La Copa del Mundo no le pertenece a Qatar

No tiene por qué ser una contradicción encontrar cuestionable el trasfondo político del Mundial y disfrutar de la fiesta del fútbol que supone

El estadio Al-Thumama, sede del Mundial de Qatar.Alberto Estévez (EFE)

Como director de torneo de la Eurocopa 2024, estoy conociendo a muchas personas del futbol base alemán. Niños con los que me hago selfies, entrenadores que enseñan valores a sus jóvenes jugadores, presidentes de pequeños clubes que hacen su trabajo de manera voluntaria desde hace décadas... Todos ellos aman la ligereza del fútbol, conocen su poder educativo y aprecian su importancia para nuestra comunidad.

Sin embargo, ...

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Como director de torneo de la Eurocopa 2024, estoy conociendo a muchas personas del futbol base alemán. Niños con los que me hago selfies, entrenadores que enseñan valores a sus jóvenes jugadores, presidentes de pequeños clubes que hacen su trabajo de manera voluntaria desde hace décadas... Todos ellos aman la ligereza del fútbol, conocen su poder educativo y aprecian su importancia para nuestra comunidad.

Sin embargo, cuando la conversación gira en torno a Qatar, su tono se vuelve serio. Muchos se plantean perderse un Mundial voluntariamente por primera vez en su vida. En el pasado, esto era una fiesta popular; para los niños, una especie de iniciación al fútbol que recordarán toda la vida. Sin embargo, algunas peñas de aficionados piensan en vaciar las mesas de cerveza y dejar la pantalla en el trastero durante un mes. Todo esto me lo deja claro una vez más: darle la Copa del Mundo a Qatar fue un error. No les pertenece.

El proceso de elección de la FIFA fue problemático. Era insólito que por primera vez se adjudicaran dos torneos simultáneamente. Qatar y Rusia ganaron la candidatura, a pesar de que había mucha competencia. El calendario de partidos en Qatar tuvo que ser pospuesto del verano al invierno. El calor del desierto no se había tenido en cuenta en un principio, aunque un informe interno de la FIFA lo había advertido y también señalaba otros déficits de la candidatura.

Otras razones decisivas para llevar el Mundial a Qatar se produjeron en diciembre de 2010. De los 24 cargos electos de la FIFA, casi todos fueron posteriormente inhabilitados, castigados o procesados por la Justicia; incluso dos ya habían sido suspendidos por corrupción antes de la elección de la sede. De la mano de Qatar, la FIFA ha dañado el fútbol y también su credibilidad como organización occidental e institución internacional.

Otra lección de Qatar: en el futuro, los derechos humanos deben convertirse en un criterio indispensable en los grandes eventos deportivos. En efecto, Qatar ha hecho progresos en respuesta a las críticas de los aficionados y a las investigaciones de los medios de comunicación, ratificando algunos acuerdos de derecho internacional e introduciendo el salario mínimo. Pero los homosexuales siguen estando criminalizados, las mujeres son consideradas inferiores a los hombres y la libertad de prensa y de expresión están restringidas.

Los expertos en derechos humanos de la Fundación Friedrich Naumann afirman que las condiciones de los trabajadores inmigrantes, gracias a los cuales el Mundial es posible, han sido devastadoras. Sus muertes fueron aceptadas y no investigadas, sus familias no han recibido ninguna indemnización y el propio Qatar ha admitido los abusos.

Según Forbes, el Mundial costará al menos 150.000 millones de dólares, es decir, unas 10 veces más que el Mundial de Rusia, el más caro hasta la fecha. En un país del tamaño de Kosovo y con menos habitantes que Berlín, hay ocho estadios ultramodernos con aire acondicionado. No existe una cultura de la que el aficionado pueda beneficiarse y apenas mil espectadores de media acuden a los partidos de la Liga profesional. El fútbol no es un deporte amateur en Qatar, y prácticamente no hay oportunidades para que las mujeres compitan. Un torneo de fútbol en un lugar así no es sostenible.

Sin embargo, el planteamiento de celebrar un Mundial en una nueva región es el correcto. En 2010 se celebró por primera vez en África. Antes de eso, yo había viajado a Sudáfrica, siendo aún jugador en ese momento, para conocer el país anfitrión y las circunstancias en las que se iba a jugar. Un Mundial también podría haber contribuido positivamente a la cultura del fútbol en Oriente Medio, porque allí también hay países con tradición futbolística.

Animadores a sueldo

O quizá se podía haber llevado la fiesta al mundo de habla árabe: Marruecos y Argelia. Alemania se enfrentó a Marruecos en el Mundial de 1970, perdimos contra Argelia en el Mundial de 1982, y antes de ganar el título en 2014, tuvimos que ir a la prórroga también contra Argelia en los octavos de final. Aquel partido en Porto Alegre parecía un partido fuera de casa, porque muchos aficionados argelinos habían viajado hasta allí. Qatar nunca se ha clasificado para un Mundial, pero su candidatura ganó en el primer intento. Ahora, aficionados de todo el mundo tendrán que hacer escala en los países vecinos para viajar a los partidos.

En los estadios habrá animadores a sueldo con el fin de generar ambiente y promocionar el evento en las redes sociales. Un ambiente que no me interesa como aficionado al fútbol. Sólo habría volado a Qatar si mi trabajo como director del torneo lo exigiera. Como no es el caso, me quedo en casa.

En algunos países se ha pedido a los equipos que boicoteen el torneo. Eso es algo que cada uno debe decidir por sí mismo. Me parece correcto que Alemania participe, y también me alegraría que nos convirtiéramos en campeones del mundo. Qatar es un socio económico y proveedor de energía de Occidente, Alemania mantiene relaciones diplomáticas con Qatar, y la decisión se remonta a 12 años atrás.

Cada uno debe responder por sí mismo si ve los partidos por televisión. Yo lo haré, la selección alemana es importante. La Eurocopa 2024 de Alemania depende de su rendimiento. Para que el torneo sea un éxito, el equipo tiene que rendir mejor en Qatar que en los dos torneos anteriores.

En principio, un Mundial es un gran acontecimiento. Deportivamente, un torneo de selecciones es imprevisible y hay más equipos con posibilidades de ganar el título que en la Liga de Campeones. Las condiciones de Qatar, en particular, podrían favorecer las sorpresas. El ritmo es diferente, el Mundial se celebra en medio de la temporada y los equipos casi no tienen preparación. Es posible que Sudamérica reaparezca. Tal vez un país africano gane a una gran nación futbolística, o un pequeño país europeo llegue a la final, como hizo Croacia en 2018. Y Lionel Messi y Cristiano Ronaldo se retirarán de la escena mundial. O puede que nazca una nueva estrella.

No tiene por qué ser una contradicción encontrar cuestionable el trasfondo político del Mundial y seguir celebrando la fiesta que supone para el fútbol. No es una traición a nuestros valores quedar con los amigos para tomar una cerveza y hablar sin parar de fútbol. Otro tema es si este Mundial será el más grande, porque es invierno y los derechos humanos no son innegociables para el país anfitrión.

Sin embargo, tenemos la necesidad humana de reunirnos. Un Mundial es también una experiencia comunitaria entre personas con ideas similares. En las circunstancias especiales en las que se encuentra Europa, puede servir para reforzar la solidaridad y la resiliencia.

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