Reticencias ante el control británico en la Comisión Europea

Desde primeros de año los británicos «controlan» prácticamente los principales organismos de las Comunidades Europeas. El balance del primer mes no es muy positivo, a juzgar por los resultados y el ambiente creado por los dirigentes británicos de los medios comunitarios de Bruselas.Después de las discrepancias entre la atribución de responsabilidades, la «imposición» a Jenkins (presidente de la CEE) de comisarios nacionales, como el caso de los dos alemanes, Brunner (Energía) y Haferkamp (Relaciones Exteriores), no facilita los contactos entre los principales responsables de la Comisión Europ...

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Desde primeros de año los británicos «controlan» prácticamente los principales organismos de las Comunidades Europeas. El balance del primer mes no es muy positivo, a juzgar por los resultados y el ambiente creado por los dirigentes británicos de los medios comunitarios de Bruselas.Después de las discrepancias entre la atribución de responsabilidades, la «imposición» a Jenkins (presidente de la CEE) de comisarios nacionales, como el caso de los dos alemanes, Brunner (Energía) y Haferkamp (Relaciones Exteriores), no facilita los contactos entre los principales responsables de la Comisión Europea.

Los inevitables cambios a niveles inferiores, directores generales, directores, etcétera, complican también la tarea de la nueva comisión. La reestructuración de los servicios de prensa e información, con el cambio del antiguo portavoz Oliva por Ruggiero, ambos italianos, provoca reservas en medios periodísticos. Se teme un control del propio Jenkins sobre el capítulo informativo de las actividades de la Comisión Europea.

Bajo la dirección británica las actividades del Consejo dejan bastante que desear. Un Consejo de Ministros de Agricultura (que debía ocuparse del problema del régimen interno de pesca entre los nueve) previsto para esta semana en Bruselas, se aplaza por decisión británica. En el mismo capítulo agrícola, los ingleses deciden una ayuda directa a su producción de carne porcina, sin previa consulta de los demás países miembros, en contra de lo previsto en los tratados de la CEE.

Siempre bajo presidencia británica se espera con interés cuál será el resultado de la primera reunión ministerial de «concentración política» que los nueve deben tener en Londres el 31 de este mes y el 1 de febrero. La ampliación de la CEE, con las negociaciones con Grecia, la posible candidatura de Portugal y la situación en España, forman parte del encuentro de la capital británica. También se inscribe en el orden del día la. preparación de una postura común de la CEE ante la segunda fase de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE).

Ante la actitud de los políticos británicos en el poder, laboristas, que no parecen tener mucha prisa por hacer progresar la construcción europea, comienzan a perfilarse una serie de oposiciones ante la candidatura de un conservador británico, James Scott-Hopkins, a la presidencia del Parlamento Europeo.

Georges Spenale, socialista francés, termina su mandato como presidente del Parlamento en marzo. Los franceses se muestran reservados ante esa situación de «monopolio» británico en los principales organismos de la CEE. Los italianos avanzan la posible candidatura del demócrata cristiano Emilio Colombo y el compromiso podría encontrarse en el nombramiento de un, candidato irlandés.

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En la Comisión, Consejo, Comité Económico y Social, y probablemente, Parlamento Europeo, la Europa comunitaria vivirá gran parte de 1977 a la «hora británica» y seguirá recibiendo críticas de los además estados miembros, mientras muestre su poco entusiasmo por el futuro de las comunidades europeas.

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