Nadal y el adiós de Málaga, o un bendito quebradero de cabeza para Ferrer
El campeón de 22 grandes se despedirá donde empezó a triunfar, en la Copa Davis, mientras el capitán deberá afinar aún más en la gestión por el aumento de variables
Rafael Nadal se marchará por la misma puerta por la que accedió a la gloria y se presentó al mundo: la Copa Davis. Recuérdese: 2004 en La Cartuja de Sevilla y ese inolvidable triunfo conseguido frente al estadounidense Andy Roddick, que tenía un cañón por brazo. Entonces, el capitán Jordi Arrese se la jugó con un jovencito de 18 años —en sustitución de Juan Carlos Ferrero, que unos meses antes había alcanzado la cima del circuito— y la apuesta le salió al capitán a pedir de boca. “Es uno de los partidos que han ...
Rafael Nadal se marchará por la misma puerta por la que accedió a la gloria y se presentó al mundo: la Copa Davis. Recuérdese: 2004 en La Cartuja de Sevilla y ese inolvidable triunfo conseguido frente al estadounidense Andy Roddick, que tenía un cañón por brazo. Entonces, el capitán Jordi Arrese se la jugó con un jovencito de 18 años —en sustitución de Juan Carlos Ferrero, que unos meses antes había alcanzado la cima del circuito— y la apuesta le salió al capitán a pedir de boca. “Es uno de los partidos que han marcado mi carrera, sin duda”, recuerda el mallorquín, quien dos décadas después ha anunciado que cerrará su carrera el próximo mes en el Martín Carpena de Málaga (del 19 al 24), en el contexto de la fase final de la competición en la que destapó sus primeras cartas. Una cita para la que los precios se han disparado. Las entradas —para un aforo de 11.300 espectadores— ya superan los 50.000 euros en la reventa. Y probablemente, la cifra aumentará.
Ningún devoto quiere perderse el adiós de Nadal, que antes de que se certificase el pase en Valencia y una vez perfilada su idea telefoneó al preparador para comunicarle que quería formar parte de la nómina que intentará alzar la séptima Ensaladera para el equipo español. Hubo una llamada previa y otra posterior, según reveló Ferrer. “Fue él quien quiso estar desde un inicio”, deslizó el valenciano el día que confirmó la presencia del balear en el equipo. Desde la óptica de quien ocupa el banquillo, una verdadera bendición. Con un dilatado recorrido en la Davis y el respeto que impone siempre entre los adversarios, Nadal confía en un último gran golpe antes de bajar la persiana y disfrutar del retiro en Manacor. Su presencia, no obstante, abre un abanico de incógnitas, pese a que el seleccionador ya haya adelantado de que en el caso de que esté en juego algún punto definitivo, el elegido será el mito que apura sus últimos días como profesional.
Nadal dispone de apenas 40 días para ponerse a tono, sin olvidar que sus últimas apariciones (Bastad y los Juegos de París) revelaron más interrogantes que otra cosa. Sufrió ante adversarios que en otros tiempos seguramente no le hubieran hecho siquiera cosquillas, pero del mismo modo que es consciente de sus limitaciones actuales, confía en que el instinto competitivo que ha multiplicado tantas veces sus prestaciones reaparezca y le devuelva momentáneamente la chispa y el filo. Cree el mallorquín, 38 años, que Málaga puede ser el broche ideal a su recorrido, en el entorno de una competición por equipos y al calor de una grada que con el anuncio efectuado esta semana, se volcará aún más si cabe, sabiendo que cada pelotazo significará una cuenta atrás para la despedida definitiva.
La próxima semana, Nadal desfilará por una millonaria exhibición en Riad (Arabia Saudí) y a los partidos que pueda disputar en el desierto sumará la carga de entrenamientos ascendente. Cree que a la hora de la verdad puede dar la talla y que el factor emocional de la cita jugará a favor de España. No duda un ápice Ferrer. “Si quiere estar en Málaga, sé que lo hará en plenas condiciones. Desde ese punto de vista, él siempre ha sido muy honesto”, recuerda el exjugador, quien confía ciegamente en el veterano pese a que este no haya competido en la Davis desde hace un lustro. Entonces firmó ocho de los 11 puntos logrados por su equipo para alcanzar el título y se erigió en el indiscutible patrón del barco. Ahora contará a su costado con Carlos Alcaraz y el capitán deberá tomar decisiones trascendentales, toda vez que con Nadal en disposición de jugar, el abanico se expande.
Bautista y Granollers
De 2019 aquí, la fisonomía del equipo ha cambiado de manera significativa. Pese a que el murciano todavía esté inmerso en el proceso de aprendizaje en el territorio colectivo, va adueñándose poco a poco del brazalete y el orden jerárquico es distinto. Por el vestuario han desfilado nuevas caras —Bernabé Zapata, Alejandro Davidovich o Pedro Martínez— y, aunque sigan ahí viejos aliados como Roberto Bautista o Pablo Carreño, el paisaje interno ha cambiado. Se ha perdido la ascendencia de Feliciano López, ya retirado, y en la banqueta ya no está Sergi Bruguera sino que dirige Ferrer, con el que Nadal ha tenido siempre una magnífica sintonía. Desde que se hiciese cargo, el alicantino siempre deseó poder contar con su amigo: “Es un ganador nato”.
El campeón de 22 grandes tan solo ha perdido uno de los 30 duelos individuales que ha jugador en el marco de la Davis y propone también una baza fiable como doblista. Las sensaciones y las circunstancias, por tanto, definirán si participa en mayor o menor medida. Más allá del homenaje que él reciba, el equipo español —enfrentado a Países Bajos en el punto de partida de los cuartos— dispone de una jugosa oportunidad para quitarse el mal sabor de boca de los últimos años y cada maniobra deberá tener un sentido estratégico. Con Nadal hábil, queda por ver qué decidirá Ferrer respecto a Bautista, por ejemplo. El castellonense fue decisivo en la fase de grupos celebrada a mediados de septiembre en Valencia, pero probablemente pierda la condición de segundo espada; del mismo modo, será interesante la elección para el dúo, en el que Marcel Granollers, actualmente el número uno de la especialidad, podría combinar con Nadal o Alcaraz, si el técnico no se decanta por unir a los dos fenómenos en algún caso. Está el precedente olímpico de este verano.
“A poco que pueda, jugará”, prevé Arrese, el hombre que apostó por el balear hace exactamente 20 años, cuando un tal Nadal empezaba a levantar un imperio que ahora está punto de llegar a su fin. “Me hace muchísima ilusión que mi último torneo sea la final de la Copa Davis y representando a mi país. Creo que es cerrar el círculo, ya que una de mis primeras grandes alegrías como tenista profesional fue la final de Sevilla en 2004″, apunta el protagonista mientras Ferrer ya maquina. En cualquier caso, parece tenerlo muy claro: independientemente del día, la circunstancia o el lugar, para él, Nadal siempre al frente.