plan y las correspondientes a los que de él se derivan, el detalle del plan no es lo suficientemente concreto para orientar la gestión empresarial hacia los macro-objetivos.

3. Además, las unidades de planificación soviética sólo han resuelto parcialmente el problema de coordinación en las unidades productivas, pero no han dado un paso en la consideración de las decisiones de los consumidores ni en la selección de la ecuación de bienestar. La planificación se opera al margen de los consumidores y, por ello, el esfuerzo planificador no optimiza la situación de equilibrio cuantitativo ni considera las preferencias colectivas.

Así lo muestran los gravísimos problemas que la planificación ha originado en el aprovisionamiento industrial de la URSS. La situación se traduce en intervenciones al margen de la planificación, trueques empresariales prohibidos, falseamiento de la información, sustitución de los precios contables por precios «negros», racionamiento, etcétera... Como se ha señalado Con entera propiedad, la principal característica de la planificación imperativa soviética reside en la discrepancia entre plan y realidad.

4. Aunque fuese una realidad el equilibrio cuantitativo dirigido por el planificador, el sistema margina un aspecto del servicio que la economía presta a la sociedad: nos referimos a las calidades, formidable vía de abuso de las economías dirigidas en las que los costes medios se reducen rebajando el nivel de calidad. Un fraude que el ciudadano soporta por la ausencia de vías de reclamación y ante. la imposibilidad de dirigir su preferencia hacia productos alternativos que no existen o existen en reducida proporción. Todavía no se ha descubierto la manera de incluir las exigencias de calidad y las preferencias en el gran aparato matemático que instrumenta el plan. En el mejor de los casos el sistema lograría la cobertura de las necesidades, pero sería incapaz de atender a los deseos.

Un nuevo camino... igual que el otro

1. Las enormes dificultades planteadas en la URSS y su zona de influencia por la dirección absolutamente central de la asignación de recursos y por el malestar reprimido de los consumidores estimularon a economistas y políticos reformistas, en la búsqueda de una nueva vía.

Se pretende compatibilizar la acción planificadora reiterativa con una intervención de mercados que notifiquen demandas e información sobre las disponibilidades de mano de obra.

En este marco, teóricamente, el ente planificador transmitiría a las empresas el mensaje de producir la cantidad que igualase el precio del producto al coste marginal, haciendo mínimo el coste medio. Las unidades productivas pulsarían el mercado de trabajo y las necesidades de los consumidores, para verificar si la demanda se cubre con la canti,dad precisa para lograr el equilibrio. Los precios de capital y de los bienes intermedios, así como la tasa de inversión, se facilitarían por el ente planificador procurando evitar valores arbitrarios.

La planificación ha de operarse por iteración, repitiendo el proceso hasta llegar al punto de equilibrio. Antes de lograrlo el aparato productivo permanecería obviamente paralizado, hasta saber cuánto se ha de fabricar. Ya el proceso en marcha, los órganos centrales tendrían que controlar exhaustivamente el nivel de disciplina conforme a las consignas dictadas por los órganos de decisión competentes.

2. Esta construcción, teóricamente sugestiva, resultará inviable en la práctica, puesto que exige una supervisión estatal tan rigurosa que la solución apenas se diferencia de la planificación y el control absolutos. Y no creemos que pudiera resolver ni el problema de las calidades, ni los retrasos, ni el rígido cuello de botella planteado por la coordinación.

En el hipotético supuesto de que el sistema funcionase el modelo no pasaría de ser una vía a proponer para las economías dirigidas por planificación central, pero nunca una alternativa a la economía de mercado libre.

3. El esfuerzo de compatibilizar parcialmente los mecañismos de mercado en un marco en el que la propiedad de los medios de producción es pública., hace que el carácter indicativo de la plan¡ficación para el sector privado -si es que existe- resulte más aparente que real. La. iniciativa económica no es libre, y la figura del pequeño y mediano empresario se diluye en un proceso de anulación de su capacidad decisoria y de los incentivos económicos. Es como intentar poner en marcha un motor de explosión del que se han eliminado los cilindros y la inyección de carburante.

En el terreno de las hipótesis creemos que el efecto combinado del tipo de planificación propuesto por comunistas y socialistas españoles en el «libro morado» acabaría convirtiendo el cosmos de las empresas «no públicas», que facilitarían el trabajo a los mecanismos del mercado, en una pura ficción carente de dinamismo y controlada políticamente, con el inevitable traspaso a los centros de poder político de todas las decisiones económicas.

En el marco propuesto por aquellos partidos, aunque se postule la defensa en una primera fase de ciertas empresas privadas, el resultado final indefectible, será el dirigismo y el control total de la economía.

4. La pretensión del socialismo económico de apropiarse del mercado para lograr un esquema mixto tropieza con la dificultad práctica que supone lograr su adecuado funcionamiento en el contexto de una economía socialista. Recordemos que la eficacia de un mercado como instrumento de asignación de recursos se mide por su libertad, rentabilidad y competitividad.

Un mercado no es libre sin libertad de demanda y de oferta, tanto para producir nuevos productos como para poner en funcionamiento nuevos centros de fabricación o nuevas empresas.

Para que el mercado sea eficaz es preciso el funcionamiento delmecanismo de rentabilidades esperadas, que actúa como motor de inversiones y movilización de ofertas y hace posible la orientación de los recursos al adecuar la inversión a los requer imientos reales.

En el marco de una economía socialista, del corte propuesto por los partidos españoles de izquierdas, el efecto combinado de las citadas acciones llegaría a convertir el mercado en tina entelequia que, con independencia de llamarse así, expresaría una realidad bien diferente. La demanda presionaría en el vacío precipitándose hasta su desaparición, por la ausencia del elemento de freno y compensación. que significa una oferta libre de controles públicos.

La competencia, además, no es factible sin la presencia garantizada de un amplio universo de pequeñas y medianas empresas, y esto sólo lo asegura un mercado libre con expectativas de beneficio. En un ámbito del tono descrito por la izquierda, la presencia de aquellas empresas tendría que imponerse por el Estado, y funcionarían con escasa eficacia.

Apuntamos este comentario para hacer notar que los buenos deseos del PSOE (r) y del PCE para la pequeña y mediana empresa sólo se traducenen realidades positivas dentro de un cuadro económico opuesto al que ellos sugieren. El hecho es relevante porque sin la empresa de cualquier tamaño no es posible la democracia económica, sin la que, a su vez, la democracia política es puramente formal, una democracia vacía de contenido.

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