Italia consigue el "pequeño compromiso histórico"

Por primera vez en la séptima Legislatura, se reunieron ayer en el Parlamento y en el Senado, las 26 comisiones permanentes, 14 en Montecitorio y 12 en el palacio Madama, para nombrar a sus respectivos presidentes.Los comunistas han obtenido siete presidencias: en Montecitono: Asuntos Constitucionales, Hacienda y Tesoro, Obras Públicas y Transportes, y en el Senado, Presupuesto y Agricultura. Un independiente de izquierda presidirá la Sanidad. A la Democracia Cristiana le tocan cinco presidencias en el Parlamento (Exteriores, Justicia, Presupuesto, Agricultura, Higiene y Sanidad), y otras cinc...

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Por primera vez en la séptima Legislatura, se reunieron ayer en el Parlamento y en el Senado, las 26 comisiones permanentes, 14 en Montecitorio y 12 en el palacio Madama, para nombrar a sus respectivos presidentes.Los comunistas han obtenido siete presidencias: en Montecitono: Asuntos Constitucionales, Hacienda y Tesoro, Obras Públicas y Transportes, y en el Senado, Presupuesto y Agricultura. Un independiente de izquierda presidirá la Sanidad. A la Democracia Cristiana le tocan cinco presidencias en el Parlamento (Exteriores, Justicia, Presupuesto, Agricultura, Higiene y Sanidad), y otras cinco en el Senado (Asuntos Constitucionales, Hacienda y Tesoro, Obras Públicas, Industria y Trabajo). En Montecitorio, los socialistas se ocuparán de la Defensa, Industria, Trabajo y Previsión Social, y en el palacio Madama, de Exteriores y Justicia. Una presidencia (Interior) para los republicanos y otra (Educación) para los socialdemocráticos en Montecitorio y otra de Educación para los republicanos en el Senado y de Defensa para los socialdemocráticos.

La importancia de esta revolución silenciosa es que la izquierda entra por primera vez en las instituciones. Los comunistas presidirán dos comisiones fundamentales, la de Hacienda y Tesoro en el Parlamento, y la del Presupuesto en el Senado.

La novedad de la recién estrenada legislatura va a ser la ampliación de los poderes efectivos de control del Parlamento sobre la acción del Gobierno, sobre todo en el terreno fiscal y la gestión de los gastos públicos. La comisión de Hacienda y Tesoro tendrá que examinar las nuevas normas fiscales previstas por el Gobierno Andreotti (cárcel inmediata para los evasores, colaboración de los ayuntamientos para fijar el imponible, aumentos, etc.), mientras que la del Presupuesto tiene que dar su parecer sobre los gastos y todos los actos del Parlamento que comportan aumento o reducción de presupuesto.

Los comunistas van a desempeñar, pues, la función de ministros sombra en sectores tan queridos para ellos y tan vitales para la buena administración del país.

«Piceolo compromiso histórico»

La batalla que ha culminado en esta solución había comenzado ya al final de la anterior legislatura, cuando los comunistas, en noviembre del año pasado, pidieron que trimestralmente el Gobierno presentara al Parlamento un balance de la Caja del Tesoro. Incluso el ingeniero electrónico, Colajanni, que probablemente presidirá como senador la comisión del Presupuesto en el Senado, avanzó la posibilidad de instalar en el Senado dos terminals conectados con el computador de la contabilidad general del Estado.Una acusación a la actual gestión del tesoro de clientelismo y derroche -prácticamente contra el ministro democristiano Emilio Colombo-, había venido también de Giovanni Agnelli, al ser nombrado Carli presidente de la Confederación de Industrias. Se espera que un mayor control parlamentario evite derroches y gastos insoportables.

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Se trata, en realidad, de un pequeño compromiso histórico que se viene arrastrando en el país entre comunistas y democristianos, salvando la fórmula Kissinger de tolerar a los comunistas en los organismos legislativos, sin incluirlos, por completo, en el poder.

Probablemente este haya sido el precio político que ha tenido que pagar Andreotti para que los comunistas le dieran a su Gobierno la abstención o benevolencia necesaria. Naturalmente en esa misma abstención se alinean hoy los socialistas (sin que se vean las razones prácticas por las que provocaron en enero pasado la anticipación de las elecciones), y los democristianos tienen que reconocer parthers, a todos los efectos, a comunistas, reduciéndose a una cuestión escolástica la distinción de mayoría y minoría que querían salvar, como primer principio. Lo cierto es que con el pragmatismo que le distingue, Adreotti ultimará hoy su programa para presentar mañana al presidente de la República la lista del nuevo Gobierno y afrontar a principio de la semana que viene el debate parlamentario.

Se dice en Italia que ser «democristianólogo» es más dificil que ser «kremlimnólogo». Los comunistas hoy se mueven con la misma cautela, ambivalencia de discursos, y se niegan a hacer previsiones..., tras el pequeño compromiso histórico que amplía la base democrática del modo de gobernar, es probable que Andreotti haya obtenido otro compromiso, por el que recibirá una enésima bendición papal de hijo predilecto de Pablo VI.

Es probable que Andreotti, primer elegido en el Ayuntamiento de Roma, haya concertado un concordato con los comunistas para nombrar un alcalde democristiano.

Se habla de Raniero Benedetto, un joven doroteo bien visto por el cardenal vicario, Ugo Poletti. Tratándose de Roma, de una «ciudad especial», los democristianos aceptarían una «solución excepcional», que los adversarios interpretan siempre como solapada ambición de poder. Si no se realizara esta hipótesis, existe sólo la posibilidad del amplio acuerdo propuesto por los comunistas incluso a escala nacional, o unajunta de izquierda minoritaria propuesta por parte de los socialistas, radicales y demoproletarios.

¿Se puede ya cantar victoria? ¿Ha sido superada la enfermedad italiana? «La máquina tira, es necesario guiarla», titulaba ayer un editorial Corriere della Sera, considerando que «el resultado de las elecciones del 20 de junio ha hecho posible una tregua en el general proceso de degeneración».

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