Tribuna:

Votar por Mondale

En los 32 años transcurridos desde la elección presidencial de 1944, los republicanos han ocupado la Casa Blanca durante dieciséis años y los demócratas durante otros dieciséis, en los que el mundo ha sufrido una serie de transformaciones. Y si esta elección ha sido extraña, se debe, en parte, a que el presidente Ford y el gobernador Carter han aplicado, en general, los mismos razonamientos de siempre a una América distinta y a una comunidad de naciones totalmente diferente. Todo ha cambiado mucho más que los razonamientos de la campaña. Franklin Roosevelt ganó cuatro elecciones arguyendo que ...

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En los 32 años transcurridos desde la elección presidencial de 1944, los republicanos han ocupado la Casa Blanca durante dieciséis años y los demócratas durante otros dieciséis, en los que el mundo ha sufrido una serie de transformaciones. Y si esta elección ha sido extraña, se debe, en parte, a que el presidente Ford y el gobernador Carter han aplicado, en general, los mismos razonamientos de siempre a una América distinta y a una comunidad de naciones totalmente diferente. Todo ha cambiado mucho más que los razonamientos de la campaña. Franklin Roosevelt ganó cuatro elecciones arguyendo que el Gobierno debía «confortar a los afligidos y afligir a los acomodados». La frase tuvo éxito porque en aquellos momentos la mayoría de los norteamericanos eran de los primeros y además se encontraban en guerra.Jimmy Carter tiene toda la razón al sostener. apoyándose en las estadísticas, que la riqueza en Estados Unidos, medida en relación a la renta total, está peor distribuida hoy que hace ocho años. Por ejemplo, el 40 % que ocupa la parte inferior de la escala de rentas tiene un porcentaje menor del total de la renta nacional, mientras el 20 % que ocupa la parte superior ha pasado del 14,7 % al 15,5 %. Sin embargo, todo el mundo gana más, por lo que el razonamiento no es del todo afortunado, puesto que las elecciones se ganan por la mayoría de votos en cada estado y la mayoría, en estos momentos, no es la de los afligidos.

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Las diferencias entre las estadísticas económicas y la política, y entre la compasión y el egoísmo de los americanos, constituyen la ironía más fascinante y más desconcertante de la campaña del 76. Estadísticamente, Carter puede demostrar que casi ocho millones de americanos se encuentran sin trabajo; que más de dos millones y medio están por debajo de lo que la propia Administración Ford definió como «línea de pobreza» en 1975; que había 2,9 millones de americanos que comían de la seguridad social, con un costo de seiscientos millones, de dólares al año cuando Nixon llegó al poder y que el año pasado,- bajo el mandato del. conservador presidente Ford, y con cambios en la ley, había más de diecisiete millones, con un costo de 4.700 millones de dólares, y el déficit presupuestario más alto de la historia en tiempos de paz.

Pero las estadísticas no son la política. En los últimos 32 años, los republicanos se opusieron a las medidas económicas de tipo keynesiano cuando no estaban en el poder y las soportaron cuando estaban. Abuchearon el sueño de Henry Wallace de «sesenta millones de puestos de trabajo» y su sueño de que tal vez se pudiese llegar a un acuerdo de paz con Moscú, pero ahora están de acuerdo en que la detente a la que se opusieron nos ha dado la paz y en que la política de inversiones públicas y déficit presupuestario que «nos estaba llevando al socialismo» ha conseguido, no sesenta millones de puestos de trabajo, sino 87,8 millones, según los últimos datos.

En este sentido, las elecciones de 1976 sí son realmente una prueba, no ya, de los candidatos o de los partidos, sino del espíritu y la filosofía del pueblo americano.

Durante los 32 años transcurridos desde la última guerra mundial, los dos partidos se han apegado a los aburridos slogans de otros tiempos, pero al menos los demócratas han presentado hombres nuevos y jóvenes como Kennedy y Carter con cierta visión de un mundo cambiante, mientras que los republicanos nos han ofrecido a Goldwater, Nixon, Agnew, Ford y, ahora, hasta a Dole.

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Ante este problema tal vez la única solución esté, como sugiere mi asombrada amiga Elisabeth Carter, en votar por los candidatos a la vicepresidencia, inclinando la balanza a favor de Fritz Mondale. Posiblemente, él sea la mejor válvula de seguridad que tenemos.

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