Tribuna:

Vuelva usted mañana

Julián Marías ha evocado, en estas mismas páginas, un artículo de Larra -En este país- pleno de afirmaciones políticas valederas tanto para aquella España como para la nuestra. Otro apunte de Fígaro - Vuelva usted mañana- nos lleva a sacar consecuencias de palpitante actualidad. Desde antes del noviembre de 1975 y como creciente vendaval desde ese noviembre histórico, los españoles se pronuncian en relación con la política de las ideas y con los principios abstractos más dispares. Es cierto que el país ofrece o apetece un clima de mayor libertad, que camina decididamente hacia fo...

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Julián Marías ha evocado, en estas mismas páginas, un artículo de Larra -En este país- pleno de afirmaciones políticas valederas tanto para aquella España como para la nuestra. Otro apunte de Fígaro - Vuelva usted mañana- nos lleva a sacar consecuencias de palpitante actualidad. Desde antes del noviembre de 1975 y como creciente vendaval desde ese noviembre histórico, los españoles se pronuncian en relación con la política de las ideas y con los principios abstractos más dispares. Es cierto que el país ofrece o apetece un clima de mayor libertad, que camina decididamente hacia formas de democracia y que el perfil del vocablo participación ya en nada se parece a aquel modelo que exportó por Europa el general De Gaulle en aquellos días en los que también comunicó un nuevo valor semántico a lo que entendía por intendencia. No olvidemos que el general francés tenía una personal idea de la política, tan personal que no pudo sobrevivirle el gaullismo como actuación y lo único que Francia ha aceptado es un De Gaulle como personaje histórico respetado: al igual que si se tratase de un Capeto, una Juana de Arco o un Napoleón. Pero, por encima de las ideas, lo que nuestro país de hoy rechaza es la corrupción, que no es tanto el escándalo excepcional como el hábitoa dquirido tras muchos años de ausencia de una prensa ejerciendo una función crítica, la crítica que en muchos aspectos inauguró el periodismo literario de Larra. Es esencial brindar al país unas reformas legislativas, pero acaso sean tan urgentes unas reformas de la vida administrativa enfocadas hacia una notable mejora en la prestación de los servicios. La gente, la calle, está de mal humor, y esto es políticamente tan peligroso como en sí lo son las alteraciones de orden público. Y muchas veces este mal humor proviene de que la Administración no funciona.Al extranjero de que habla Larra le podrían caer en gracia -y no es seguro- aquellos funcionarios que nunca estaban en su sitio porque había ido a los toros, dormían la siesta, no se habían levantado tan temprano, acababan de salir, estarían en el café de la esquina, paseaban al sol, no habían ido a la oficina... Es decir, las docenas de variantes que en el argot madrileño de los meses en que no circula el topónimo de Benidorm se suele llamar gripe. Pero a los españoles de hoy les cansa ya tanta corruptela. Es tan grave recortarle las libertades al pueblo como despreciarlo en sus necesidades y apetencias de ciudadano. De nada vale el derecho de reunión y poder escuchar a quien hable «valiente y duro», si luego no se consigue contestación a la instancia del mes pasado o información exacta sobre un tema que puede afectarnos personal o familiarmente. Las grandes realizaciones -extraordinarias y costosas- suelen quedar como frutos de sarampiones totalitarios, épocas de general brillantez para los Ministerios de Obras Públicas. Las democracias -estimuladas por la eficaz actuación de las críticas.- deben de traer un buen funcionamiento de los servicios, una ágil marcha de la Administración. Los políticos no deben olvidar estas vertientes más anheladas por el pueblo de lo que parece. El pueblo soberano es más un concepto del siglo XIX; hoy la sociedad desea un pueblo atendido en sus derechos ciudadanos. El líder del XIX salía del pueblo y se convertía en retórica y el pueblo vigilaba que esa retórica siguiese sonando como había sonado en las barricadas. Quien hoy aspire a líder tiene que estar al servicio de las necesidades de los ciudadanos conscientes de que pagan su cuota de participación para que se administre la vida nacional. Muchos desplantes regionalistas tienen sus orígenes por estos vericuctos. Cuando un Estado centralista no mantiene las piezas en su sitio y funcionando con precisión relojera se provocan molestias.

Viajantes

Los últimos tiempos nos han acostumbrado a unos políticos madrileños que se convertían en viajantes por provincias cuando el montaje de la vida española -no deseable, pero que era real- hacía que tuviesen que ser los hombres de las provincias quienes venían a Madrid a resolver sus problemas, o los problemas de su tierra, y encontraban -si lo encontraban en su sitio- un cancerbero que se les decía: «Vuelva usted mañana». Por otra parte el corsé corporativista del Estado desmontaba. un día sí y otro también. a las autoridades provinciales y locales de sus despachos para convocarlas en Madrid en interminables sesiones de corrección de estilo en textos jurídicos o políticos que ni les iban ni venían. Y así todo era demora, silencios administrativos, plazos que caducaban, preguntas sin respuesta, largos viajes de papeles para recorrer el camino de un despacho al despacho inmediato, de un registro general al piso superior. de don José a don José María y de don José María a don Juan María. Que yo sepa entre tantas pintadas, entre tantos folios impresos, entre tantas manifestaciones, huelgas y escritos con firmas no se suele plantear esta gran reforma administrativa que demanda la política española y, agradecerían los españoles de esa España real que está haciendo acto de presencia. Cuando se habla de convivencia y de diálogo, todos miramos alternativamente a la Izquierda y a la derecha cuando muchas veces lo que tenemos enfrente es una ventanilla de la Administración. casi la misma que le hizo regresar a su país. con las manos vacías, a M. Sans-Délal, en los días de Larra.

Pancartas

La corrupción y la corruptela no son siempre temas del juzgado de guardia,- cuando lo son atentan másal paísqueal ciudadano concreto, a éste perturba una Administración anquilosada. unos servicios que no responden a las necesidades, unas duplicidades de gestión que cuestan caras y perjudican a los ciudadanos. Realmente es más uallardo ir gritando tras una pancarta que pregona dfirmaciones esenciales y abstractas, que tras (,,,ira que demande, sencillamente, un país que funcione y una Administración que cumpla su misión. Y acaso. por específicas condiciones del momento, éstas sean las cosas que más calmarían el mal humor de los españoles de 1976. Larra se suicidó p órque llevaba algún tiempo de mal humor, porque le venían dicie ' ndo demasiadas veces: «Vuelva usted mañana». A muchos españoles les hacen subir demasiadas veces las escaleras de las gestorías administrativas, para luego no hacerles caso. Esto es tan molesto como negarles el voto. Y es que el concepto de los políticos ha cambiado de signo. En días de elitismos se podían permitir ser desdeñosos, eri el mundo actual tienen que ser respetuosos con el ciudadano y eficaces en la resolución -afirmativa o negativa, eso no es vinculante- de sus problemas. Una reforma política es Inseparable -en la España de hoyde una refornia administrativa. Desde los días de Larra el «vuelva usted mañana» viene siendo expresión de otra parcela más de corrupción.

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